La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(37)
El panel de comunicación junto a la cama sonó. Sin duda habían captado el ruido que había hecho al caerse. Los sensores exteriores eran muy sensibles y ella había causado un gran estrépito. Obligándose a levantarse, respondió sin activar la opción visual.
—Me he tropezado con algo.
—?Estás herida?
—No. Estoy bien. Te ruego que no me molestes hasta ma?ana. —Cortó la comunicación con aquella escueta declaración consciente de que su máscara estaba a punto de resquebrajarse. Su voz parecía a punto de temblar, de llorar.
Fase dos en el inevitable proceso que conducía a la locura a un psi-c.
Tenía que salir de aquel claustrofóbico recinto. Pero no podía marcharse. Ahora no. Todos eran demasiado conscientes de su insomnio… podrían incluso intentar ponerse en contacto con ella a pesar de sus órdenes. Las ganas de huir eran tan grandes que su piel tirante parecía a punto de estallar.
No podía satisfacer sus impulsos, no podía correr hacia la libertad ni tampoco abandonar aquella seguridad y salir en busca del depredador cuyos ojos brillaban en la oscuridad. Una criatura tan letal, que no debería haber pensado en él al mismo tiempo que en la palabra ?seguridad?. En cualquier caso, el jaguar estaba fuera de su alcance; ella era una prisionera en aquel lugar al que todos llamaban su casa. ?Llegaría el día en que se convirtiera en su tumba?
Estremeciéndose solo de pensar en algo tan morboso, regresó de nuevo a la cama y se tumbó con la vista clavada en el techo y los recuerdos de la sangre y el horror como únicos compa?eros. Y aunque se negaba a reconocer que sentía algo, la soledad le atenazaba el corazón.
Y dolía.
Faith despertó en el preciso instante en que sintió el roce de una respiración en el cuello. El corazón comenzó a latirle con fuerza. Conocía aquel olor masculino, pero su presencia allí era imposible. Creyéndolo una fantasía de su estresada mente, abrió los ojos y se encontró mirando el rostro de un jaguar humano. Estaba tumbado junto a ella, con la cabeza apoyada en una mano.
—?Qué estás haciendo en mi cama? —preguntó demasiado sorprendida para reprimirse.
—Solo quería saber si podía hacerlo. —Se había dejado el pelo suelto y este le caía sobre los hombros en una brillante masa ambarina, a pesar de que la única luz procedía de una peque?a lámpara de mesilla.
Aquella lamparita normalmente la ayudaba a delimitar la línea que separa la vigilia del sue?o, pero en ese momento no estaba segura de en cuál de los dos mundos se encontraba. Levantó la mano y le tocó el pelo. Cálidos mechones se deslizaron entre los dedos de Faith. Aquella inesperada y sorprendente sensación hizo que los apartara de golpe.
—Eres real.
Una leve sonrisa curvó los labios del jaguar.
—?Estás segura? —Le dio un ligero beso en la boca.
El contacto fue increíblemente fugaz, pero ella sintió que se quemaba.
—No cabe duda de que eres real.
Una acusación que Vaughn, totalmente impenitente, recibió con una risilla.
—No hagas ruido —le advirtió Faith—. Este cuarto y el ba?o son privados, pero todo lo demás está vigilado. ?Has…?
—No saben que estoy aquí. —Alzó la mirada hacia la claraboya del techo que nadie debería haber sido capaz de abrir—. Los psi no vigilan el peligro que proviene de las alturas.
Faith no se explicaba cómo lo había conseguido, pero no le sorprendió; Vaughn era un gato, después de todo.
—?Te ha enviado Sascha?
—Sascha cree que te devoraré si tengo la oportunidad.
—?Lo harás? —No se fiaba de Vaughn, del jaguar que acechaba en la oscuridad tras aquellos hermosos ojos.
Notó que un dedo le acariciaba el rostro y Faith se obligó a no moverse. Era fuerte y superaría aquel bloqueo. El recuerdo sensorial del cabello de Vaughn aún hormigueaba en sus dedos y se preguntó cómo sería su piel.
—Acércate y lo descubrirás. —La voz del centinela se había vuelto ronca, pero no había nada amenazador en ella. Casi era…
Rebuscó en su diccionario mental y dio con la respuesta.
—Intentas engatusarme.
Nadie había intentado nada semejante con ella. Le habían exigido, le habían ordenado e incluso solicitado de forma condescendiente, pero nunca nadie se había mostrado persuasivo con ella.
Vaughn estaba más cerca, a pesar de que no había notado que se moviera. Pero seguía encima de las sábanas en tanto que ella estaba debajo. Entonces, ?por qué podía sentir el calor de su cuerpo, casi como si su temperatura fuera mayor que la de ella?
—Quizá.
Faith necesitó un segundo para recordar la pregunta que le había hecho.
—?Por qué? —Tenía las manos encima de las sábanas, a tan solo un suspiro de su torso desnudo. Faith abrió los ojos como platos—. ?Estás desnudo?
—A menos que tengas algo de ropa que dejarme, sí. —Parecía completamente cómodo con respecto a su desnudez.
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