La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(69)



Kaleb había sido reclutado por el Consejo casi inmediatamente después de su triunfal graduación en el Protocolo. Su ascenso había sido meteórico, máxime teniendo en cuenta que era un cardinal; aunque la mayoría de los cardinales trabajaban para el Consejo, eran demasiado cerebrales para que les interesase la política y el poder.

Faith pasó otra página del expediente y se sorprendió al ver una lista de personas desaparecidas. Al menos diez miembros de alto rango de la subestructura del Consejo habían desaparecido en extra?as circunstancias y, en todos los casos, Kaleb había sido el beneficiado. Sin embargo, no había nada que le inculpase; un hecho que solo serviría para aumentar su atractivo a los ojos de los mortíferos seres que conformaban el actual Consejo.

Faith era una tierna florecilla en comparación con él. Lo cual suscitaba la pregunta de por qué la habían nombrado candidata. Estaba a punto de ahondar en el expediente de Kaleb cuando lo sintió. La llamada de la oscuridad.

—No.

Parecía obsceno que después de tres días de paz mental, aquella maldad la hubiera localizado a plena luz del día.

Su primer impulso fue el de luchar, el de impedir la repetición de la última y malévola invasión. Pero estaba harta de huir. Si podía relacionarse con un jaguar y salir ilesa, entonces podía enfrentarse a la faceta más desagradable de sus propias habilidades. Expulsando el aire que estaba conteniendo, dejó que él la dominara e hiciera alarde de sus triunfos. Vio a través de sus ojos, se obligó a observar aquello que aún no había sucedido. Podía cambiarse, era mutable. Pronto llegaría el día en que él persiguiera al objeto de sus fantasías, en que lo acechara y urdiera su plan. Faith estudió cada aspecto de su futura víctima y trató de descubrir quién era, dónde estaba y, lo más importante, en qué tiempo.

Llevaba un traje negro con una camisa blanca, su piel tenía un extra?o tono entre los psi tras generaciones de mestizaje; un blanco puro con palidísimos matices azulados subyacentes. Pero la gélida impavidez de su rostro mostraba que era indiscutiblemente miembro de la raza de Faith. La psi desconocida tenía el cabello rubio platino, que armonizaba con su tez y sus ojos de un vívido azul. No se parecía en nada a Marine.

Pero su mente insistía en susurrarle que el asesino no había sentido lo mismo con Marine. Las visiones relacionadas con su hermana se habían centrado únicamente en la muerte en sí y en las emociones del asesino durante la misma, en tanto que esa nueva víctima iba a ser perseguida, vigilada, saboreada. Sí, para él había sido un subidón acabar con la vida de Marine, pero no había experimentado la sensación extrema de expectación que sentía en esos momentos. Tal vez de haberlo hecho, ella habría podido comprender a tiempo… habría podido salvar a Marine de la agonía de ser asfixiada.

Se libró de las opresivas cadenas de la culpabilidad, cadenas que podrían costar otra vida, y siguió su anterior curso de pensamiento. Su recién despertado instinto le decía que la clave de todo radicaba en responder a la cuestión de por qué Marine y la nueva víctima inspiraban reacciones tan dispares en el depredador.

Mientras se debatía ante aquella pregunta, la oscuridad se desvaneció de su mente. El asesino había quedado aplacado por su aquiescencia, pero esa era una deducción poco fiable. La próxima vez podría decidir violar su mente. No obstante, en esos momentos no podía pensar en aquella posibilidad. Porque alguien la estaba vigilando. Y ese alguien hacía que se le erizase el vello.

Abrió los ojos y se encontró frente a frente con Nikita Duncan, una consejera y una de las mujeres más peligrosas de la red. Según se decía, el veneno de su mente era más letal que el virus biológico más mortífero. Y había encontrado a Faith en medio de una visión oscura.

Faith se levantó y se sacudió la parte trasera del vestido.

—Consejera Duncan.

—Te pido disculpas por molestarte. —Los ojos almendrados de Nikita eran perturbadores y penetrantes—. Creía que tus visiones tenían lugar en un entorno monitorizado.

Faith sacudió la cabeza y le dijo una verdad a medias.

—A veces activo sin querer un detonante mientras considero la mejor manera de abordar un proyecto, o simplemente mi cabeza encuentra este entorno más propicio para una visión en particular.

—Entiendo. Bien, supongo que los guardias no están lejos, así que no hay motivo de alarma.

Y tampoco una verdadera intimidad.

—No. —Se enfrentó a la mirada de Nikita—. ?Qué puedo hacer por usted, consejera?

Lo último que Vaughn esperaba ver cuando saltó la verja y siguió el olor de Faith hasta una zona escondida de la propiedad era a su compa?era enfrascada en una conversación con Nikita Duncan. Consciente de que la madre de Sascha era una poderosa telépata, permitió que la bestia asomara la cabeza; si ella le detectaba podría no reconocerle como a un cambiante. Además siguió manteniendo una distancia considerable entre ellos. Pero podía escuchar cada una de las palabras que se decían. Y lo que oyó hizo que quisiera destrozar con las garras la rama bajo la que se encontraba.

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