La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(77)
Si Vaughn tenía razón, el Consejo de los Psi protegía a asesinos para salvaguardar el Silencio. Tal vez apreciarían sus advertencias, agradecerían que detuvieran a los asesinos antes de que estos crearan inestabilidad en la red. ?Y luego? Las acusaciones de Vaughn sobre la existencia de asesinatos autorizados de forma oficial resonaban en su cerebro. Tal vez Faith no pudiera impedir esos crímenes, o tal vez optase por no impedirlos debido a que eran voluntad del Consejo.
Y, por tanto, su propia voluntad.
?Podría llegar a volverse tan inhumana? El horror se arrastró lentamente por sus venas, clavando sus diminutas garras y causándole un dolor punzante. No deseaba pensar en su gente de aquella manera, no quería formar parte de una raza que aprobara algo semejante.
—?Cuál es tu opinión al respecto? —preguntó Ming LeBon, el miembro del Consejo que nunca aparecía en los noticiarios y cuyo nombre no se vinculaba a ningún suceso público; un poder escalofriantemente peligroso oculto tras la civilizada fachada pública presentada por Henry y Shoshanna Scott.
—Soy joven —respondió—. Puede que ciertos sectores de la población consideren eso un punto débil. —Y carecía de la implacable capacidad para matar. La idea de robar una vida, no solo de aceptar, sino de justificar, la enfermiza maldad de la oscuridad, le daba náuseas.
Sin embargo comprendía que Vaughn hubiera matado y que volviera a hacerlo otra vez para defender a su gente, tal vez incluso para defenderla a ella. Pero eso no le producía repulsión. Quizá se debiera a que existía una diferencia entre la brutal aunque honesta ley de la naturaleza, y un asesinato lúcido y a sangre fría para incrementar el poder de la gente que, precisamente, era más propensa a abusar de él.
—Eso es cierto. Sin embargo tus escudos son extremadamente resistentes. Pareces tener la capacidad de repeler un ataque. —El comentario de Tatiana parecía confirmar los rumores sobre la consejera. Faith no había sentido nada, pero tenía la certeza de que habían puesto a prueba sus escudos y que estos habían superado el examen. Estuvo a punto de estremecerse; ?a cuántas personas había saqueado Tatiana la mente sin que percibieran dicha violación?
—Tus dotes de clarividente también resultarán muy útiles —agregó Marshall.
?No.?
No prestaría su mente para fomentar objetivos destinados a mantener a su gente esclava de un Silencio que era falso. En aquel instante, tomó la decisión. Fue entonces cuando se dio cuenta de que nunca había habido realmente otra opción viable; solo su temor a aventurarse en lo desconocido había hecho que así lo pareciera.
Ahora lo único que tenía que hacer era sobrevivir al Consejo.
—Aunque me halaga que me tengan en cuenta como candidata, no estoy preparada para morir. —No cuando acababa de aprender a vivir—. Soy muy consciente de que Kaleb Krychek es otro de los candidatos. él ha dispuesto de a?os en las filas del Consejo para perfeccionar sus habilidades. —La habilidad de deshacerse de la principal competencia—. No deseo convertirme en el blanco de nadie cuando él es el psi al que realmente quieren. No soy tan arrogante como para creer que podría vencerle si decidiera asegurarse su ascenso quitándome del medio.
—De modo que admites que eres débil —declaró Shoshanna, que nunca había sido otra cosa que un enemigo.
Lo más profundo de la mente de Faith le hizo partícipe de una certeza a través del lazo que la vinculaba a su ser errante: la sangre manchaba las manos de Shoshanna. El futuro no había cambiado.
Reconocer ser débil ante el Consejo nunca era una idea recomendable.
—Lo que digo es que si desean que considere unirme a ustedes, no lo haré hasta que no llegue a un… acuerdo con el se?or Krychek.
Que pensaran que tenía intención de quitarse a Kaleb de encima. Desde luego, si Shoshanna apoyaba a Kaleb, este estaría informado de lo que había dicho segundos después de que ella abandonara la estancia, si no antes.
La supervivencia iba a convertirse en algo incierto si no se andaba con cuidado.
—No aceptaré que el Consejo me utilice como peón para medir la fuerza de Kaleb. Búsquense otra víctima.
Tenía un nudo en el estómago y los músculos doloridos, pero había salido de allí con vida. Faith sabía que le quedaba muy poco tiempo. O bien Kaleb se impacientaba y decidía poner en práctica sus propios planes, o bien el Consejo descubriría lo que Faith estaba haciendo a sus espaldas. Y lo que hacía era perseguir a un asesino.
Se negaba a dejar libre al asesino de Marine para que acabase con otra vida. Quienquiera que fuese, era demasiado fuerte, demasiado poderoso a nivel mental. Tenía que localizarlo antes de que él encontrara un modo de sortear sus nuevos escudos, en los cuales se entrelazaban finas y peligrosas hebras de emociones. Lo cierto era que no había vuelto a torturarla con sus fantasías de muerte, pero no porque no lo hubiese intentado; su oscuridad llevaba dos días ara?ándole la mente, deseando mostrarle lo que iba a hacer.
Esa noche, iba a dejarle entrar.
Pero antes deseaba recabar tanta información útil como le fuera posible. No por ella, sino por los cambiantes, los únicos que no la habían tratado como a una máquina de hacer dinero.
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