La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(35)
—Por lo que he oído, nadie sabe nada.
—Lo que de verdad me gustaría saber es cómo abandonó la red Sascha Duncan —dijo la misma mente que había planteado la pregunta sobre Santano.
—Eso es agua pasada… era débil y no podía mantenerse conectada. Es probable que su mente no estuviera hecha para mantenerse enlazada, razón por la cual ha sobrevivido.
—Una respuesta aceptable, pero ?no te parece demasiado conveniente?
Se hizo un breve silencio y luego alguien dijo:
—Quizá deberíamos continuar con esta conversación en un lugar más seguro. —La mente salió como una centella y las otras la siguieron hasta un destino seguramente conocido por las tres.
Intrigada por lo que había escuchado, Faith recorrió diversas salas, pero no encontró a nadie que discutiera sobre tan incendiarios asuntos. No obstante, fue una verdadera suerte que hubiera estado vagando sin propósito aparente, pues al final descubrió que tenía dos sombras vigilando sus pasos. Rehízo mentalmente el camino que había realizado y se dio cuenta de que habían estado allí desde el principio.
Sabía quién era responsable de hacer que la siguieran. Incluso en el supuesto anonimato de la PsiNet, era demasiado valiosa para dejarla sola. Una especie de gélida cólera se asentó en sus entra?as, tan intensa que podía sentir cómo le quemaba. Y poco le importó que pudiera parecer una respuesta emocional.
Emprendió el regreso a su mente siguiendo un camino lo más directo posible. En cuanto estuvo tras los muros de su psique, abrió los ojos y se planteó cuál iba a ser su próximo paso. ?Revelaría demasiado los cambios operados en ella si exigía disponer de privacidad? ?Podría vivir sabiendo que nunca la dejarían sola?
No.
Reprimiendo todo aquello que arremetía contra las paredes de su Silencio condicionado, se levantó, se recogió el cabello en un sencillo mo?o y se puso uno de los vestidos holgados que prefería llevar mientras trabajaba. Este era de color teja, con tirantes finos, y el dobladillo le llegaba hasta los tobillos. Aunque las visiones se negaran a abandonarla, al menos su cuerpo disfrutaría de una sensación de libertad.
Ya preparada, se encaminó hacia el salón y ocupó su posición habitual en el sillón. Habrían comenzado a monitorizarla nada más entrar en la estancia, pero ahora estarían atentos ante la expectativa de una sesión. En vez de eso, erigió las murallas más resistentes imaginables —no podía impedir las visiones, pero sí contenerlas de vez en cuando durante un tiempo— y se puso a leer un libro.
Cuando lo terminó dos horas más tarde, sabía que tenían que estar impacientándose. Nunca había utilizado el sillón para cosas tan mundanas. A continuación cogió otro libro. Al cabo de diez minutos, el panel de comunicación anunció una llamada entrante. Utilizó el mando a distancia para encender la pantalla que tenía frente al sillón.
—Padre.
El título no era más que un modo conveniente de referirse a él. Anthony Kyriakus era un extra?o para ella salvo como fuerza dirigente del clan, sin importar que una parte de su sangre corriera por sus venas.
—Faith, el equipo médico me ha informado de un comportamiento errático en ti.
Ahí estaba, pensó, la solicitud de un examen mental y físico completo.
—Padre, ?considerarías una violación de tus derechos como ciudadano libre ser vigilado en la PsiNet? —Una pregunta absolutamente lógica—. ?O me está permitido seguirte adondequiera que vayas?
Los ojos casta?os de Anthony mantuvieron su fría expresión.
—Ha sido por tu propia seguridad.
—No has respondido a mi pregunta. —Tomó de nuevo el libro—. Como parece que no puedo informarme en privado, he pensado que debería hacerlo en público. —Una amenaza sumamente sutil.
—Nunca has mostrado el menor deseo de estar en completo aislamiento.
Aislamiento, no intimidad. Cada vez resultaba más claro que habían estado dirigiendo su vida de un modo determinado desde siempre. Pero él tenía razón, no podía mostrar un cambio drástico sin una explicación. Un vago recuerdo de la red le dio la inspiración, y si procedía de la misma parte de ella que le mostraba las visiones, optó por ignorar ese hecho.
—Tal vez un cardinal adulto con la rara designación ?c? podría estar interesado en otras oportunidades… pero es muy improbable que dichas oportunidades se le ofrezcan a alguien que tiene una ni?era.
Al ver la rapidez con la que en el rostro de su padre se reflejó que la había entendido, a Faith no le cupo la más mínima duda de que Anthony ya había estado considerando esa misma perspectiva.
—Es un juego peligroso. Solo los fuertes sobreviven.
—Razón por la que no puedo parecer débil.
—?Has oído algo en concreto?
—Te lo contaré a su debido tiempo. —Una mentira flagrante porque ese momento nunca llegaría, sin importar lo que su padre creyera. El Consejo difícilmente iba a contemplar la posibilidad de incorporar a un clarividente asceta como miembro. Pero era una razón casi perfecta que esgrimir como excusa para reclamar su privacidad.
Nalini Singh's Books
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