La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(60)



Estaba desnudo.

Faith se aferró a la barandilla del porche, con el cuerpo invadido por descargas de energía que pugnaban desesperadamente por escapar. Su intención había sido decirle que dejara de pensar en ella con tanto ardor, mantenerse firme con aquel depredador que consideraba que su cuerpo le pertenecía de un modo que ella no llegaba a comprender.

Pero lo único que pudo hacer fue contemplarle mientras se aproximaba a ella. Todo él era gracia letal en estado puro; cada movimiento declaraba que no era humano ni psi, nada que fuera civilizado. El cabello suelto le caía sobre los hombros resaltando aquellos feroces ojos que no eran humanos, y su cuerpo era todo músculo.

Los ojos de Faith se negaban a obedecer sus órdenes y continuaron recorriendo la figura masculina a pesar de saber que era un error, que él lo consideraría una invitación. Pero de todas formas se demoró en la fina línea de vello que salpicaba el torso y que reaparecía, en un tono más oscuro, en el ombligo. Aquel estrecho sendero descendía en un flagrante desafío… se dijo a sí misma que debía apartar la mirada, pero ya era demasiado tarde. Vaughn se erguía en toda su gruesa y dura longitud.

Un quejido escapó de su garganta mientras su mano aferraba espasmódicamente la barandilla. Vaughn era magnífico. Nunca había visto a un hombre desnudo y que se sintiera tan a gusto en esa condición. El corazón le aporreaba con tal violencia contra las costillas que le dolía. Tenía que huir. Tenía que mirar. Vaughn se detuvo a un pelda?o por debajo de ella, y seguía siendo más alto, más fuerte, primitivo e innegablemente masculino.

Aquellos ojos medio humanos capturaron los suyos.

—?Qué quieres?

—No lo sé —respondió Faith roncamente desde lo más profundo de su ser, desde aquella parte secreta y desconocida que tenía la capacidad de sentir el horror más atroz y el deseo más exquisito.

—Puedes tocarme —le dijo en un ronroneo que la envolvió como la más suave y sensual de las caricias, como el roce de su pelaje—. Yo te he tocado a ti… es tu oportunidad de resarcirte.

??Tocarle??

No era una buena idea. Con toda seguridad fragmentaría su mente y la dejaría hecha mil pedazos.

—No puedo.

—Solo hasta donde tú quieras —la engatusó—. Te doy plena libertad. —Levantó los brazos, se asió al borde del alero que protegía el porche—. Lo prometo.

?Confiar en un gato? Tendría que estar loca.

—Tengo que volver a casa —susurró, pero tenía los ojos clavados en los carnosos labios de Vaughn, y en su mente resonaban aún los ecos de sus fantasías eróticas.

—No hasta dentro de unas horas. Hay tiempo de sobra para jugar.

?Tiempo de sobra para reparar sus escudos? Los que la guardaban de la PsiNet resistían, pero a pesar de todo lo que había aprendido esa noche, aún no había descubierto un método para protegerse de la oscuridad y seguir evitando que la castigaran por haber roto el Silencio. Daba lo mismo. Ya estaba loca, porque iba a aceptar la invitación de Vaughn. E iba a disfrutarlo. La tormenta eléctrica que se desencadenaba en sus venas era como una caricia ardiente y el pulso entre las piernas, un inquietante pero exquisito placer.

Sentía.

Alzó la mano que no tenía sujeta a la barandilla y titubeó, consciente de la naturaleza animal de Vaughn.

—?Lo prometes?

Vaughn hizo un pícaro ademán de mordisquearle los dedos, que tan cerca estaban de su boca.

—Lo prometo.

—Incluso si… —No sabía cómo expresar lo que quería decir.

—Incluso si me lames y me niegas el orgasmo. Incluso entonces.

Una llamarada de fuego se paseó por su mirada ante la idea de jugar con él de ese modo, tan escandalosamente íntimo que nunca antes había sido capaz de entender la tentación que representaba para las mujeres humanas y cambiantes. ?Qué satisfacción podría obtener una mujer de dicho acto? Ahora lo sabía. La sola idea de tenerle a su merced, de darle tanto placer, era una droga en sí misma. Tal vez una droga demasiado poderosa.

—Puedo tener una reacción adversa. —A todo cuanto intentaran.

—Te detendré antes de que vayas demasiado lejos. No dejaré que te quedes indefensa.

?Demasiado lejos? ya no marcaba un límite tan claro como antes.

—He de confiar en ti.

—Sí —declaró sin ofuscación, tan solo la pura verdad.

Sus dedos acariciaron los labios de Vaughn cuando terminó de hablar y esperó a que llegara la punzada de miedo, de dolor. Esta se produjo, su mente condicionada rehuyó aquel acto. En lugar de retroceder, dio rienda suelta a la tormenta eléctrica de su interior. Era tan extrema, tan visceral, que sepultó el miedo y el dolor bajo una avalancha de puras sensaciones. Y fue libre.

Presionó contra sus labios y él los entreabrió para dejar que Faith deslizase un dedo en el interior. Cuando Vaughn lo chupó, la sensación repercutió directamente en la palpitante carne entre sus piernas.

—?Cómo? —Estremecida por la intensidad que tan simple acto inspiraba, comenzó a retirar el dedo.

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