La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(66)
16
Después de pasar todo el día trabajando en la escultura de Faith, Vaughn se reunió con los demás centinelas y la pareja alfa aquella noche para trabajar en la creación de escudos. El lugar era un claro próximo a la guarida de Lucas, no lejos de un peque?o río que dividía la zona y daba humedad al aire. Tamsyn, la sanadora, también estaba presente.
Sascha repasó los ejercicios con ellos una y otra vez, implacable en su impulso por hacerles invulnerables a un ataque psi, haciendo un descanso únicamente cuando comenzaron a gru?irse entre sí.
—Dada vuestra incapacidad psíquica, lo estáis haciendo mucho mejor de lo que esperaba. Estáis aprendiendo a protegeros a un nivel superior a las defensas normales de los cambiantes.
—Que ya son condenadamente fuertes. —Nate le puso el brazo sobre los hombros a Tamsyn. Su compa?era sonrió y entrelazó los dedos con los de él.
—Sí —convino Sascha—. Pronto seréis prácticamente invencibles.
—Ya lo somos, querida Sascha —dijo Dorian, sentado con la espalda apoyada contra un árbol.
Sascha se acercó al rubio centinela e hizo que se levantara para darle un abrazo rápido. La herida de Dorian ya no estaba tan abierta como lo había estado tras de la muerte de su hermana Kylie a manos del asesino en serie, y antiguo consejero, Santano Enrique, aunque todavía seguía muy dolido. La terrible pérdida no había afectado a sus capacidades como centinela, pero eran un clan, y el clan no miraba hacia otro lado cuando uno de los suyos estaba sufriendo.
Las necesidades de Dorian no hacían que fuera menos respetado en la manada, donde la avidez de contacto físico era aceptada y fomentada. La empatía de Sascha en particular parecía afectar al macho latente a un nivel más profundo que al resto. Sascha apoyó la espalda contra el torso del centinela y cerró los ojos cuando este le rodeó la cintura con los brazos.
—Deja que le eche un vistazo a la Red Estelar para ver si algunos de estos cambios se están manifestando en ella.
Abrió los ojos un segundo más tarde y miró directamente hacia donde Vaughn se encontraba acuclillado. Pero Sascha no dijo nada de lo que él sabía que quería decir.
—Todo parece estar bien.
—Entonces, ?se ha acabado la clase? —preguntó Dorian—. ?Has castigado a alguien?
—Márchate antes de que cambie de opinión. —Sascha le dio un beso en la mejilla y rió por su intento de robarle uno más íntimo—. Vaughn, ?puedes quedarte? Quiero hablar contigo sobre una cosa.
Mercy dejó escapar un sonido agorero.
—Estás en un lío con la profe, gato. No has hecho los ejercicios mentales, ?verdad?
—Ha estado distraído —murmuró Clay, una sombra casi invisible en la oscuridad.
—?Pero si habla! —Mercy levantó las manos en el aire—. Con estas, ?cuántas palabras has dicho hoy? ?Diez? —Continuó tomándole el pelo al silencioso centinela mientras se marchaba con este y con Dorian de la zona de entrenamiento.
Tamsyn se despidió de Sascha con un abrazo.
—Creo que mis hijos están colados por ti. Deberías haberles oído hablar cuando llegaron a casa… Sascha dijo esto, Sascha dijo aquello… —La sanadora meneó la cabeza—. Más vale que Lucas te tenga vigilada.
Rodeando a Tamsyn por la cintura, el alfa la besó en el cabello.
—Diles a tus malditos mocosos que la dejen en paz.
—?Lucas! —Sascha parecía escandalizada.
Tamsyn rompió a reír.
—No te lo tomes en serio. Tu compa?ero se llevó ayer a mis adorables mocosos a correr con Kit y con algunos otros.
—Lo siento, aún no estoy del todo acostumbrada a vuestra forma de relacionaros.
Lucas se acercó para abrazar por detrás a su compa?era y comenzó a mordisquearle el cuello.
—No te preocupes, cielo. —La sanadora sonrió ante los intentos de Sascha por conseguir que Lucas se comportase—. Solo hace unos meses que eres gato. Dale tiempo.
Nate tomó a Tamsyn de la mano.
—Será mejor que vayamos a recoger a Roman y a Julian antes de que Lysa decida que ya no quiere seguir siendo nuestra amiga.
Lucas esperó hasta que Tamsyn y Nate estuvieran lo bastante lejos para que no pudieran oír lo que decía:
—?Por qué no nos marchamos a hablar a casa? No tardaremos si vamos corriendo.
—?Y qué pasa conmigo? —preguntó Sascha paseando la mirada entre los dos cambiantes. Todavía seguían olvidándose de que ella no podía transformarse.
Lucas le dio la espalda.
—Monta, cari?o —le dijo brindándole una sonrisa pecaminosa, haciéndole rememorar la primera vez que él se había ofrecido a llevarla.
?Más tarde.? Una advertencia mental que se convirtió en una promesa.
Segundos después, con ella subida a su espalda, los tres se pusieron en marcha. Sascha confiaba en él ciegamente, incluso a la vertiginosa velocidad que imprimió. Los cambiantes podían moverse rápidamente en ambas formas. Aferrándose al musculoso cuerpo de su pantera, reflexionó acerca de lo que había averiguado esa noche. Solo una cosa era segura: la vida de Vaughn estaba a punto de complicarse mucho.
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