La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(68)
—Las razones por las que en su momento no emitimos la grabación siguen estando vigentes. No podemos arriesgarnos a que el Consejo se sienta acorralado. —Un animal en esa situación no tenía nada que perder a la hora de asestar un golpe mortal.
—Vaughn tiene razón —dijo Lucas—. No pueden saber cuántas veces podríamos chantajearles.
—Dime, Sascha. —Vaughn se cruzó de brazos e intentó reprimir el impulso de tomar lo que quería sin importar las consecuencias—. ?Se te ocurre alguna otra cosa?
—El estilo de vida ermita?o de Faith es un punto a nuestro favor. —Sascha se apoyó contra Lucas—. La gente conoce su nombre, pero son muy pocos los que la han visto. Su desconexión no causará tanto alboroto como mi deserción. Aunque, por otro lado, perderla hará que el Consejo deje de ganar millones.
—?Cómo?
—Sobre todo en concepto de impuestos —respondió Sascha—. Los psi-c generan enormes sumas de capital que fluyen. Sé por mi madre que en ciertos casos, el Consejo utiliza clarividentes para aumentar su riqueza de un modo más directo. Se hace con los servicios de manera gratuita o con un cuantioso descuento.
—Deja que adivine —interrumpió Vaughn, enfurecido con la idea de que su compa?era hiciera algo para ayudar a ese grupo de monstruos desalmados—. Nadie quiere cabrear al malvado Consejo reclamándole el pago por sus servicios.
Sascha asintió.
—La gente que lo hace tiene la mala costumbre de desaparecer legando su dinero al Consejo.
—Así que lucharán con u?as y dientes para retenerla. No pueden fingir que es defectuosa como hicieron con Sascha. —Las marcas faciales de Lucas se acentuaron cuando la ira tensó su expresión—. Y también es una cardinal. Sus ojos impiden que pueda ocultarse de forma efectiva.
—Nadie va a esconder a Faith. —Vaughn sabía que su voz había bajado varias octavas, pero le traía sin cuidado.
—?Y Faith? —preguntó Sascha con suavidad.
—?Qué pasa con ella? —Vaughn dejó el botellín vacío en el alféizar de la ventana.
—?Le has preguntado si quiere dejar la red?
—Es mi compa?era. —Por supuesto que dejaría la red—. Intentaré darle algo de tiempo para que se haga a la idea, pero al final no le quedará otra alternativa.
—Creo que sí que la tiene.
La bestia de Vaughn asomó a la superficie.
—?Cómo?
Emparejarse era una compulsión entre los cambiantes. Incluso a las mujeres más independientes, a aquellas que oponían mayor resistencia, les resultaba difícil pasar largos períodos de tiempo alejadas de los machos que estaban destinados a ser sus compa?eros.
—Ella no es una cambiante, así que no le afecta del mismo modo que a ti, a menos que se abra como hice yo con Lucas. Puede que sea incómodo para Faith, pero seguramente ella pueda bloquearte.
—?Estás segura? —Las garras de Vaughn estaban tan próximas a la piel que sentía el pinchazo de las puntas a punto para atravesarla.
—No. Faith no es como yo. Ser una empática significaba que no podía ignorar lo que sentía por Lucas. No sé si Faith está tan ligada a ti.
—Así que, ?tal vez esté emparejado con alguien que podría elegir no ser mi compa?era?
La idea era una auténtica pesadilla. Solo podía emparejarse una vez. El vínculo normalmente entra?aba que la hembra tomase en algún momento una decisión madura, lo que hacía que el lazo entre Vaughn y Faith fuera muy inusual. Pero daba igual cómo se hubiera forjado, una vez hecho, ni siquiera la muerte podría romperlo. Nadie se emparejaba dos veces. Podrían buscar una amante, pero nada llenaría jamás el vacío en su interior. Jamás.
—Necesito correr.
Pero aunque corriera hasta caer rendido, su bestia no encontraría consuelo en un acto que antes siempre había representado la libertad. Porque Vaughn estaba encadenado, unido al nivel más profundo a una mujer que podría destruirle.
Faith echaba de menos a su jaguar, tanto como para alterar su rutina.
Estaba paseando por los jardines a la fría luz de la ma?ana y devanándose los sesos intentando hallar el modo de arreglar otra escapada nocturna cuando comenzó a pensar en Vaughn, en su presencia, y sí, en su contacto. Tan enfrascada estaba en sus pensamientos que estuvo a punto de tropezarse con un guardia. Ese no era el problema. El problema era que, con el sobresalto, estuvo a punto de perder los nervios.
Reprimiendo su reacción en el último momento, inclinó la cabeza.
—Mis disculpas. No sabía por dónde iba.
—La culpa ha sido mía. —El guardia le dirigió un breve gesto y continuó con su ronda.
Faith se obligó a caminar en dirección contraria, con el corazón martilleándole en el pecho. Ten cuidado, se dijo a sí misma. Bastaba con un solo desliz. Decidiendo intentar distraerse con algo menos incendiario, se sentó en un peque?o banco del jardín y abrió el archivo mental que Anthony le había dado.
Kaleb Krychek había llevado una vida interesante. Un tq cardinal hijo de dos psi-tp de bajo gradiente, había sido criado casi como ella, pasando prácticamente toda su infancia en un centro de adiestramiento. Su padre había logrado averiguar que uno de los instructores del joven Kaleb había sino nada más y nada menos que Santano Enrique. Faith no sabía por qué había desaparecido Enrique, pero ese dato podría resultar ser un arma en caso de que alguna vez la necesitara.
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