La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(94)
—Hasta que vuelva a tener hambre de ti. —Se puso la toalla alrededor de las caderas—. Lo que podría ser de un momento a otro.
Faith aceptó el beso deliciosamente lánguido con sumo agrado.
—Eres insaciable.
—Solo de ti.
Vaughn le dio un toquecito en la nariz con el dedo, un gesto muy tonto y tierno, increíblemente conmovedor.
—?Por qué no sonríes más? —Le gustaba la sonrisa de su jaguar, le encantaba ver su rostro iluminado de espontánea felicidad.
—Nunca he tenido mucho por lo que sonreír.
Contemplando aquella sonrisa, Faith renunció al último resquicio de esperanza de regresar al único mundo que había conocido.
—No voy a volver.
Vaughn se puso serio y algo más siniestro asomó a sus ojos, algo salvaje, feroz, posesivo.
—Bien, porque no pensaba dejarte marchar.
Faith rompió a reír y, por primera vez en su vida, no tuvo miedo. El Silencio había adormecido sus sentidos, pero lo que finalmente comprendió fue que esa insensibilidad estaba provocada por el miedo. A su raza le aterraban tanto sus propios dones, sus mentes únicas, que se inutilizaba a sí misma. Pero ella ya no estaba cautiva.
Rodeando el cuello de Vaughn con los brazos, dejó que él la levantara y girara en círculo con ella. Hablarían de la terquedad del centinela, de cómo la lamía para salirse con la suya, pero no lo harían ahora. No durante aquel momento perfecto.
Quizá la felicidad que acababa de encontrar fuera la causante de que hubiera cometido un error, que hubiera olvidado que había cosas persiguiéndola que no moraban en la PsiNet, que tenían acceso directo a su mente. Se durmió en brazos de Vaughn, pero despertó presa de una oscuridad malévola. Sabía que podía moverse, que podía alertar a Vaughn y que seguramente él podría sacarla de ella.
Pero con el ardiente pecho de Vaughn apretado contra su espalda, era consciente de dónde estaba y del momento en que se encontraba. Sus escudos contra las visiones podrían haber ardido, pero sus emociones estaban plenamente alerta. Y aunque dicha capacidad emocional era nueva para ella, tenía confianza en poder utilizarla en caso de necesidad… era una parte tan natural de sí misma como antinatural había sido el Silencio. Sería duro, pero no imposible, escapar de aquella visión.
Con la decisión tomada, dejó que la visión se apoderara de ella en una negra oleada de maldad, permitió que la envolviera, que le mostrara lo que quisiera.
Vaughn sabía que Faith estaba teniendo una visión. Detrás de los párpados podía ver el rápido movimiento de los ojos, diferente al que hacían mientras dormía. Había despertado al felino al sentir un cambio en el ritmo de los latidos de su corazón. Ahora también había cambiado su aroma.
Había algo extra?o en él, un miasma malsano que hacía que pareciese que estaba infectada por algo maligno. La bestia rabiaba por arrancarla de aquella visión, pero Vaughn se obligó a pensar. Tal vez Faith no quisiera que parase… la había creído despierta y consciente cuando comenzó. Capaz de tomar una decisión.
No deseaba reprimir su don como lo había hecho el Silencio, pero era duro luchar contra la bestia, sobre todo cuando el hombre poseía el mismo instinto protector. El impulso de despertarla se hizo más intenso cuando atisbó aquella oscuridad física cerniéndose sobre ella. No podía entrar, pero la rodeaba, revoloteaba a su alrededor como un buitre a la espera de encontrar un punto vulnerable.
Gru?endo en lo más profundo de su garganta, la mantuvo abrazada contra su cuerpo. Pero por irónico que pareciera, aquella imagen también le calmó; no se había apoderado por completo de Faith, lo que significaba que podía liberarse por sí misma. Si tomaba la decisión por ella, podría arrebatarle la oportunidad de vengar la muerte de su hermana. Y la necesidad de venganza era algo que ambas partes de su naturaleza comprendían.
—Estoy aquí —le susurró al oído.
Luego se acomodó para velar por ella y mantener a raya la oscuridad. Daba igual que un fenómeno psíquico no debiera tener forma física. Vaughn sabía que existía, lo veía. Y no permitiría que tocase a Faith.
Aun estando inmersa en la visión, Faith era consciente de que Vaughn estaba a su lado, como un muro de puro fuego entre ella y la horrible amenaza que la acechaba. Eso era lo bastante inusual como para haber perdido la concentración de no haber tomado ya la decisión de llevar aquello a término. La oscuridad jamás volvería a robar una vida.
Aunque fuera ella quien tuviera que ponerle fin.
La visión comenzó a cambiar desde la difusa mezcla de emociones que primero se habían arremolinado a su alrededor; el telón de la oscuridad se abrió una vez más y le mostró el rostro de la mujer a la que él pretendía matar. La escena estaba clara, se trataba de parte de la persecución, no de la muerte, lo que le dejaba vía libre para concentrarse en detalles que pudieran servirle a la hora de identificar a la víctima en lugar de luchar contra sus propias respuestas al miedo. Cuando la visión se desvaneció, creyó tener lo que necesitaba. Estaba a punto de zafarse cuando sintió un tirón que le indicaba que había más.
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