La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(75)
—?Cómo?
—Toma tu decisión y pregunta después. No puedo arriesgarme a confiarte esa información mientras estés conectada a la red.
—Por Sascha. —Una emoción que reconoció como celos clavó sus garras en Faith.
—Por todos los psi que un día podrían necesitar de dicho conocimiento.
—Me estás pidiendo que tome una decisión sobre todo mi futuro, sobre toda mi vida, basándome en tu creencia de que puedes sacarme. ?Y si te equivocas?
—No estoy equivocado. —Sus palabras denotaban la seguridad de un macho depredador acostumbrado a conseguir lo que quería.
—?Cómo lo sabes?
Vaughn la tocó de nuevo, rozándole los labios rápidamente con los suyos.
—Porque ya estás fuera… lo único que tienes que hacer es abrir los ojos y ver.
—Vaughn —susurró con la voz te?ida de necesidad, frustración y desesperanza.
—Siempre.
Faith sintió en la oreja el cálido aliento de Vaughn y meneó la cabeza de manera recriminatoria.
—No si elijo continuar llevando la vida que se me da bien vivir.
Algo se agitó en aquellos ojos no del todo humanos.
—Incluso entonces, Faith. Incluso entonces. Si me llamas, vendré.
Y eso le partiría en dos, destruiría su sentido del honor y de la lealtad… porque estaría durmiendo con el enemigo. Pero Faith tenía que hacerle comprender por qué esa decisión era tan difícil para ella.
—Esta es mi gente, mi versión del clan, y son muchos los lazos que me unen a ella. Puede que no me quieran del mismo modo que los DarkRiver te quieren a ti, pero mi clan psi me necesita. Si me marcho, un centenar de puestos de trabajo que dependen directamente de mí se perderán, desde los guardias hasta los psi-m. Pero es el efecto dominó lo que será realmente devastador. El clan psi dejará de tener ingresos. No podrán costear las escuelas, se pararán las investigaciones, a los ni?os los sacarán de los programas de enriquecimiento mental cuando puede que sean dichos programas los que permitan que algunos de nosotros luchen contra el Silencio.
—Estás hablando de la lealtad —repuso Vaughn sin la menor inflexión en la voz, pero Faith pudo sentir la intensidad apenas contenida de la bestia como si fuera una tercera presencia entre ellos.
—Quizá esta lealtad sea distinta a la vuestra, pero sigue siendo lealtad.
—Tienes razón —replicó, sorprendiéndola—. Pero, cielo, la lealtad ha de ganarse y ha de hacerse honor a ella. Tu clan te encerrará un día en una institución mental y dirán que están cuidando de ti.
Faith sabía que no lo había dicho con intención de ser cruel. Su jaguar simplemente utilizaba todas las armas disponibles en su arsenal.
—Puede que no lo hagan —dijo, rogándole a Vaughn en silencio que la mintiera, que le facilitase las cosas—. Si Sascha y tú tenéis razón, no me volveré loca si acepto mis verdaderas habilidades, si acepto esa oscuridad que acudirá a mí en ocasiones.
Vaughn meneó la cabeza.
—?Qué sucederá la primera vez que tengas la visión de un asesinato y te des cuenta de que formas parte del organismo que va a autorizarlo?
En su mente tomó forma una vaga impresión, pero se desvaneció antes de que pudiera descifrarla.
—?Por qué iba el Consejo a…?
—Sascha los llama custodios. Por lo visto tu PsiNet los necesita, pero por algún motivo son los que tienen mayor probabilidad de ser víctimas de uno de los efectos colaterales menos conocidos del Silencio: la psicopatía homicida.
—Estás diciendo que el Consejo alimenta su necesidad de matar. —El corazón de Faith era como una roca que le aplastaba el pecho desde el interior.
—Tenemos constancia de ello. —Sus ojos adquirieron un brillo hermoso y salvaje.
Faith no dudaba de él; la parte animal de Vaughn era demasiado fuerte como para mentir.
—?Por qué? ?Por qué iban a continuar apoyando el Protocolo si hubiera quedado demostrado ser imperfecto a un nivel tan profundo?
—Porque pueden.
Una respuesta cruelmente franca, y de la cual Faith no podía desentenderse. El Consejo había sido la ley absoluta para la raza psi durante más de cien a?os. Antes del Silencio, la rebelión y la controversia aparentemente habían surcado la red con libertad, manteniendo a sus gobernantes a raya. Ahora nadie se atrevía a hablar y nadie vigilaba.
—Digamos que tienes razón en todo. ?Puedes imaginar cuánto bien podría hacer desde dentro? Podría trabajar por la libertad de mi raza desde un puesto de verdadero poder.
—Y si te liberas, podrías sembrar las semillas de una revolución para que así tu gente, tu clan, puedan luchar por ellos mismos.
—Jamás permitirán que me vaya.
—Nadie puede impedirme que te saque si me dices que sí.
?Dilo —le instó con la mirada—, di que sí.?
Faith luchó contra la necesidad interior que deseaba obedecer, algo ávido, desesperado y doloroso.
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