La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(106)
—Lo comprendo.
Lucas se movió en su asiento junto al de Sascha.
—Proteger a vuestros jóvenes es lo primero.
No había acusación en su voz, y Sascha supo que había tomado algún tipo de decisión. Pero también pudo sentir su frustración y su necesidad de protegerla. Si llegaba el caso, era consciente de que su compa?ero no tendría el menor reparo en sacrificar a todos y cada uno de los Lauren para salvarla a ella. Resultaba casi aterrador ser objeto de tanta adoración. Casi.
Los otros dos psi le miraron.
—Sí.
—Pero —dijo Judd— podemos ocuparnos de la maniobra de distracción que necesitáis. Sienna y yo somos telépatas con cierto número de… habilidades poco comunes. Hemos descubierto un modo de colarnos de nuevo en la red a través de la mente de un psi débil.
—Nuestra intención es introducir nuestros poderes a través del enlace de ese individuo y distorsionar un par de líneas de comunicación importantes. Va a ser bastante peligroso, esta clase de sabotaje depende del gradiente de la mente que se utilice y la de nuestro tipo apenas llega al 4,5.
Sascha sabía que estaban hablando de control mental, algo ilegal e inmoral.
—Si hacéis eso, no seremos mejores que ellos.
Judd desvió la mirada hacia Hawke y de nuevo hacia ella.
—Solo vamos a utilizar el enlace a la red. Ninguno está interesado en explorar la mente nublada por efecto de las drogas de nuestro voluntario. Tú decides.
Sascha se debatía con el dilema ético que representaba romper una regla por una buena causa: la vida de Brenna contra la invasión de una mente. Lo que le hizo decidirse fueron las vibraciones de dolor que rodeaban a Hawke. El hombre moría un poco con cada segundo que la joven de su clan estaba en poder del enemigo, su corazón de alfa se hacía pedazos por la culpa y la pena.
—?Voluntario?
—El dinero manda. Ni siquiera le importa para qué se ha ofrecido voluntario. —Hawke le hizo una se?al con la cabeza a Judd para que prosiguiera. —La interferencia será mínima… no podemos arriesgarnos a que alguien nos localice a través de la otra mente. Por ese mismo motivo no podemos desempe?ar tu papel. En cuanto sospechen siquiera que estamos vivos, nos perseguirán.
—Debería bastar con eso. Los efectos resultantes reverberarán en la red durante un tiempo —adujo Sascha frunciendo el ce?o mientras pensaba—. El asesino debería detectar la naturaleza cambiante de mi aroma psíquico antes de que los demás se calmen y comiencen a preguntarse qué es lo que me pasa.
—Aun así es probable que no se den cuenta de inmediato; la mayoría de los psi nunca han visto el interior de la mente de un cambiante. No hay razón para que no funcione. —A menos que todo se fuera al garete y los primeros en reparar en su presencia fueran los consejeros.
Su mano se tensó en la de Lucas cuando el miedo formó un apretado nudo en su estómago. No quería morir, no quería dejar al hombre al que había encontrado después de veintiséis a?os de soledad. Pero tampoco podía ara?ar unos cuantos días más para amarle mientras la muerte de Brenna pendía sobre su conciencia. Su madre formaba parte de aquel horror, Sascha tenía que salvar al menos una vida.
Aunque nadie pudiese salvar la suya.
Semejante injusticia amenazaba con hacerla pedazos… ?cómo era posible que le mostraran algo tan glorioso solo para arrebatárselo a continuación? Salvo, claro estaba, que aquel paraíso nunca le hubiera estado destinado a ella. Alentada por el veneno del Silencio, la fragmentación de su mente había comenzado mucho antes de que conociera a su pantera.
—Gatita —la voz de Lucas fue como un ronroneo contra su oreja—, no te hagas más da?o.
Antes de que pudiera hacer ningún comentario, su compa?ero hizo algo que pocos días antes le hubiera causado una profunda conmoción. Retiró la silla y la depositó sobre su regazo. Aquella despreocupada exhibición de fuerza le recordó las diferencias que existían entre los dos, las sorpresas y todas esas otras cosas que jamás tendría oportunidad de explorar a fondo.
Apoyó la cabeza sobre el hombro de Lucas e inhaló su aroma, pues no tenía deseos de oponer resistencia a que la abrazara. Tal vez Lucas intentara detenerla, pero Sascha tenía muy claro que iba a seguir adelante con el plan. Le esperaba una muerte segura, la única cuestión era cómo iba a dejar este mundo. Así pues, por el momento viviría lo que le quedaba de vida disfrutando al máximo de las emociones. Tocaría, reiría y dejaría que la abrazasen en público.
—Aunque al asesino le atraen las mujeres, y dado que ya no estamos en la red, Walker y yo hemos intentado dar con un modo de llevar a cabo tu plan —dijo Judd viendo cómo ella se entregaba confiadamente a los brazos de Lucas—. Por desgracia, supondría hacerles saber que al menos uno de nosotros sigue con vida.
—Lo que les llevaría a sospechar sobre las muertes de los demás —concluyó Sascha—. Lo entiendo, Judd. No te sientas culpable por anteponer las vidas de los ni?os. Yo haría lo mismo.
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