La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(90)



—Sí, hazlo. Bésame.

—Creo que es una idea excelente.

Apoyó las manos a ambos lados de su cabeza y posó la boca sobre la de él en un beso totalmente femenino, tierno y exploratorio, más que exigente, persuasivo. Para su desconcierto, Vaughn se sorprendió al descubrir que le agradaba que le persuadieran. El felino se tranquilizó, igualmente complacido. Le gustaba que le acariciasen y aquella era la más íntima de las caricias.

Cuando la lengua de Faith le rozó levemente los labios, Vaughn abrió la boca y dejó que le saborease mientras él hacía lo mismo con ella. Podía sentir su rodilla contra el costado, pero Faith se mantuvo lejos de su alcance, sin apretar los pechos contra su torso, donde deseaba tenerlos. Imaginó que ella le besaba estando desnuda, con el cuerpo tendido a lo largo del suyo, una ardiente e íntima comunión de bocas que podría provocarle un cortocircuito en todas sus terminaciones nerviosas.

Faith puso fin al beso para tomar aire. Una blanca tormenta eléctrica tenía lugar en sus ojos, los labios húmedos por el beso, la piel cubierta por un suave resplandor rosado testimonio de su excitación. A Vaughn le produjo gran placer dichas se?ales a pesar de que no las necesitaba; su aroma actuaba como una droga para sus sentidos. Inspiró profundamente, avivando su hambre, atizando aquel fuego, y esperó.





21


Faith sentía todo el cuerpo en tensión, como si le hubieran estirado la piel y estuviera a punto de estallar. Deseaba frotarse contra aquel hermoso varón que tenía delante de ella. Era una criatura increíblemente sensual, una invitación para sus famélicos sentidos. Su condicionamiento le advirtió que demasiadas sensaciones después de pasar toda una vida sumida en la insensibilidad podrían provocarle una especie de colapso mental en cadena brutal, pero no le estaba haciendo caso.

Lamiéndose los labios con la lengua, colocó una mano sobre su torso. Un estremecimiento recorrió el poderoso cuerpo de Vaughn. Sobresaltada, alzó la mirada y se encontró con que él tenía los ojos cerrados. No hacía el menor esfuerzo por ocultar el placer que le daban sus caricias y aquella firme rendición le proporcionó a Faith la confianza de la que había carecido hasta el momento.

Retiró la mano haciendo caso omiso del gru?ido que brotó de la garganta masculina y acercó los dedos al bajo de su camiseta. El gru?ido cesó. Notó la mirada penetrante de Vaughn como algo físico mientras se quitaba la suave prenda por la cabeza y la arrojaba al suelo. El sujetador que llevaba era un práctico modelo de algodón, pero la expresión de los ojos del jaguar le hizo sentirse como si estuviera cubierta por algo dise?ado para proporcionar a un hombre el placer más sublime.

Vaughn tironeó de las ligaduras de repente.

—Quiero probar. Ven aquí.

Preguntándose qué era lo que él quería decir, Faith se inclinó para rozarle los labios con los suyos mientras hablaba. Fue una acción deliberada por su parte… le encantaba besarse con Vaughn.

—?Qué quieres probar?

Vaughn le atrapó el labio inferior entre los dientes, mordisqueándola de forma juguetona, y ella se estremeció.

—Tus preciosos pechos.

—Aún llevo puesto el sujetador.

—Quítatelo —exigió.

Faith se sorprendió por su reacción ante el intento de Vaughn de imponer su dominio en la cama. No sintió miedo, sino que se estremeció de placer, un contraste absoluto con respecto a la respuesta negativa que había tenido en otras situaciones ante el mismo intento de dominación por parte de él.

Era una dicotomía interesante, y si hubiera estado pensando con el disciplinado cerebro propio de su raza, la habría explorado en mayor profundidad. Pero era su cuerpo el que mandaba y se las estaba apa?ando bastante bien. Más que eso; estaba disfrutando. Su condicionamiento había fallado más de lo que había estimado en un principio… y no le importaba lo más mínimo.

Irguiéndose de nuevo, se llevó las manos a la espalda para desabrocharse el sujetador y deslizó los tirantes por los brazos hasta quitárselo del todo. Saber que Vaughn no podía tocarla, no podía presionarla, le infundía valor, pero también aumentaba el deseo. Había algo tremendamente erótico en lo que estaban haciendo y Faith sabía que tenía que ver con la confianza y los secretos íntimos. Vaughn jamás dejaría que nadie más le atase como ella lo había hecho.

El centinela gru?ó de nuevo y esta vez ella pudo apreciar la diferencia. El grave rugido no era una amenaza, sino una exigencia. Deshaciéndose del sujetador, se colocó a horcajadas sobre él, muy consciente de la palpitante longitud erecta de Vaughn. Si se deslizaba unos centímetros hacia atrás, podría frotar la carne caliente e inflamada de su entrepierna.

??Se?or, apiádate de mí!?

La tentación era fuerte, pero aún podía pensar de forma mínimamente racional, y sabía que no debía sobrecargar sus sentidos tan deprisa. No había alcanzado su límite. Era una simple cuestión de rapidez.

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