La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(98)



Las emociones del lobo embargaron su corazón de un terror frío. Nunca había sentido una rabia tan pura y absoluta. Oscura y violenta, era una cicatriz en su alma. Hawke podía funcionar, podía gobernar, pero aquel hombre jamás amaría, no mientras el rojo velo de sangre y muerte le cegara.

Sascha no sabía si él sentiría lo que estaba haciendo, no sabía si descubriría su prueba. Lo que sí sabía era que no dejaría que se marchara sin intentar sanar las heridas ulceradas de su alma. Al igual que Dorian, no podía curarse de la noche a la ma?ana, pero tal vez podría darle un breve respiro.

Le rodeó con los brazos de la mente y alejó la ira, la violencia, devolviéndole alegría, risas y placer. Para su sorpresa, le sintió reaccionar a ella tal y como había hecho Lucas. Hawke se sobresaltó, conmocionado, y a continuación intentó expulsarla.

él no era psi, pero sin duda le estaba diciendo que no.

Sascha se retiró de inmediato.

Cuando abrió los ojos lo encontró mirándola fijamente como si ella fuera un fantasma.

—No creía que los empáticos existieran aún —dijo con voz parcialmente lobuna.

?Una empática.?

Ese era el término correcto, la palabra que había sido destruida sistemáticamente del léxico psi.

—Yo tampoco —susurró permitiéndose apoyarse contra Lucas. Cuando él la rodeó con los brazos, Sascha podría haber jurado que sintió la caricia de su pelaje contra la piel.

—?Sabes atacar utilizando tus poderes? —Los ojos de Hawke se detuvieron sobre el contacto físico entre Lucas y ella.

—Con dificultades —le dijo, habiendo pensado en eso cuando estaba arriba—. Pero me mantendrá viva el tiempo necesario para daros lo que necesitáis para encontrar a Brenna.

Lucas apretó los brazos alrededor de sus hombros.

—No permitiré que lleves a cabo el plan a menos que podamos sacarte sana y salva de la red.

Hawke cambió el peso de un pie a otro. Los ojos de Sascha se clavaron en los suyos y se le cayó el alma a los pies. él lo sabía. No sabía cómo, pero el alfa de los SnowDancer sabía que no podía abandonar la PsiNet sin enfrentarse a la muerte. Le rogó en silencio que no dijera nada. Si Lucas descubría la verdad jamás la dejaría ir.

Jamás.

Y tenía que ir, tenía que borrar toda una vida de fracaso salvando a aquella joven vibrante y llena de luz antes de que se apagara para siempre.

—Lo siento, dulzura —Hawke levantó las manos con las palmas hacia arriba—, pero eres su compa?era. No voy a dejar que te mates para que Lucas venga luego a por mí buscando mi sangre. No querría medirme con él con esa clase de rabia dentro.

Los brazos de Lucas se convirtieron en grilletes.

—?De qué está hablando, Sascha? —le advirtió. Ella le había ocultado algo y no le agradaba lo más mínimo. Acto seguido, se dirigió a Hawke—: Puedes marcharte. Ya tienes lo que has venido a buscar.

Hawke los miró durante largo rato antes de asentir.

—Tenemos dos días más si el asesino se ci?e a su pauta normal. Protege a tu mujer, pantera.

Dicho eso, los lobos se marcharon seguidos de cerca por Mercy, Clay y Vaughn hasta que salieron del territorio DarkRiver.

Lucas no esperó a que los centinelas regresaran.

—Nate, Dorian, proteged la casa.

—Lucas —comenzó Tamsyn—, tal vez deberías…

—No te metas en esto. —Los ojos de Lucas se enfrentaron a la mirada sorprendida de la sanadora. Jamás le había hablado a Tammy de ese modo—. Nate, si quieres que tu compa?era pase de esta noche, más vale que la controles.

Lucas no bromeaba. Su aguante tenía un límite y el que Sascha le ocultara un secreto lo habría sobrepasado.

?No voy a dejar que te mates…?

?Qué era lo que sabía el lobo que él ignoraba?

—No le hables así a Tammy —le ordenó Sascha.

—Le hablaré a mi clan como me dé la real gana. Tú no tienes ni voz ni voto hasta que me des una explicación. —La agarró de la mano y comenzó a tirar de ella hacia la planta superior.

Un golpe psíquico le alcanzó en el pecho, pero Lucas lo estaba esperando y lo encajó con un gru?ido.

—No eres una Tq demasiado poderosa, gatita.

Lucas estaba poseído por los instintos de la pantera y estos no eran en absoluto civilizados.

—Maldita sea, Lucas. ?Suéltame! —Trató de zafarse y le propinó una patada en la espinilla.

Harto de sus forcejeos, se inclinó, se la echó al hombro como si fuera un bombero en pleno rescate, y corrió escaleras arriba con ella. Su peso no representaba ningún esfuerzo para su fuerza de cambiante, y sus pu?os aporreándole la espalda no eran más que una simple caricia. Sascha gritaba y chillaba cuando entró con ella en el dormitorio y cerró la puerta.

Cuando la dejó en el suelo, Sascha intentó darle un pu?etazo. Solo los magníficos reflejos de Lucas le salvaron de acabar con un ojo morado. Le sujetó las manos a la espalda antes de que pudiera intentarlo de nuevo, lo que le hizo merecedor de una mirada furibunda. La mujer que tenía en sus brazos era puro fuego y pasión, tan diferente de la psi que había conocido como la noche del día.

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