La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(34)
Por así decirlo, la arrogancia era algo que se les presuponía. Que su gente hubiera subyugado sus sentimientos no significaba que hubiesen dejado de ser conscientes de las diferencias de clase, riqueza y poder. Por primera vez pensó en el poder político que poseía y que no aprovechaba. Tal vez incluso tuviera la suficiente influencia para prescindir de toda vigilancia, menos cuando estaba en el sillón. Quizá no de inmediato, pero ?poco a poco?
Dirigiendo la vista hacia el mueble en el que había pasado gran parte de su vida, tomó una decisión. En lugar de sentarse en él, regresó a su dormitorio y se tumbó en la cama. Iba a emplear el tiempo libre que aún le quedaba para recorrer la PsiNet, para buscar información cuya existencia nunca antes había considerado posible… porque sus guardianes la habían mantenido entre algodones hasta tal punto que se había convertido en una prisionera.
Habían llegado al extremo de advertirle que no era aconsejable que se expusiera en exceso a la red, diciéndole que su mente era más vulnerable que la del resto de las designaciones y que, por tanto, era más fácil penetrar en ella de forma clandestina. En respuesta, Faith había construido cortafuegos más fuertes y raras veces se aventuraba fuera de ellos. Pero si Sascha Duncan no era una psi imperfecta, entonces era posible que Faith NightStar no fuera débil. Retazos de recuerdos irrumpieron en su mente. Vaughn la había tocado, la había besado, y en ningún momento había ocultado la intensa naturaleza de su personalidad. Pero ella había empezado a aprender a sobrellevarlo. Y si era capaz de enfrentarse a un jaguar…
Inspiró hondo, cerró los ojos y abrió la mente hacia la oscura noche aterciopelada de la PsiNet. Las estrellas brillaban en la oscuridad, pero esas titilantes luces estaban vivas, las mentes únicas de millones de seres psíquicos. En cuanto entró en la red, sus cortafuegos móviles se alzaron para proteger su psique exploradora. Aquellos que carecían de cortafuegos eran vulnerables al sabotaje y a sufrir una posible emboscada, como que dejasen su mente errante incomunicada del cerebro físico, un modo seguro de garantizar un coma irreversible. La mayoría de los psi estaban obsesionados con sus cortafuegos. Faith había acabado obsesionándose también.
Llevaba ausente durante un par de minutos a lo sumo, dejando que la información se filtrara en vano a través de ella, cuando sintió que algo nuevo y sensible la rozaba al pasar por su lado. La MentalNet. Esta se detuvo y Faith sintió que la rozaba de nuevo, como si estuviera verificando algo.
Aparentemente satisfecha por sus patrones cerebrales, la MentalNet siguió su camino. Era extra?o que se hubiera detenido, pero Faith podía entenderlo; era poco probable que la MentalNet, que todo lo veía, se hubiera encontrado a menudo con uno de los psi-c navegando por un flujo activo de datos.
A su alrededor, la red era un hervidero de información y actividad. Mentes desplazándose fluidamente hacia distintos destinos, otras desapareciendo sin previo aviso mientras seguían enlaces no visibles para la mente de Faith. Aquello era normal. La PsiNet se basaba hasta cierto punto en lo que cada psi ya sabía… ?Cómo podía conectarse a una mente y, por tanto, a un lugar de los que no tenía referencias?
La inmensidad y el desconocimiento de los flujos de datos que la rodeaban la llevaron a moverse con sigilo guardando discreción en cuanto a su presencia. Al haber dejado atrás su estrella cardinal, no era más que otro psi en la red. La mayoría de los cardinales no se molestaban en proteger su fulgor, semejante al de las supernovas, ni siquiera cuando deambulaban, pero Faith prefería viajar de incógnito. Sus complejos cortafuegos sirvieron para mantener su anonimato. Lo más curioso era que había sido el clan psi quien le había ense?ado las técnicas que enmascaraban su identidad; lo había considerado una precaución para prevenir que la tomaran como rehén.
Faith vagó hasta una sala de chat psíquica, algo que no había hecho nunca. Los psi-m habían sido muy explícitos con respecto al peligro de sobrecarga que entra?aba aquel lugar de reunión completamente impredecible.
—He oído que están considerando candidatos —intervino una mente en la conversación.
—Se han tomado su tiempo —respondió otra.
—Perder la fortaleza del cardinal Santano tiene que resultar preocupante para algunos de los miembros más débiles —dijo una tercera mente.
Lo más probable era que Faith no hubiese tenido ni idea de lo que estaban discutiendo de no haberse tropezado con el nombre del antiguo consejero Santano Enrique durante su investigación sobre Sascha. Mientras se mantenía atenta a la conversación, buscó un punto más discreto desde el que escuchar mejor y se quedó inmóvil.
—Ninguno de los consejeros es débil —replicó la primera mente—. únicamente a los aspirantes les gusta creer lo contrario.
—?Se sabe algo sobre los candidatos?
—He oído que el Consejo ha decretado el secreto de sumario. Cualquiera que lo viole se enfrenta automáticamente a la rehabilitación.
—?Alguien sabe qué fue lo que le sucedió realmente a Santano? Solo se informó que había fallecido por causas desconocidas.
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