La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(13)
Algo se agitó a su derecha y se aferró con más fuerza a la mochila, pero al ver que no sucedía nada, se permitió relajarse. Por extra?o que pareciera, y aunque se encontraba en un lugar y en una situación nuevos para ella, se encontraba más cómoda allí de lo que se hubiera sentido en una ciudad. Las escasas ocasiones en que había visitado ciudades, se había alejado sintiéndose maltrecha en el plano mental, como si hubiera estado bajo un ataque constante. Aquellas experiencias siempre habían hecho que su casa le pareciera más un refugio que una prisión.
Volvió la cabeza para recorrer nuevamente el área con la vista y sintió que todos los músculos de su cuerpo se tensaban. Unos fieros ojos la miraban fijamente con expresión serena. Si hubiera sido humana, se habría desmayado. Siendo las cosas como eran, reprimir su reacción le exigió todo el control que poseía.
—Eres muy sigiloso —dijo, muy consciente de la peligrosa y mortífera criatura que tenía a escasos centímetros—. Imagino que es una de las ventajas de ser un leopardo.
El animal profirió un grave y profundo gru?ido.
—No te entiendo. —?Qué le había dicho para provocar una reacción tan agresiva?
De pronto el leopardo se marchó corriendo y Faith se quedó sola otra vez.
—?Espera!
Pero él ya se había marchado. La lógica dictaba que debería levantarse y ponerse a caminar. Tarde o temprano se tropezaría con otro miembro de los DarkRiver. Dejando la mochila en el suelo, se puso en pie y dio un par de pasos en la misma dirección que había tomado el felino, con la esperanza de ver un sendero.
Una mano se cerró en torno a su cuello y un duro cuerpo masculino se apretó contra su espalda, como una columna de fuego viviente. Faith se quedó completamente inmóvil. Si bien él era ahora humano, sabía con cada fibra de su ser que se trataba del mismo depredador que le había gru?ido un segundo antes. La mano con que le rodeaba el cuello no le hacía da?o, pero sentía su poder, comprendía que podía aplastarle la tráquea sin el menor esfuerzo.
—No soy un leopardo —le dijo al oído, y aquel sonido era tan ronco que se preguntó si había adoptado por completo la forma humana.
—Oh. —No era extra?o que hubiera errado; no sabía casi nada sobre la realidad de los cambiantes. Y ellos jamás se habían metido en el mundo de Faith—. Acepta mis disculpas por haberte ofendido.
—?No sientes curiosidad por saber lo que soy?
—Sí. —También por conocer su rostro humano—. ?Puedo darme la vuelta?
La suave risilla del hombre reverberó por todo el cuerpo de Faith y exigió su completa atención.
—No está tan oscuro, pelirroja… No llevo nada de ropa encima.
El cerebro de Faith tardó unos momentos en analizar cuidadosamente aquella declaración. En cuanto lo hizo, fue muy consciente del intenso calor de su carne apretándose contra ella. Esa parte que ansiaba nuevas experiencias deseaba darse la vuelta, pero sabía que eso sería una auténtica estupidez. No era probable que aquel hombre estuviera dispuesto a satisfacer la curiosidad intelectual que su cuerpo despertaba en ella. Casi le había arrancado la cabeza de un bocado por referirse a él con el nombre de la especie equivocada.
—Por favor, suéltame.
—No.
La rotunda negativa sorprendió a Faith. Nadie le decía que no, mucho menos de esa forma. Siempre intentaban expresarlo en términos más educados. Cierto era que aquel tratamiento hacía que se mostrara más racional y dispuesta a cooperar, pero también le había despojado de los medios con los que enfrentarse a la dura realidad de un mundo en que la gente no seguía las reglas de conducta establecidas.
—?Por qué no?
—?Por qué debería?
Faith levantó la mano hasta la que él mantenía alrededor de su cuello y tiró. No pasó nada. El mensaje estaba claro: no iba a hacerle da?o, pero tampoco pensaba ceder.
—Si no eres un leopardo —dijo, optando por intentar mantener una conversación civilizada—, ?qué eres entonces? Estás en territorio de los DarkRiver y, de acuerdo con mi información, es un clan de leopardos.
—Lo es.
Le acarició distraídamente la piel con el pulgar. Faith reprimió la reacción física antes de que pudiera originarse. Si su cuerpo sentía algo, pronto su mente querría experimentar la emoción, y eso era inadmisible.
—?No eres de los DarkRiver?
?Acaso había sido enga?ada para que confiase en el felino equivocado?
—No he dicho eso.
—?Por qué te niegas a contarme algo?
—Por lo que yo sé, eres una espía o una asesina.
La lógica de su afirmación era irrefutable.
—Solo quiero hablar con Sascha y marcharme. El Consejo me impondría un severo castigo si se enterase.
—Eso dices tú.
Faith reparó en que él olía a tierra y a bosque, a una clase de energía animal que le era desconocida. Desconocida, pero no desagradable. Si fuera capaz de sentir, podría incluso haber admitido que… le agradaba su aroma.
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