La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(18)
—O tal vez eso era lo que les venía bien decirte. —La voz de Vaughn fue como un ronco roce sobre su piel. Imposible. Semejante efecto no tenía base en las respuestas fisiológicas de las especies humanas.
—Mi familia no gana, ni ganaba, nada mintiéndome.
—Dime, Faith, ?cuánto dinero generas para el clan? —Por alguna razón, la voz de Sascha era diferente a la de cualquier otro psi que Faith hubiera escuchado. Parecía tener un efecto tranquilizador sin que pudiera apreciarse presión psíquica discernible.
—No llevo la cuenta. —Pero lo sabía—. Mi familia se asegura de que tenga todo cuanto necesito.
—Me hago una idea —dijo Sascha—. Vales millones. Y ha sido así desde que empezaron a adiestrarte para que les dieras lo que necesitaban: previsiones en el lucrativo campo de las finanzas.
—Las visiones no se pueden impedir.
—No. Pero como ha dicho Vaughn, quizá puedan canalizarse.
Faith no respondió y nadie dijo nada más, pero ella podía escuchar su silencio. Por mucho que intentara no escuchar nada.
Vaughn estaba irritable, como si le estuvieran acariciando el pelaje a contrapelo. Miró a la mujer con los ojos vendados que se encontraba a escasa distancia y supo que ella era la culpable. Pero después de haber explorado su mente en busca de posibles trampas —un truco que Sascha había ense?ado a todos los centinelas— sabía a ciencia cierta que Faith no estaba utilizando sus poderes psi con él.
El felino suponía que estaba bien darse el gusto. Levantó la mano para acariciar con el dedo uno de los mechones de aquel cabello que descansaba contra el respaldo del asiento. Una vez más, sintió que Faith se quedaba levemente paralizada. Vaughn frunció el ce?o. A los psi no se les conocía por poseer una sensibilidad extrema a los estímulos físicos, lo cual hacía que Faith fuera más interesante.
El coche redujo la velocidad.
Haciendo gala de su agilidad felina, Vaughn se apeó casi antes de que el vehículo se detuviera.
—Ya hemos llegado. —Aunque abrió la puerta de Faith, dejó que se bajara ella sola.
Ella se movió con incertidumbre, pero no tardó en salir y situarse junto a la puerta adoptando la postura rígida típica de su raza.
—No —le ordenó Vaughn cuando ella se disponía a levantar las manos.
Acto seguido alargó los brazos y le desató el pa?uelo. El felino que moraba en su interior aprovechó la oportunidad para deleitarse con el intenso y dulce aroma de Faith, pero el hombre se mantuvo en guardia.
Ella parpadeó a causa de la luz procedente del porche —Lucas había encendido la única bombilla— y Vaughn vio por primera vez sus ojos como hombre y no como animal. Los encontró igual de impresionantes, igual de bellos. Dos pedacitos arrancados al cielo nocturno.
Faith alzó la mirada… y tuvo que alzarla un poco más. Tal y como había deducido al sentirle a su espalda, el jaguar era alto en forma humana. Su cabello era espeso, de color ámbar dorado, lo bastante largo como para que le rozara los hombros, y sus ojos… tenían un extraordinario tono áureo: los ojos de un gato convertido en humano. No había nada suave en él, nada dócil. Pero ella, una mujer que nunca antes había entendido el concepto, lo encontró hermoso. Era una reacción inexplicable que su cerebro no podía aceptar, pues contravenía todas las reglas del Silencio.
Se le cortó la respiración y enseguida se tornó más agitada de lo conveniente. Sabía que estaba teniendo una reacción de estrés, pero no podía reprimirla. El ritmo cardíaco comenzó a acelerarse un segundo después. Recordando una sencilla técnica de relajación, apoyó la mano sobre la parte superior de la puerta abierta del coche y apretó. Pero la acción física no surtió efecto.
De pronto, unas manos grandes le enmarcaron la cara obligándola a levantar la vista y a mirar aquellos extraordinarios ojos.
—Para.
Faith levantó las manos y trató de zafarse de las de él. ?Es que ese hombre no sabía que estaba empeorando las cosas? La presión se había multiplicado por mil con aquel contacto de piel contra piel. Calor, sensaciones, poder, todo lo que él era se filtró dentro de Faith y amenazaba con provocar un cortocircuito en su ya sobrecargada mente.
—Vaughn, suéltala. —La orden de Sascha fue como una bendición—. No puede soportar tantas sensaciones.
—Sí que puede. —Aquellos ojos felinos se clavaron en los de ella.
Faith deseaba luchar contra él, pero no tenía ni idea de cómo utilizar sus habilidades en un combate que no fuera mortal. Se tambaleó sintiéndose mareada y se enfrentó a su mirada.
—Voy a perder la consciencia. —Sabiendo el posible peligro que entra?aba para sus escudos en la PsiNet, estaba paralizada ante la agonía física de unas terminaciones nerviosas que se estaban volviendo locas.
—No, no vas a perderla. Si lo haces estarás indefensa. —Vaughn no aflojó—. ?Quieres estar a mi merced?
Faith intentó decirle que no era una decisión que estuviera en su mano tomar. Su cuerpo se estaba colapsando. Y entonces la última de sus neuronas se apagó.
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