La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(76)
—Necesito pensar. Déjame pensar.
—?A solas, pelirroja?
Faith detestaba que la oscuridad la hubiera reducido a esto, que la hubiera convertido en una criatura cobarde, temerosa de cerrar los ojos.
—Sí.
?Nunca más —pensó Faith—. Nunca más.?
—Siempre, Faith. Siempre.
Le vio marcharse a través de la claraboya. Mantuvo la forma humana, pero no era menos grácil ni menos magnífico. El conjunto de músculos bajo su piel era una verdadera belleza, tentador, persuasivo, seductor. Estiró los dedos sin ser consciente de ello y tendió el brazo hacia él.
Pero Vaughn ya se había marchado.
18
Faith apenas acababa de vestirse al día siguiente cuando sintió una llamada telepática cortés, aunque firme. Abrió los ojos de par en par. El contacto le era desconocido y solo un grupo de individuos tenía derecho a contactar con cualquiera que desearan de esa forma.
—Aquí Faith NightStar.
—Se requiere tu presencia en las cámaras del Consejo. Te han sido enviados documentos de autenticación a tu bandeja personal.
—Sí, se?or.
Faith sabía que la mente con la que estaba hablando pertenecía a un varón y supuso que se trataba de Marshall Hyde, el miembro más veterano del Consejo.
—Serás escoltada hasta aquí.
El enlace telepático se cortó.
Lo primero que hizo fue comprobar su bandeja de entrada; no le extra?aría que Krychek utilizara semejantes tácticas para tenderle una trampa. Pero ahí estaba, la infalsificable realidad del sello del Consejo. Sintiendo un calor palpitante en las mejillas, le dijo a los psi-m que no la molestaran bajo ningún concepto y procuró calmar sus alterados procesos de pensamiento. No podía permitir que se filtrara ni el más mínimo resquicio de confusión. Ni el más mínimo.
Optando por sentarse en una silla próxima a la ventana, cuyas cortinas estaban corridas, inspiró hondo y entró en la PsiNet sin ampararse en el anonimato. Hoy tenía que refulgir como la cardinal que era: una declaración silenciosa de fuerza. Dos mentes la estaban esperando. De haber estado dentro de su cuerpo, se le habría erizado el vello de la nuca a modo de advertencia primigenia, pues había algo intrínsecamente perturbador en ellas. Mientras la conducían de un enlace a otro en dirección al oscuro corazón en las entra?as de la PsiNet, consideró si podría encontrarse en presencia de dos miembros del Escuadrón de las Flechas.
A pesar de que su existencia nunca había sido confirmada en uno u otro sentido, habían aparecido repetidos rumores sobre dicha unidad en la información que había descubierto durante la búsqueda por comprender el interés que el Consejo demostraba tener en ella. Teniendo frente a sí a dos mentes altamente marciales, ninguna de las cuales había mostrado más identificación que un sello de alto rango del Consejo, llegó a la reticente conclusión de que el Escuadrón de las Flechas no era un simple rumor.
La idea de que existiera un escuadrón secreto, que supuestamente acostumbraba a acallar a los detractores del Consejo, difícilmente inspiraba confianza. Pero nada de eso podía traslucirse en la imagen mental que presentara al Consejo, de modo que enterró sus reflexiones acerca de ese irrelevante asunto. Los guardias la acompa?aron en los dos primeros puestos de control, luego la entregaron a una segunda pareja que la llevó aún más profundamente, al mismo corazón de la PsiNet. Pero cuando se abrió la puerta de la última cámara, entró ella sola.
La puerta se cerró a su espalda.
Estaba encerrada con las centelleantes mentes de los seis seres más poderosos y letales de la PsiNet. Nikita Duncan, con sus virus mentales. Ming LeBon, célebre por su destreza en el combate mental. Tatiana Rika-Smythe, de quien se rumoreaba que poseía el raro don de desbaratar los escudos más profundos. Era de ella de quien más desconfiaba Faith, pues si las especulaciones eran ciertas, Tatiana podía desarmar escudos de primer nivel sin que la víctima fuera consciente de ello.
Por ese motivo Faith se había protegido por cuadruplicado. Quizá fuese una exageración, pero no quería que nadie descubriera sus secretos… los secretos de Vaughn. Además de eso, había aprendido un modo atípico y muy efectivo de cerciorarse de que sus escudos nunca siguieran un patrón estático, y que por tanto fueran casi imposibles de predecir y desentra?ar. Sascha le había estado ense?ando todas esas cosas aquella noche en el porche… antes de que Faith hubiera roto su condicionamiento al nivel más íntimo.
—Faith.
—Sí, se?or —respondió a Marshall sin vacilar, ocultando el resto de sus pensamientos en un lugar recóndito de su mente. Mientras estuviera en presencia del Consejo no podía permitirse bajar la guardia ni un solo instante.
—Ya debes de ser consciente de que estamos considerando tu candidatura a miembro del Consejo. —La mente de Marshall era como una espada, lo bastante afilada para hacer sangrar a los demás.
—Sí, se?or.
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