La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(36)



Algo brutal e inquietante arremetió contra los muros que había erigido para contener las visiones y Faith supo que tenía que salir de allí antes de que explotara y la dejara en evidencia. Porque las visiones comerciales nunca eran tan poderosas, tan agresivas. Dejó el libro y bajó las piernas por un lado del sillón.

—?Mi respuesta, padre?

—Todo ciudadano tiene derecho a la intimidad —reconoció—. Pero si necesitas ayuda, ponte en contacto conmigo.

—Por supuesto.

Faith apagó la pantalla sin despedirse; era algo redundante en su situación, cosa que había descubierto siendo ni?a. Pero al menos ahora la dejarían en paz en la red, lo cual era un gran paso. Nadie podía albergar sospecha alguna sobre ella en ese particular; incluso la información que había descubierto sobre Sascha provenía de boletines informativos. Sin embargo, sus próximas búsquedas no iban a ser tan simples.

Notó otra violenta arremetida contra su mente. Salió tranquilamente del cuarto y se obligó a coger una botella de agua y varias barritas nutritivas de la nevera. En cuanto enganchó una barrita apareció en su cabeza la imagen de la sonrisa burlona de Vaughn. Podía imaginar lo que diría él sobre la comida que había elegido y, aunque era un juego peligroso, se permitió el lujo de concentrarse en el jaguar de camino a su dormitorio. Una vez dentro, dejó la comida y cerró la puerta.

El siguiente empellón casi la hizo caer al suelo. Faith se tambaleó, pero permaneció de pie… si caía, los sensores situados al otro lado de la puerta podrían percibirlo. Respirando con calma, se las arregló para llegar a la cama antes de derrumbarse. El sudor le empapaba manos y sienes… una reacción fisiológica a factores de estrés desconocidos.

?Miedo.?

Era una psi. No debería sentir miedo. Pero tampoco debería estar viendo lo que ahora estaba forzada a ver. Entonces la oscuridad atravesó las delgadas paredes de sus defensas y le clavó las garras en su mente. Faith arqueó la espalda, cerró los pu?os, apretó los dientes con fuerza brutal y ya no fue consciente de nada que no fuera la visión.





9


Parecía que la oscuridad supiera cuándo se encontraba sola y en su momento más desvalido. Como una bestia sanguinaria aguardando en las sombras a que su presa bajara la guardia, se coló a través de los canales de precognición y se hizo con el control de sus sentidos. Y entonces esa cosa —él— la obligó a contemplar lo que acabaría pasando si no se le detenía.

Sangre, tanta sangre en sus manos, en su pelo, en su piel. La pálida fragilidad de la mano masculina era casi visible bajo el intenso y oscuro manto que la envolvía… ?Aguarda un momento.? él era mayor, contaba con más décadas de experiencia que el delgado muchacho cubierto de sangre que estaba viendo. Pero era la misma oscuridad, la misma maldad. Faith comprendió lo que estaba viendo, aunque era algo que raras veces le había sucedido.

Una inesperada manifestación del don de la clarividencia eran las visiones regresivas, la habilidad de ver el pasado. Los psi-c cuyas visiones se centraban prácticamente en el pasado eran muy escasos, extremadamente raros. Faith no recordaba a ninguno en los últimos cincuenta a?os. Cuando aparecían, tendían a enrolarse en las fuerzas del orden. Pero los psi-c más activos normalmente tenían una o dos visiones regresivas al cabo del a?o. En su caso, siempre había captado imágenes inocuas conectadas con el futuro que trataba de vislumbrar.

Nunca había estado tan cubierta de sangre como para estar pegajosa, como para que un intenso olor metálico inundara sus fosas nasales cada vez que inspiraba. Tenía las pesta?as pegoteadas de esa sustancia seca, que también se le había incrustado bajo las u?as, tan oscura que era casi negra. Las huellas de sus pisadas habían comenzado a fijarse a medida que el rojo fluido se coagulaba. En una mano sujetaba el cuchillo que había utilizado. Cuando lo levantó, la luz de una antorcha arrancó destellos al mortal objeto.

?Una antorcha?

Al girarse, se sorprendió rodeada por una docena de hombres vestidos con trajes negros. La visión se fracturó y cuando abrió de nuevo los ojos, se encontraba en los confines de una habitación totalmente blanca. La sed de sangre corría por sus venas y se dio cuenta de que era mayor, a?os mayor. Y estaba hambrienta. Muy hambrienta… de presas humanas.

Otro violento salto en el tiempo. Estaba con los hombres de negro otra vez. Estos la liberaron justo al comienzo de un laberinto y comenzó a correr. El miedo que sentía en su presa la atraía como si de una droga se tratase. Corrió con paso seguro sabiendo que ellos habían elegido un sacrificio apropiado. Siempre lo hacían.

Su mano aferró el cuchillo. Divisó la vulnerable nuca de la chica que se había tropezado y caído de bruces al suelo. Una sonrisa expectante se dibujó en su cara. Iba a ser muy divertido.

??No!?

Faith se zafó de la visión con tal violencia que cayó al suelo. Tras acurrucarse en posición fetal, intentó sofocar los quejidos, trató de borrar los vestigios de sangre de su cerebro. Durante aquellos prolongados momentos se había convertido en el asesino, en la misma maldad que le había quitado la vida a su hermana. Eso fue lo que le había hecho volver en sí: saber que si dejaba que continuase, podría sentir sus propias manos alrededor del cuello de Marine.

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