La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(96)
Aquellos ojos azules como el hielo le miraron sin parpadear.
—Demuestras una gran confianza.
—No hagas que lo lamente. —Le tendió el brazo.
El otro alfa se agarró al codo y ambos se acercaron en el fuerte abrazo de dos cazadores. Cuando se separaron, Lucas dio media vuelta y se encaminó hacia la casa franca. Hawke le siguió con sus tenientes a la zaga.
—Vía libre —dijo Hawke mientras caminaban, lo bastante alto como para que los otros cambiantes lo escucharan.
Lucas pensó en la guerra que podría estallar, pensó en la seguridad de su gente. Y luego pensó en lo que ellos querrían, en lo que no tenía derecho a negarles. Eran depredadores, pero también eran humanos de un modo que jamás lo serían los psi.
—Vía libre.
Con aquellas dos simples palabras por parte de ambos habían convertido su alianza en un vínculo de sangre. Habían otorgado al otro clan vía libre a sus respectivos territorios, el derecho a ir y venir sin ninguna de las habituales condiciones.
Pero eso no era lo importante.
Por el momento, los lobos acudirían en auxilio de los leopardos y los leopardos morirían por los lobos. Fuera cual fuese el motivo de la lucha.
Una vez dentro de la casa, los tenientes y centinelas se colocaron en un círculo protector observándose unos a otros y a sus alfas. Ahora eran aliados de sangre, pero la confianza absoluta requería tiempo.
—Dorian. —Lucas le dio al hombre la se?al para que fuera a buscar a Sascha.
Deseaba ocuparse él mismo, protegerla en todo momento, pero no podía dejar a su gente a solas con los lobos ni revelar su imperiosa necesidad, que se volvía así de visceral únicamente en la fase final del apareamiento. No podía permitir que Hawke adivinara que la danza de apareamiento no había sido completada. No perjudicaría a su alianza, pero probablemente impediría que el otro alfa depositase su fe en Sascha.
La bestia no estaba convencida de la lógica del argumento. Deseaba a Sascha y la deseaba ya. A Lucas le estaba costando mucha fuerza de voluntad luchar contra el impulso posesivo de la pantera. Ni siquiera confiaba en los centinelas en la etapa en que se encontraba. Era parte del precio que pagaba por ser leopardo, alfa y cazador.
Nadie dijo nada hasta que Sascha entró de nuevo en la estancia seguida por Tamsyn, con Dorian cubriéndoles las espaldas. Tammy no tenía que estar allí, no tenía por qué colocarse en una posición vulnerable. Proteger a una de sus mujeres ya iba a suponer suficiente presión para los centinelas. Nate tenía los ojos entornados por la cólera, evidenciando que estaba furioso con su compa?era. La presencia de la sanadora estaba afectando a su capacidad para defender.
—Tamsyn —dijo Lucas acercándose para atraer a Sascha a su lado—, tienes que marcharte. —Raras veces daba órdenes a Tammy, era sabido que se mostraba demasiado blando con ella y hasta él mismo sabía por qué.
No era porque su madre hubiera sido sanadora como la mayoría pensaba. No, era porque había visto las condiciones en que se encontraba la mujer después de intentar salvarle la vida a su padre. Casi había perdido la vida empleando todas sus energías de aquel esbelto cuerpo de diecisiete a?os. Y cuando lo encontraron a él, había intentado desesperadamente exprimir hasta lo imposible su alma exhausta.
No obstante, en aquel momento no podía permitir que luchara contra él, no podía permitirse mostrar ninguna debilidad. Si ella replicaba tendría que ponerse muy severo, y no deseaba hacerle eso a Tammy. Para su sorpresa, fue Sascha quien habló: —Tiene que estar aquí.
Los SnowDancer enarcaron las cejas, pero en sus ojos se veía una especie de respeto velado. Las reglas eran diferentes para las compa?eras de los alfas de un clan.
Nadie quería que su alfa se emparejase con una mujer débil.
—?Por qué motivo? —Hawke se volvió hacia ellos, colocándose de espaldas a la repisa.
Lucas se desplazó hasta que Sascha y Tamsyn quedaron parcialmente ocultas por su cuerpo.
—No te incumbe, lobo. Has venido para ver a Sascha y aquí la tienes.
Sascha le empujó por la espalda hasta que él se apartó lo suficiente como para que pudiera enfrentarse a la mirada del lobo, y ni un milímetro más.
—Sé que no confías en mí —dijo—. Sé incluso que el odio que profesas a los psi es tan profundo que no tiene fin.
Hawke apretó la boca y sus ojos adquirieron una expresión glacial.
—Pero no tienes por qué confiar en mí en esto… tienes que confiar en Lucas.
Hawke profirió un bufido.
—Es tu compa?ero. No es probable que sea imparcial.
Lucas esperó a que Sascha negara su unión, incapaz de hacer nada para advertirle de lo contrario, pero ella deslizó la mano por su cintura para posarla contra su abdomen. La pantera tenía ganas de ronronear.
—?De verdad crees que se uniría a alguien que pusiera en peligro a su clan?
—Eso, lobo. —El alivio que sintió al ver su aceptación le recorrió como un reguero de fuego—. ?Cuánto confías en mí?
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