La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(88)
Vaughn exhaló entrecortadamente.
—?Quieres que me dé una ducha?
Faith se quedó paralizada, deslizando la mirada hacia la cascada que había detrás de él.
—?Qué?
—Estoy sudando a causa de la carrera.
El anochecer había sido frío, el aire vigorizante, pero una fina película de sudor le cubría la piel.
—Ah —respondió con voz suave y entrecortada—. No, está bien así.
Vaughn observó la femenina boca mientras hablaba sorprendido al darse cuenta de que había puesto fin a la distancia que los separaba sin tan siquiera ser consciente de ello. Alzó una mano y le acarició los labios con el dedo.
—Quiero comerte viva.
Mientras ella abría los ojos como platos, la bestia comenzó a nublar el cerebro de Vaughn con una acuciante necesidad sexual. La deseaba y estaba harto de esperar. Faith era su compa?era, tenía derecho a tomarla. Se disponía a ladear la cabeza para reclamar un apasionado beso cuando, salido de ninguna parte, algo se interpuso bruscamente: el instinto protector que nunca le permitiría hacer da?o a su mujer. Y si la tomaba ahora, podría incluso romperla.
La conmoción que le produjo aquella verdad le llevó a pensar de forma civilizada, obligándose a hacer lo más duro que había hecho jamás. Dio un paso atrás.
—Podría hacerte da?o si lo hacemos. —Tenía los nervios a flor de piel, estaba demasiado hambriento y era demasiado fuerte como para arriesgarse a perder el control en el calor de la pasión.
La vio tragar saliva y el gato deseó lamerle el cuello, sentir su pulso en la boca y la fuerza de su corazón. Se trataba de sexo, no de dolor. La idea de abusar de ella le parecía aborrecible, pero temía sucumbir a la violenta necesidad de la bestia y perder la capacidad de pensar de manera racional. Y cuando lograra liberarse del hambre animal, podría descubrir que sus garras habían marcado para siempre la piel de Faith, que la había mordido y herido. Tal posibilidad le aterraba como jamás nada lo había conseguido.
—Vaughn —dijo Faith—, no pasa nada. Sé que no me harás da?o. Lo único de lo que debemos preocuparnos es de mi condicionamiento y del impacto que podría tener.
—Podría hacerte pedazos si el felino toma el control. No sería consciente de ello, pero te estaría haciendo da?o. —Su voz era ronca con un gru?ido; tal vez su bestia le hubiera salvado la vida de ni?o, pero el pago que exigía era una porción mayor de su conciencia—. Te deseo demasiado, tanto que podría herirte sin querer.
Faith no se acercó más. En vez de eso, se quedó mirándole, estudiándole con aquellos ojos estrellados como un cielo nocturno y que parecían brillar en la penumbra de la caverna que él llamaba hogar, algo que pareció tranquilizarla. Había supuesto una sorpresa para Vaughn captar las primeras se?ales de distensión, pero ahora se alegraba de ello. Al menos Faith podía sentirse a salvo en su casa. Su casa. Jamás la despojaría de ese sentimiento utilizándolo como trampa para atacarla.
—Cuanto más esperemos —se?aló ella con ese tono práctico de la mayoría de los psi, aunque en sus ojos centelleaban las primeras se?ales de tormenta—, peor será. Cada vez está más claro que necesitas sentir el contacto humano y yo te he estado privando de ello.
Vaughn lo sabía.
—Si no estoy atado, no me fío de mí mismo. —Un comentario hecho muy a la ligera, pero que expresaba una frustración muy real. Tenerla tan cerca como para poder tocarla, y no poder hacerlo, le provocaba un dolor atroz.
—Pues vamos a atarte.
Felino y hombre se quedaron paralizados por igual.
—?Qué?
Faith tenía las mejillas ligeramente sonrojadas.
—Puede que también a mí me sirva de ayuda saber que puedo marcharme en cualquier momento. Puede que así la respuesta ofensiva del condicionamiento no sea tan violenta.
—?Atarme? —preguntó de nuevo.
—Solo era una sugerencia. Lo siento si te he ofendido.
Vaughn frunció el ce?o.
—No lo has hecho. Pero no quiero ser incapaz de protegerte si algo sucede.
—Tus reflejos son mucho más rápidos que los de cualquier otra criatura que haya visto. Dejaré uno o varios cuchillos a tu alcance. Puedes echar mano de ellos y cortar las ligaduras en caso de necesidad.
—Te digo que soy peligroso, ?y tú quieres dejar unos cuchillos a mi alcance?
—Vaughn, te da miedo herirme porque me deseas demasiado. —Lógica psi combinada con tentadores rastros de temperamento femenino—. A menos que hayas estado ocultándome algo, no es muy probable que te excite utilizar cuchillos conmigo.
Ella tenía razón. No tenía miedo de hacerle da?o a propósito, sino de hacérselo mientras la reclamaba, la saboreaba, se deslizaba en el apretado pasaje de su cuerpo…
—Deja de hacer eso —susurró Faith— si no vas a… jugar…
A Vaughn no le pasó desapercibido que había utilizado una expresión típica de los cambiantes, ni tampoco el intenso aroma almizcle?o del deseo femenino. Y recordó que no estaría incapacitado para seducirla aun cuando estuviese atado. Se encaminó hacia un lateral de la estancia, sacó una vieja camiseta de un baúl y utilizó las garras para cortar la tela en tiras.
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