La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(93)
—Aún no.
Vaughn levantó finalmente la vista. En sus dorados ojos felinos se apreciaba una expresión de saciedad, de satisfacción.
—?Por qué? —dijo sin exigencias, su voz era lo más parecido a un ronroneo que había escuchado en un ser humano.
—Porque necesito serenarme un poco.
Le tiró del cabello y, para su sorpresa, él accedió, trazando de nuevo el sendero de besos mientras ascendía por el cuerpo de Faith. Un cuerpo que se había empleado a fondo y que ya ardía en deseos de hacerlo de nuevo. Era su mente la que no estaba preparada.
Cuando Vaughn se colocó encima de ella apoyándose en los codos, Faith le pasó la mano por la mandíbula y se sorprendió al ser incapaz de dejar de acariciarle el cuello y de besarle repetidamente en aquel lugar donde latía el pulso.
—?Por qué no puedo dejar de tocarte? Puede que haya roto el condicionamiento, pero sigo siendo una psi. —Pertenecía a una raza para la que el contacto físico era algo frío y poco frecuente—. No debería necesitar tanto sentir el calor humano.
—Estás famélica. —Alzó una mano para ahuecarla sobre su pecho en un gesto que hablaba de posesión—. Has pasado a?os y a?os de privación.
—Pero… —Faith lamió la piel salobre del hombro de Vaughn y le rodeó la cintura con una pierna.
—El escudo que te reprimía ha ardido.
?Cómo sabía él eso? Aunque no le importaba demasiado.
—?Significa eso que estoy loca? —En esos momentos, le traía sin cuidado.
—No. Significa que eres libre.
—Mmm.
Aferrándose a los hombros de Vaughn para levantarse, le hizo bajar la cabeza con un beso tan seductor que hizo que se derritiera. Le sentía caliente y tentador contra su boca mientras él le masajeaba el pecho con la mano.
Cuando el pulgar le frotó el pezón, Faith gimió, pero esta vez no fue la tormenta lo que invadió su torrente sanguíneo, sino un reguero de fuego más denso, más intenso. Se extendió con lánguida calma y se apoderó de ella antes de que pensara siquiera en luchar contra ello. Agradablemente abrumada, le rodeó con los brazos y le envolvió la cintura con la otra pierna.
Cuando Vaughn se deslizó nuevamente dentro de ella, le pareció la perfección absoluta. Se movió a un ritmo pausado y sensual; era un depredador satisfecho dándole a su mujer todo lo que ella quería. Desplazó la mano del pecho, bajando por su cuerpo para ahuecarla sobre las nalgas y modificar levemente su posición, de forma que pudo tocarla y hacer que el río de lava que avanzaba lentamente se convirtiera en un rabioso incendio. Pero ni siquiera así consiguió apabullarla.
Faith se meció sobre las oleadas de placer que la recorrían mientras él la poseía, besándola y uniendo las lenguas en una danza sin fin. Y cuando por fin la llevó al orgasmo, ella no se derrumbó. En su lugar, el abrasador fuego que la dominaba se convirtió en una refulgente miríada de sensaciones. Intensa, embriagadora y adictiva, la arrastró consigo y Faith se dejó llevar con una sonrisa en los labios.
Faith dejó que el rocío de la cascada que hacía las veces de ducha cayera sobre ella, apenas capaz de mantenerse en pie. Aunque no tendría por qué hacerlo, pues cierto cambiante estaba más que dispuesto a echarle una mano.
Vaughn le mordisqueó el cuello.
—Deja de pensar.
—Demasiado tarde.
Se giró en sus brazos y se aferró a su torso. Era tan hermoso, tan exquisitamente varonil, que seguía sorprendiéndole. Su autocontrol en lo relativo a él era prácticamente nulo. Pero a pesar de su carencia, su mente permanecía lúcida.
—Creo que ya estamos bastante limpios. —Vaughn tenía sus manos grandes y cálidas sobre su piel—. Vamos.
Faith le siguió hasta la plataforma seca y dejó que la frotara con una enorme y esponjosa toalla.
—Sábanas de seda y toallas de felpa —dijo exhalando un suspiro, desacostumbrada a tan hedonistas placeres—. Te gusta la comodidad.
—Soy un gato. Las cosas suaves y sedosas me hacen ronronear. —Arrodillándose, le mordisqueó la vulnerable piel del muslo y sonrió al ver que ella se estremecía—. Pero a veces hacen que me entren ganas de morder.
Vaughn se levantó para envolverla en la toalla y atisbó el torpe intento de Faith de sonreír.
—?Qué? —Enarcó una ceja.
Faith meneó la cabeza.
—Eres un gatito.
Nada podría haberla preparado para el rubor que se extendió sobre los pómulos de Vaughn. Agarrando otra toalla, comenzó a secarse, pero la sonrisa de oreja a oreja que se dibujó en su rostro era tan maravillosa y rara que Faith se quedó mirándole embobada.
—Sí, bueno, tú me has librado de la mezquindad.
Faith se percató de que su propia sonrisa se hacía más amplia, una acción nueva para ella que de pronto le resultaba natural.
—?Cuánto va a durar esta transformación?
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