La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(62)



El gru?ido de Vaughn le puso el vello de punta. Esperaba que la mordiera, y aquello le parecía comprensible. Lo que no se esperaba era que él apretara la mano sobre la suya hasta que Faith creyó que iba a acabar haciéndole da?o.

—?No! —Faith le soltó.

Vaughn se puso fuera de su alcance con velocidad felina, tan rápido que ella tuvo que agarrarse a la barandilla para no caer al suelo. La cabeza le daba vueltas y se sorprendió tendiendo el brazo hacia él.

—Vaughn —dijo casi en un sollozo—. Por favor.

—Chist. —Se colocó a su espalda antes de que pudiera verle moverse—. Deja que te calme.

—?Calmarme? —la necesidad se pegó a su piel, empujó contra los muros de su mente. Pero cuando iba a volverse, él la sujetó con las manos. Luchando con la rabia desesperada de un animal salvaje, se retorció y pataleó sin que su mente se acordara de sus capacidades ofensivas. En esos momentos era una criatura puramente física y, en ese aspecto, él era mucho más fuerte—. ?No! ?No!

Turbulentas nubes de ira se congregaron sobre el extremo frenesí que la dominaba.

Vaughn continuó sujetándola por la parte superior de los brazos mientras se aseguraba de no tocarla con ninguna otra parte de su cuerpo.

—Levanta los muros, cielo. —El jaguar luchó contra la decisión de Vaughn, pero una promesa era una promesa.

—?No!

La respuesta de Faith fue tan violenta, tan obstinada, que Vaughn supo que fuera lo que fuese lo que la impulsaba, carecía por completo de cordura.

—?Ves el bosque ante ti?

Se hizo un hosco silencio y luego ella contestó:

—Sí.

—Hay otros ahí que podrían vernos.

—?Otros?

—Sí. ?Quieres que otros me vean? —Vaughn le habló a una parte de Faith cuya existencia ella desconocía a pesar de que era precisamente esa parte la que estaba exacerbando su deseo.

—No —respondió de inmediato.

—Pues levanta los escudos.

Si no hubiera estado fuera de sí, podría haberle desafiado diciéndole que podían entrar en la caba?a y solucionar así el problema. Pero claro, no era consciente de sus actos.

El cuerpo de Faith se estremeció, pero dejó de discutir.

—Deberías dejar de tocarme ya —dijo tras un buen rato—. Y ponte algo de ropa encima, por favor.

Vaughn no la presionó esta vez, sino que hizo justo lo que ella le pedía. Casi acabó con él renunciar a la promesa de lo que podría haber sido.

Parecía que la sobrecarga sensual había producido un cortocircuito en algunas de sus otras pautas del condicionamiento. Una hora después de caminar de puntillas por los límites de la locura, Faith se sentó en el columpio a terminar de beber una taza de café. Vaughn era una figura de carne y hueso contra la barandilla que tenía enfrente. Pero Faith tenía la cabeza en otra parte.

—Mi hermana se llamaba Marine. —Un paso voluntario destinado a forjar un vínculo de confianza entre ellos—. Tenía solo veintidós a?os, pero ya estaba completamente integrada en los negocios del clan psi.

Vaughn no dijo una sola palabra. Tal vez supiera que ella simplemente necesitaba su presencia, que necesitaba saber que él estaría allí para apoyarla si lo necesitaba. Al fin y al cabo, él también había perdido a una hermana.

—Apenas nos conocíamos… puede que la viera una o dos veces al a?o. Pero solía mantener el contacto con ella. Me justificaba diciendo que lo hacía para mantenerme al día de los asuntos del clan, pero era mentira. Quería conocer a mi hermana. —Había guardado todos los informes escolares, todos los registros de su adiestramiento—. Era una telépata cardinal. —Levantó la vista para comprobar si él lo entendía.

Los ojos de Vaughn tenían una expresión apagada, pero perforaban la suave negrura de la noche.

—Muy poderosa.

—Sí. —Tomó un sorbo de café. Eso le calentó el cuerpo, pero no sirvió para mitigar el frío que sentía en su interior—. La mayoría de los telépatas tienen alguna otra especialidad, pero Marine era una telépata pura… podía comunicarse a distancias que no puedes ni imaginar. —Quería que él comprendiese la belleza de la exquisita mente de Marine.

—?Por qué eso era un recurso tan importante si tenéis la PsiNet?

—Es cierto que la red nos permite comunicarnos y reunirnos a pesar de nuestra localización física, pero también implica cierto grado de vulnerabilidad. Nuestras mentes pueden piratearse mientras estamos en la PsiNet. Además, cualquier cosa que se diga en la red, incluso aquello que se habla tras los muros más gruesos de las cámaras mentales, pasa en cierto modo a formar parte de ella. Puede que nadie sea capaz de acceder a esa información, pero los datos están ahí. La comunicación telepática elimina esos factores. No hay posibilidad de que accedan sin autorización a nuestra mente. No quedan registros de ningún tipo.

—Una seguridad perfecta —musitó Vaughn—. Sus servicios debían de estar muy solicitados.

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