La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(61)
Los dientes de Vaughn amenazaron con morderla, pero la liberó después de rozarla suavemente.
—Porque soy yo.
Quiso ofenderse por la arrogancia de aquella respuesta, pero había algo en la expresión de sus ojos, algo que hablaba de verdad. Inspiró entrecortadamente y siguió con la mirada el movimiento un tanto vacilante de sus dedos sobre los hombros del jaguar.
Vaughn era puro fuego, como si su cuerpo ardiera por el de ella, como si pudiera mantenerla caliente en la más fría de las noches. Sobresaltada por tan seductora idea, estuvo a punto de retirar la mano, pero su anhelo era demasiado grande para renunciar a él con tanta facilidad.
—Soy fuerte —dijo.
Faith no se dio cuenta de que había hablado en alto hasta que Vaughn le respondió:
—Sí, lo eres.
Faith extendió los dedos sobre el vello dorado del pecho y sintió el latido de su corazón bajo la palma, fuerte, regular, un tanto acelerado. Vaughn estaba igual de afectado que ella por aquel deseo salvaje, pero él no tenía miedo. Porque él era igual de salvaje.
Su propio pulso reverberaba en todo su ser. En la cabeza, en la boca, en el pecho, en el calor entre sus piernas, en cada centímetro de su piel cubierta de sudor. Sabía que se estaba exigiendo demasiado a sí misma y no le importaba. Su mente se llenó del aroma terrenal de Vaughn cuando se inclinó hacia él e inhaló profundamente. Estaba experimentando una sensación de euforia, una adicción de la cual ni siquiera había sido consciente. Hacía rato que los pezones se le habían puesto erectos, pero ahora parecían arder mientras se rozaban contra el sujetador, como si sus pechos se hubieran inflamado y la presión fuera excesiva.
Sintió el impulso de apretar su propia carne para mitigar el dolor. Bajo la palma de su mano, el pulso de Vaughn latía a un ritmo desaforado. Faith alzó la mirada y se encontró con sus ojos, en cuyas profundidades brillaba la complicidad.
—Déjame —gru?ó, en el sentido más estricto.
Debería haber tenido miedo del animal apenas envuelto por la fina piel de su humanidad, pero ya estaba muy por encima de lo que debería o no debería hacer.
—No. —Si dejaba que él la tocara, todo habría acabado.
Un nuevo gru?ido se formó en el fondo de la garganta de Vaughn, pero no faltó a su palabra. Los músculos de la parte superior de sus brazos se le marcaron aún más cuando apretó las manos con que se sujetaba al tejadillo. Tanta fuerza y toda ella a su servicio. El poder resultaba embriagador, ?o era ese deseo el que convertía su sangre en fuego?
Fijando nuevamente la atención en el cuerpo de Vaughn, finalmente se soltó de la barandilla y deslizó ambas manos por el torso masculino. Aquel hombre la hacía desear humedecerse los labios. Lamerle. Nada ni nadie había provocado un ansia semejante en ella.
—Hazlo —le ordenó Vaughn.
Faith sabía lo que él quería; su gruesa longitud estaba atiborrada de sangre. Lo que le sorprendía era su propia ansia. Pero no lo suficiente como para hacer que se detuviera. Acercándose de forma inconsciente, mantuvo una mano sobre sus costillas mientras deslizaba la otra suavemente a lo largo de su erección.
Vaughn contuvo la respiración de golpe, con el cuerpo vibrante por la tensión. Fascinada, Faith repitió la caricia.
—No… me… provoques.
Faith apenas le escuchó a causa de la violenta sensación que hizo rugir su sangre mientras trazaba la orgullosa evidencia de su masculinidad una vez más. El cuerpo de Vaughn se estremeció y ella cerró sus inquisitivos dedos en torno a su miembro.
15
Faith descubrió que le era imposible rodearle por completo. ?Cómo algo tan grueso podía encajar dentro de su cuerpo? ?Y por qué se moría de curiosidad por descubrirlo?
Vaughn no había articulado palabra desde la última orden que le había dado; todo su cuerpo, ágil y duro como una roca, latía única y exclusivamente para ella. Su tacto era como seda bajo sus manos, insoportablemente suave, y la piel que cubría su dureza era delicada. Aquello le sorprendió sobremanera, pues nunca se hubiera imaginado que hubiera algo delicado en su jaguar. Aquel fue el último pensamiento coherente que tuvo.
Deslizó el pu?o cerrado por su gruesa longitud, satisfaciendo al animal que tenía a su lado, al ser primitivo que solo conocía el deseo, la necesidad y el sexo. Tanto le dolían los pechos que ansiaba desgarrarse la ropa y frotarse contra su torso, pero para eso tendría que liberarle, y no deseaba hacerlo. Lo único que quería era apretarle y acariciarle una y otra vez. Una y otra vez.
—Detente, Faith.
Faith hizo oídos sordos a la inoportuna interrupción y pensó en el millón de cosas que deseaba hacerle. Primero posaría la boca sobre aquel pecho dorado oscuro y saborearía el sudor, el calor tan tentador y cercano a ella. Tal vez incluso se quitara la ropa antes de pegar su cuerpo acalorado contra el de Vaughn.
—Cielo, para. —Vaughn enredó una mano en su cabello.
Faith intentó zafarse, pero él era demasiado fuerte. Entonces cubrió los dedos de Faith alrededor de su erección e intentó lograr que los retirara. Ella reaccionó clavándole en el pecho las u?as de la otra mano mientras que le apretaba el miembro con más fuerza.
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