La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(87)



—Tú has hecho esto.

El macho herido tenía un tajo abierto en el pecho. De haber sido humano, ya estaría muerto. Y eso sin necesidad de a?adir la herida que tenía en la cabeza.

—?Habrías sido capaz de detenerte sin la ?intromisión? de Dorian? —La pregunta de Vaughn fue como el azote de un látigo.

Kit tragó saliva.

—Oh, mierda. Ah, tío… no me di cuenta… ?Se va a poner bien Jase? —De repente era como un ni?o otra vez, sin rastro del alfa en el que algún día se convertiría.

Vaughn soltó al muchacho.

—Tamsyn viene de camino desde la guarida de los lobos —respondió Dorian—. ?Puedes llevarle a Jase sin matarlo?

Kit asintió.

—Sí.

—Yo te ayudaré. —Cory se apartó del árbol sujetándose la mandíbula con una mano.

Los dos chavales se miraron el uno al otro y seguidamente a los centinelas.

—Podéis marcharos, nosotros nos ocuparemos.

—Ya no cuentas con mi confianza —repuso Dorian sin inflexión en la voz.

Vaughn vio el efecto que esas palabras tuvieron en Kit; el muchacho idolatraba al rubio centinela, le admiraba como a un hermano mayor. Pero se limitó a asentir, cosa que le honró.

—Le llevaremos con Tamsyn, lo juro.

—Quiero veros a todos y cada uno de vosotros ma?ana en la Asamblea del clan. Las mujeres pueden decidir vuestro castigo —ordenó Vaughn y no era ningún favor. Las mujeres no tenían piedad cuando se trataba de una violación de las leyes del clan, porque sabían que sin esas leyes los ni?os comenzarían a morir unos a manos de otros.

El clan era un solo ser.

Esa era la regla fundamental.

Limpiar el desorden que habían montado los jóvenes, incluyendo localizar e informar a los padres de Jase, que se encontraban ausentes, así como a las madres a cargo de imponer la disciplina, llevó varias horas. Eran casi las cinco cuando llegó al recinto de Faith y su instinto posesivo era tan violento para entonces que lo más probable era que no hubiera debido ir a buscarla. Pero de ningún modo pensaba seguir esperando.

Estaba a punto de escalar a un árbol desde el cual tenía la intención de saltar la verja exterior, cuando olió a su presa en el perímetro del recinto. Sorprendido, se agazapó adoptando una posición de cautela. Su aroma se fue aproximando hasta que pudo oír el latido de su corazón, el sonido de su respiración. Faith se detuvo a escasos centímetros de él e hizo un gesto de asentimiento cuando él salió de entre las sombras.

—Estoy lista.

La inesperada rendición apaciguó a la bestia, pero solo ligeramente. La hizo internarse en el bosque conduciéndola hacia uno de los lugares donde tenía guardada su ropa antes de apartarse de su vista para cambiar a forma humana y ponerse un par de pantalones vaqueros; no era momento para presionar a Faith más de lo que ella misma ya lo había hecho. Pero cuando regresó a su lado, la joven adoptó una expresión de cautela.

—Tus ojos son más felinos que humanos.

—Lo sé.

Faith se acercó a él.

—Me voy contigo a casa.

—?Por cuánto tiempo?

Vaughn iba a retenerla, eso era innegociable. Tan solo quería saber cuánta persuasión tendría que emplear.

Ella levantó la mano para posarla sobre el corazón del centinela. Un contacto titubeante que hizo que el gato gru?era deseando más.

—Para siempre.

Esa era la única respuesta que él no se esperaba, pero el instinto le dijo lo que debía hacer. Cerrando los dedos sobre la mano de Faith, se la acercó a los labios y le besó las yemas de los dedos. A la joven le dio un vuelco el corazón, pero no se apartó. El felino estaba satisfecho. Vaughn la soltó y se puso de espaldas a ella.

—Sube.

Tras vacilar brevemente, le puso las manos en los hombros. Vaughn deslizó las palmas en la parte posterior de sus muslos y sintió su temor, su confusión, su necesidad. Pero cuando la impulsó hacia arriba, ella le rodeó la cintura con las piernas y se aferró a él.

Totalmente eufórico, Vaughn atravesó a la carrera un bosque sobre el que poco a poco iba cayendo la noche; bajo las copas de los árboles la luz se apagaba con mayor rapidez. El jaguar disfrutó teniéndola en su territorio, en su mundo, aunque sabía que aún tenían que sacarla de la red sana y salva. Pero eso podía hacerse cuando ella estuviera preparada. Antes tenía que reclamarla a un nivel mucho más primario.

Se internó con ella en territorio de los DarkRiver y, después, en el suyo propio, sin detenerse hasta que tuvo en el dormitorio de su guarida a la única mujer que jamás había llevado allí. Una vez la dejó en el suelo, le permitió que se estirara y explorase, pues podía esperar ahora que ella estaba en su casa.

Faith trató de conservar aquella fría expresión típicamente psi en el rostro, pero el asombro se fue abriendo paso poco a poco.

—Tienes una casa extraordinaria. Parece que formásemos parte del bosque.

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