La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(102)



—Bienvenidos. —Hawke salió de las sombras y enarcó una ceja—. ?Dejo entrar a tus centinelas?

—No es necesario. —Lucas sonrió. Vaughn y Clay ya estaban dentro. Dorian tenía que permanecer fuera.

Los ojos de Hawke no revelaron nada, pero Lucas sabía que el otro alfa estaba cabreado porque su gente se las hubiera arreglado para entrar… otra vez.

—?Tienes la bondad de contármelo?

—Todo el mundo necesita sus secretos. No me irás a decir que tú no puedes entrar en nuestras casas francas.

Hawke frunció el ce?o.

—?Y qué hay de la confianza mutua?

Sascha rió y ambos hombres se volvieron para mirarla; pantera y lobo estaban fascinados con la absoluta pureza de aquel sonido. Lucas cayó en la cuenta de que era la primera vez que la había oído reír. Su posesiva necesidad se intensificó hasta tornarse en dolorosa ternura. Sascha significaba para él más de lo que ella jamás llegaría a saber. Si moría, su corazón moriría con ella.

—Sois como dos animales salvajes que no están seguros de creerse la oferta de paz del otro. Me pregunto cuánto tiempo vais a seguir tanteándoos hasta que os decidáis. —Sacudió la cabeza y una chispa de femenina diversión centelleó en aquellos extraordinarios ojos. En aquel momento ella era todo cuanto ansiaba la bestia que moraba en él: mujer y pasión, risa y juego, sensualidad y deseo.

Lucas sintió que Hawke inspiraba hondo. Cuando miró de nuevo al lobo leyó un sencillo mensaje en su rostro: si ella no fuera tuya…

—Pero lo es —repuso Lucas de depredador a depredador, de alfa a alfa.

Sascha, que estaba contemplando de cerca una de las pinturas, no se enteró de nada.

—Son preciosas, Hawke. —Se volvió hacia él—. ?El artista es de tu clan?

El semblante de Hawke pareció endurecerse hasta que su expresión se tornó tan insensible como la roca sobre la que estaba la pintura.

—Lo era. —Hizo un gesto con la cabeza—. Vamos.

Los ojos atribulados de Sascha se enfrentaron a los de Lucas cuando este la tomó de la mano y sacudió la cabeza; él no sabía nada acerca de la artista.

—?Viven bajo tierra? —preguntó Sascha después de que hubieran caminado durante cinco minutos adentrándose con paso firme.

—Algunos sí. Esto hace las veces de cuartel general del clan.

Antes de que los SnowDancer infundieran tanto temor como en esa época, grupo tras grupo había intentado encontrar la guarida a fin de acabar con ellos. Todos habían fracasado. Hasta que llegaron los DarkRiver. Lucas y sus centinelas no solo habían encontrado el lugar, sino que se habían infiltrado en él. El único propósito había sido el de dejar un mensaje conciso:


?No nos hagáis nada y nosotros no os lo haremos. DR.?

Un día después habían encontrado una respuesta en la guarida de Lucas.


?De acuerdo. SD.?

En ocasiones era estupendo ser un animal. En el mundo de los psi, e incluso en el de los humanos, tales negociaciones podrían llevar meses. En los a?os que siguieron a aquel contacto inicial, habían empezado a avanzar poco a poco y con desconfianza hacia una relación más viable. Pero aquella sencilla regla seguía vigente: no nos hagáis da?o y nosotros no os lo haremos.

Hawke giró a la derecha por delante de ellos.

—?Qué hay a la izquierda? —preguntó Sascha mirando hacia ese corredor.

—Viviendas.

La primera vez que se colaron en los túneles, los DarkRiver se habían cerciorado de que los SnowDancer supieran que habían estado cerca de los hogares de sus cachorros y que se habían marchado sin causar mal alguno. No había mejor muestra de amistad que esa.

Minutos después llegaron a otra bifurcación. Los corredores partían en varias direcciones. Al frente podían verse cuartos abiertos y a gente yendo de un lado para otro. Hawke los condujo por el corredor que quedaba más a la derecha y se detuvo delante de una puerta cerrada.

A su lado, Lucas sintió que el cuerpo de Sascha se quedaba completamente inmóvil.

—Hawke —dijo con un deje extra?o en la voz—, ?qué es lo que puedo sentir tras esa puerta?

Aquellos ojos gélidos se clavaron en los de ella.

—Ahora lo verás. —Hawke abrió la puerta y entró.

Lucas pasó delante de Sascha, con todos sus instintos preparados para encontrarse con problemas. Vaughn y Clay estaban cerca después de haber tomado forma humana y haberse vestido con ropa robada para despistar a los lobos de su rastro. Sería difícil salir si algo sucedía. Difícil pero no imposible. De lo contrario Lucas jamás habría llevado consigo a su compa?era.

Sin embargo, no estaban preparados para lo que les aguardaba en la habitación.

Había cinco personas de distintas edades sentadas en torno a una gran mesa circular.

No olían como los lobos. Entonces, una de ellas levantó la cabeza y Lucas se encontró mirando unos ojos estrellados.

—?Santo Dios! —Permitió a Sascha entrar, pero dejó la puerta abierta.

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