La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(23)



Siguiendo a su presa al interior de la casa, vio que se reunía con Sascha en medio del salón. Vaughn levantó la mano para frotarse el tatuaje del brazo; su lealtad hacia los DarkRiver provenía del más cruel acto de traición y estaba grabada en piedra.

Fueron los leopardos quienes acudieron en su ayuda en un tiempo en que había perdido a todos y todo cuanto le importaba. Y fue Lucas quien le había tendido la mano de la amistad que le había hecho salir del violento abismo de una ira capaz de consumirlo todo. Daría la vida por su alfa, y hasta ese momento nada ni nadie había amenazado jamás con alterar su inquebrantable resolución. Lo que Faith le estaba provocando solo unas pocas horas después de haberla conocido le hacía recelar aún más sobre la certeza de su reacción a ella.

Faith se quedó dormida segundos después de apoyar la cabeza sobre la almohada, agotada de cuerpo y de mente. Pero eso no detuvo las visiones. Nada lograba jamás impedirlas cuando estaban empe?adas en dar con ella.

La oscuridad rozó su conciencia y el pulso se le aceleró. Reconocía aquella oscuridad. No era amistosa, no era algo que deseara ver. Pero la oscuridad sí quería que Faith viera. Eso le proporcionaba un retorcido placer, placer que ella comprendía no porque fuera el suyo propio, sino porque estaba generado por la oscuridad. Durante esas visiones ella era la oscuridad y de haber sido capaz de sentir miedo, ese hecho la habría aterrorizado. Pero, como era natural, no estaba asustada; ella era un producto del Silencio.

La oscuridad aún no resultaba aplastante. Parecía… satisfecha. Su necesidad había sido saciada por el momento y estaba saboreando el maldito subidón. Pero entonces le mostró un atisbo del futuro. No verlo le era tan imposible como dejar de respirar.

Asfixia.

Tortura.

Muerte.

Incapaz de soportar aquel espanto, intentó alejarse, pero la oscuridad se negaba a dejarla ir. El corazón le latía a un ritmo peligroso e irregular. Aquello era imposible, trató de se?alarle su pragmática mente psi. Pero esta se vio sofocada por las primitivas entra?as de su psique, que gritaba porque sabía que sí era posible.

A veces las visiones no se marchaban jamás. El resultado final era la locura, tan profunda y extrema que de la mente solo quedaban retorcidos fragmentos. Faith ara?ó la oscuridad, pero no había nada a lo que sujetarse, nada que le permitiera abrirse paso y salir de ella. Estaba en todas partes y en ninguna, una prisión opresora de la que no podía escapar. Su desbocado corazón comenzó a reducir el ritmo mientras su mente concentraba toda su energía en encontrar un modo de escapar… solo para estrellarse contra un muro.

Entonces percibió un contacto, una alarma sensorial tan estridente que cortó de golpe los hilos entretejidos de la visión. Despertó sobresaltada y se encontró con un par de ojos que no eran del todo humanos. Tras inspirar de forma entrecortada, se percató de que unas manos le asían la parte superior de los brazos. ?Piel contra piel.? La camiseta de tirantes que llevaba puesta estaba empapada en sudor y, como era de esperar, debería haber comenzado a colapsarse a causa de la sobrecarga sensorial.

—No me sueltes —dijo con la voz áspera a pesar de todo—. No me sueltes o volveré a caer.

Vaughn la apretó con fuerza preocupado por la expresión en los ojos de Faith. Parecían estar desenfocados, como si no estuviera del todo despierta.

—Háblame, Faith.

Ella continuó respirando entrecortadamente y entonces, para sorpresa de Vaughn, extendió los brazos para ponerle las manos sobre el pecho. Su contacto era puro calor pese a que él había esperado frialdad. Casi quemaba, y el jaguar quería más.

—No dejes que caiga de nuevo. Por favor, Vaughn. Por favor.

No comprendía qué era lo que tanto la asustaba, pero él era un centinela y sabía proteger a los demás. Sus sentidos se habían puesto alerta hacía unos minutos a pesar de que Faith no había hecho el menor ruido. Vaughn había entrado en su cuarto con sigilo esperando que ella se despertase y le dijera que se largara de allí. En vez de eso, se la había encontrado apenas respirando, empapada en sudor y las manos cerradas en un pu?o con tal fuerza que sangraban por los diminutos cortes que habían hecho las u?as.

Ahora ese mismo instinto le impelía a estrecharla fuertemente entre sus brazos. El contacto desestabilizaba a Faith; quizá le afectara tanto como para traerla de vuelta de dondequiera que hubiera ido.

Negro absoluto.

Por fin se percató de qué era lo que le pasaba a los ojos de Faith y que tanto le preocupaba: una completa ausencia de estrellas. Había visto cómo los de Sascha hacían eso mismo en una ocasión, pero esa noche había algo diferente en Faith, como si hubiera una oscuridad más profunda detrás de la negrura que alcanzaba a ver. Le pasó la mano por la espalda y la introdujo por debajo del cabello para asirle la nuca. La mujer a la que había conocido unas horas antes le habría empujado y amenazado con sufrir un ataque. La que tenía delante estaba demasiado quieta, demasiado pasiva.

—?Quieres que te bese, pelirroja? —la desafió—. Nunca he besado a una psi. Podría ser divertido.

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