La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(91)



Dejando que su cabello cayera como una cascada alrededor de ambos, se inclinó sin dejar que la boca de Vaughn pudiera alcanzar sus pechos. No tenía ni idea de por qué le provocaba de aquel modo, hasta entonces ni siquiera había sido consciente de que tuviera la capacidad para provocar, pero tenía la certeza de que le estaba dando placer. Su jaguar podía ser exigente, pero no acceder a sus demandas de inmediato no hacía que se enfureciera. Tan solo magnificaba las sensaciones.

Sin preocuparse realmente por cómo lo sabía, utilizó el dedo para trazar el contorno de su boca, y cuando él amenazó con morderla, Faith consintió y lo introdujo entre sus labios. Vaughn lo chupó con tanta fuerza que pensó que podía sentirlo en sus entra?as.

Era una sensación intensa, embriagadora, y tenía un efecto inesperado.

—Me duelen los pechos —dijo dando voz a una queja sumamente íntima.

Vaughn dejó que Faith retirase el dedo.

—Ven aquí.

Más que dispuesta a obedecerle esta vez, contempló cómo Vaughn tomaba un pezón en su boca. Su mente se quedó en blanco nada más sentirlo y luego se puso de nuevo en funcionamiento con una sorprendente oleada de deseo. Clavó los dedos en las sábanas a ambos lados de los hombros de Vaughn, pero no se apartó. Porque necesitaba desesperadamente más, su adicción por Vaughn aumentaba a una velocidad alarmante.

Un grito quedó atrapado en su garganta cuando él volcó la atención en el otro pezón, y al notar que tironeaba suavemente de él con los dientes, se arrimó aún más. Su rojo cabello era un oscuro manto que elevó la intimidad a un grado extremo. Un rayo de plata atravesó su mente. Su cordura se desintegró poco a poco. A Faith le daba lo mismo.

Vaughn liberó el pezón para dedicarse a recorrer con los dientes la vulnerable parte inferior del pecho. El corazón de Faith pareció dejar de latir.

Profiriendo un sollozo incoherente, descendió bruscamente por el cuerpo masculino, y habría seguido haciéndolo si el rugido de Vaughn no hubiera rasgado en dos la semioscuridad. Todo su ser quedó paralizado. Entonces se dio cuenta de que su trasero enfundado en unos vaqueros se frotaba sobre la cabeza de su erección. Vaughn tironeó de las ligaduras, las venas de sus brazos y hombros se marcaron de forma visible. Y Faith fue consciente del hecho de que podía romper las ataduras solo con su fuerza.

Pero no había peligro alguno, todavía no. El corazón aún no había recobrado su ritmo normal cuando se deslizó más abajo, liberando la caliente y dura longitud de su excitación. A Vaughn no le importó.

—Vuelve aquí —le ordenó bruscamente con la voz te?ida de la pastosa sexualidad animal del cambiante que era.

Negando con la cabeza, Faith utilizó la mano para reclamarle tal y como había hecho en la caba?a. El cuerpo de Vaughn se arqueó, todo poderosos músculos cubiertos de piel sudorosa.

—Estás tan caliente —susurró jadeante—, tan suave.

A Faith le encantaba tocarle.

—Basta —gru?ó muy cerca del límite de su resistencia—. Basta.

—No.

Faith no pensaba soltarle hasta que hubiera acabado… si el dolor condicionado la dejaba incapacitada, podía ser que aquella oportunidad no se le volviera a presentar. Y había montones de cosas que hacer con aquel magnífico varón que estaba a su merced.

—Será mejor si te quitas los vaqueros.

Ella parpadeó, sorprendida al ver que había cambiado de posición para poder presionar la dolorida carne entre sus piernas contra el musculoso muslo de Vaughn. Faith apretó la mano con que le rodeaba.

Vaughn exhaló con los dientes apretados.

—Quítatelos —ordenó—. ?Quítate los putos vaqueros!

—Pero para hacer eso tendría que parar —farfulló.

Los ojos de Vaughn se tornaron aún más felinos, si acaso era eso posible.

—Imagina lo maravilloso que será.

Una serie de imágenes explícitas irrumpieron en su cabeza, escenas de ella desnuda y enloquecida sobre él mientras apretaba su húmedo y caliente sexo contra el muslo de Vaughn. Las imágenes eran tan detalladas, tan sexuales, que casi pudo oler el aroma de su propia necesidad. Luego se dio cuenta de que ese olor era real. Era suyo. Y parecía estar llevando a Vaughn al límite.

él tenías las fosas nasales dilatadas.

—Esos vaqueros van a desaparecer ahora mismo aunque para ello tenga que arrancártelos. —Las garras le atravesaron la piel, pero no intentó romper las ataduras.

La poca cordura que le quedaba le dijo que aquello era peligroso, que un excesivo contacto piel a piel podría provocar una catastrófica y violenta reacción mental, pero no estaba de humor para hacerle caso. Y si ella había dejado de pensar, también lo había hecho Vaughn, sin que ninguno de los dos se acordara del enorme riesgo del que habían olvidado hablar.

—?Hazlo!

Liberando aquella carne sedosa y caliente, se puso de pie sobre la cama y se despojó bruscamente de los pantalones y las braguitas. Vio la expresión de Vaughn cuando arrojó las prendas a un lado: la de un hombre famélico, un jaguar realmente hambriento. Sus ojos se demoraron sobre los pechos de Faith antes de descender a los rizos que cubrían el vértice entre los muslos. Y Faith lo supo.

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