La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(12)



Sascha se puso completamente rígida.

—No puede ser. Es imposible.

Los dos hombres la miraron mientras ella comenzaba a pasearse por la casa. Vaughn sintió el impulso posesivo de Lucas como si fuera un ente físico situado entre ellos, y por primera vez atisbó fugazmente cuál podría ser su origen.

—?Qué sucede, Sascha? —Lucas la agarró de la cintura cuando pasó por su lado.

Ella se entregó a su abrazo.

—Podría equivocarme, pero el cabello rojo es un rasgo común en una familia psi en particular de esta área. El clan psi NightStar tiene una incidencia inusualmente alta del gen recesivo. —Sascha hablaba como una psi en esos momentos. Era de esperar. No llevaba más que unos meses entre felinos. La cosa llevaría su tiempo.

—?El clan psi NightStar? —Lucas jugueteó con el cabello de su compa?era.

—Son un grupo de familias emparentadas que operan bajo el clan psi NightStar.

—Dijiste que los clanes psi eran utilizados por los psi-c. —Vaughn se cruzó de brazos, los dedos le cosquilleaban por el deseo de saber cómo sería introducirlos en la sedosa cabellera flamígera de una mujer que escalaba tan bien como cualquiera de las gatas que conocía.

Sascha asintió.

—En la familia NightStar hay antecedentes de psi-c. Son raros, pero los NightStar siempre han contado con al menos uno por generación. Algunos débiles, algunos poderosos. El único cardinal que conozco en toda esta región es Faith NightStar.

?Faith.?

Vaughn paladeó el nombre; encajaba, parecía adecuado para ella.

—?Su apellido es el mismo que el de su clan psi?

—Sí. No sé bien por qué, pero esa es la dinámica que siguen. Forman una conjunción con su clan en lugar de con sus familias individuales. —Se mordió el labio inferior—. Ojos de cardinal y cabello rojo, además de un lugar aislado… podría ser Faith, pero no conozco a todos los psi de esta zona.

—?No la conoces en persona? —preguntó Lucas.

—No. Los psi-c son como sombras. La gente raras veces los ve. Incluso a los de menor gradiente se les considera demasiado importantes como para dejarlos desprotegidos.

—?Por qué querría verte una psi-c? —Lucas miró a Vaughn—. ?Dijo algo más?

—No. Pero lleva más de hora y media esperando, si es que todavía sigue donde la dejé. —Y, por alguna razón, eso puso nervioso al centinela—. Tenemos que ocuparnos de esto.

—Quiero hablar con ella —declaró Sascha.

—De ningún modo.

—No.

Los dos hombres hablaron a la vez; Lucas con el instinto protector de un compa?ero; y Vaughn con el de un centinela. Sascha puso los ojos en blanco y meneó la cabeza.

—Todavía no lo habéis entendido, ?verdad? Nunca seré dócil.

Lucas frunció el ce?o.

—Ninguno de los dos sabéis cómo tratarla, qué preguntas hacerle. De todas formas es muy probable que Vaughn la haya aterrorizado. —Dirigió aquellos ojos estrellados hacia el aludido.

—Los psi no sienten miedo. —Pero Vaughn había notado que la mu?eca de la mujer era muy delicada cuando la tomó entre los dientes—. Es mucho más baja que tú. —Y a pesar de su altura, Sascha era frágil de por sí en comparación con los cambiantes.

Sascha asintió.

—Eso encajaría, si de verdad se trata de una psi-c. Vamos. Y ni se os ocurra discutir conmigo.

Lucas profirió un grave gru?ido. Vaughn abandonó prudentemente la estancia y salió al porche, aprovechando la oportunidad para despojarse de los vaqueros —donde seguía guardado el reloj— y metamorfosearse. Esperó allí hasta que Lucas y Sascha salieron.

—Ve delante y peina la zona. Sascha y yo te seguiremos en el coche. —Lucas no parecía complacido y Vaughn no podía culparle—. Si olfateas cualquier cosa, avisa a Sascha.

Vaughn asintió. Sascha estaba ahora conectada a los centinelas a través de la Red Estelar, una red mental con la que Vaughn no se sentía del todo cómodo, pero que tenía sus ventajas. Aunque no podían comunicarse telepáticamente, sí podían transmitir emociones y sentimientos unos a otros. Eso, por sí solo, hacía que fuera lo bastante distinta a la PsiNet como para aplacar sus instintos más agresivos.

Tras asentir de nuevo, saltó de la casa y aterrizó en el suelo. Sintió la caricia del aire fresco de la noche y seguidamente la tierra bajo sus patas. Acto seguido, emprendió la carrera.





4


Faith no sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había pasado, ya que el felino se había llevado su reloj. Pero estimaba que debía de rondar las dos horas como mínimo, tal vez tres. ?Y si no tenía intención de regresar? Inspiró hondo y se dijo a sí misma que debía concentrarse. Si él no regresaba, volvería al coche y continuaría conduciendo. Entonces se le ocurrió que si el animal tenía la suficiente inteligencia como para haber detenido el vehículo, seguramente era lo bastante listo para haberlo dejado fuera de servicio.

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