La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(72)



Sabía lo que Vaughn quería que dijera, pero no podía mentirle.

—No lo sé.

—Decide. No puedes vivir en ambos mundos.

Luego Vaughn desapareció como un borrón entre las copas de los árboles. Faith se levantó y se dirigió hacia la casa, alejándose del guardia que se aproximaba. Tenía miedo de lo que sus ojos pudieran revelar. Porque por primera vez en su vida aquellas profundidades estrelladas comenzaban a mostrar algo diferente al infinito Silencio de una cardinal perfecta; comenzaban a mostrar vulnerabilidad.

Todavía era capaz de fingir normalidad, de vivir en su mundo, pero estaba cambiando. Dicho cambio tenía que ser aceptado sin reservas o eliminado de forma irrevocable de su psique. No había un término medio. Si se convertía en miembro del Consejo no podía esperar que los cambiantes siguieran siendo amigos suyos, ni que Vaughn la visitara, la abrazara y la despertara.

Tenía que elegir.

Vaughn completó su turno de guardia sin intercambiar una sola palabra con sus compa?eros de clan, luego se zambulló en el purpúreo resplandor crepuscular que daba paso a la noche. Corrió durante horas adentrándose cada vez más en el corazón de Sierra Nevada, territorio que anta?o perteneciera únicamente a los lobos. El fresco aire de la monta?a acariciaba su pelaje de un modo que normalmente le proporcionaba el mayor de los placeres, pero no esa noche.

Esa noche su parte humana estaba al mando y le dominaba una cólera irracional. Se había emparejado con una mujer que podría rechazarle y alejarse de él. Para siempre. Tenía ganas de zarandearla hasta que entrase en razón y aceptase el vínculo que existía entre ellos de una vez por todas. ?Cómo podía no verlo? Y sin embargo, así era.

Impulsado por una caótica mezcla de ira y dolor, corrió tanto que dejó atrás todo lo conocido. Solo entonces se encaramó a los árboles y encontró un lugar desde el que observar la atmósfera del bosque y poder pensar. Pero no fue pensar lo que acabó haciendo, sus emociones eran demasiado virulentas para dedicarse a algo racional. De modo que intentó envolverse en la soledad de la noche, trató de aprender el sonido del silencio, el sonido con el que viviría si Faith renunciaba a su vínculo.

Tardó escasos segundos en darse cuenta de que se había equivocado. No estaba solo, el olor de la manada era intenso en la pantera que le había seguido los pasos. Lucas no hizo el menor ruido cuando se paseó por otra de las ramas del mismo árbol en el que se encontraba Vaughn. Tampoco hizo nada para entablar conversación, y cuando Vaughn se marchó de nuevo, el alfa corrió a su lado.

Habían pasado horas cuando Vaughn emprendió el camino de regreso a su hogar y ambos se transformaron. Indiferentes ante su desnudez, se sentaron sobre el peque?o cerro en el que se encontraba la cueva y contemplaron cómo despuntaba el día.

—?Dónde está Sascha? —preguntó Vaughn.

—Tammy y ella se han quedado a pasar la noche en la guarida de los SnowDancer después de atender a Brenna.

Al escuchar el nombre de la mujer del clan de los SnowDancer que había sido violada por Enrique, la cólera de Vaughn explotó alcanzando su grado máximo.

—?Confías en los lobos para que cuiden de tu compa?era?

—Sí. Hawke nunca falta a su palabra. —Lucas sonrió de oreja a oreja—. Y el condenado lobo sabe que Clay y Nate le harán pedazos si se le ocurre ponerle un dedo encima a cualquiera de nuestras mujeres. Ellos también están allí.

—Qué derroche de confianza.

—La confianza lleva su tiempo.

Y aunque la asociación comercial entre los DarkRiver y los SnowDancer se había mantenido durante casi una década, la alianza de sangre entre los dos clanes se remontaba a tan solo unos meses.

—?Por qué me has seguido?

—Se me ocurrió que tal vez querrías hablar.

—?Por qué? —Vaughn desaparecía casi todas las semanas para darse largas carreras, pues el jaguar buscaba la soledad.

—Por Sascha. Dijo algo antes de marcharse a la guarida de los SnowDancer.

—?El qué?

—Sus poderes están desarrollándose de un modo inesperado. O es eso, o se debe a la influencia de la Red Estelar. —El leopardo macho cruzó los brazos sobre las rodillas y se agarró una mu?eca con la otra mano—. No había sentido tu presencia durante todo el día y estaba preocupada.

—?Se ha preocupado porque no ha ?sentido? nada?

—Dice que es consciente en todo momento de nuestra presencia en la red, que es como un zumbido que le avisa de que estamos vivos. Pero ayer te cerraste de tal forma que creyó que podría haberte sucedido algo.

A Vaughn no le agradaba especialmente la idea de que le vigilaran.

—Quiero que me ense?e a bloquearla.

—Sí, Sascha ya se lo imaginaba. Ha estado trabajando en algo para todos.

—Bien.

—Así que, ?estás herido?

—No.

No se trataba de algo físico.

—?Quieres hablar?

—Tanto como que me hagan una lobotomía.

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