Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(93)



Judd dejó de tocar al hombre, sus habilidades telepáticas percibían algo extra?o. Retrocedió hasta las sombras al fondo de la habitación y comenzó a trabajar a nivel psíquico, consciente de la conversación física con la sección de su mente que funcionaba en ese plano.

índigo le miró y tiró de la venda hacia abajo siguiendo la se?al de Judd.

—No vuelvas la vista. —Fue su primera orden—. ?Dónde no estuvimos, Kevin? —le instó cuando el macho no dijo nada—. O hablas o le dejo hacer aquello que tan bien se le da. Creo que ya puedes imaginar cuál será el resultado.

Sí, pensó Judd, amenázale con el hombre del saco psi. Pero él estaba más interesado en otra cosa que había descubierto en la hiena.

Un gru?ido reverberó en la garganta de índigo.

—Habla. Te lo advierto por última vez.

—Parrish, el líder de nuestro clan… —respondió Kevin de forma atropellada en sus esfuerzos por obedecer—, dijo que teníamos que hacer lo que los psi decían y que así no nos harían nada.

—?Por qué? —índigo cruzó los brazos bajando la vista hacia el cambiante. Judd reconoció aquel ademán como una muestra de dominación—. Kevin, te he hecho una pregunta.

La hiena tragó saliva casi de manera audible.

—Porque de lo contrario nos borrarían del mapa. Asesinaron a ocho de nuestros cachorros como advertencia.

índigo soltó una maldición y descruzó los brazos.

—?Por qué co?o no acudisteis a nosotros?

Judd sabía que a pesar de que los lobos no dudarían en destruir a los intrusos en su territorio, también ayudarían a un grupo de cambiantes más débiles contra un enemigo que no seguía las reglas. Una de las más importantes era: no tocar a los menores.

—?Lo hicimos! —El grito de Kevin terminó en un quejido—. No quisisteis venir.

—?Quién te dijo que no íbamos a ir? —índigo había suavizado su voz y se había acuclillado delante de Kevin. No se trataba de sumisión, sino de una se?al de que él podría salir de allí con vida.

Kevin inspiró hondo y de forma entrecortada.

—Parrish. Vino a hablar con Hawke y vuestro alfa se rió en su propia cara. Dijo que la pérdida de nuestros cachorros era una buena manera de deshacerse de la basura. ?Luego los leopardos dijeron que no nos ayudarían a menos que los lobos lo hicieran!

Esta vez, la maldición que índigo soltó fue más soez.

—Puedo asegurar que eso es una flagrante mentira. Hawke siente debilidad por los cachorros, y los gatos toman sus propias decisiones.

Kevin reaccionó de manera violenta a la declaración de índigo, aunque lo más que pudo hacer fue emitir unos gru?idos.

—?No es mentira!

—El líder de tu clan os ha traicionado. —índigo se puso de pie, la ira era una fría máscara sobre sus marcadas facciones.

—?No! No tenía motivos para hacerlo.

—?De veras? ?Qué te parece delirios de grandeza? Tal vez se crea que va a reemplazar a Hawke y a Lucas.

Kevin dejó de retorcerse. El silencio duró varios segundos que parecieron eternos.

—Dijo que esa sería nuestra venganza: ocupar vuestro lugar.

—?Cuáles eran las órdenes de Parrish? —preguntó Judd, casi seguro de la respuesta.

El cuerpo de Kevin se movía nerviosamente, como si hubiera olvidado el peligro que tenía a su espalda.

—Hacer lo que los psi dijeran.

—?Y qué dijeron los psi? —le instó índigo.





29


Cosas extra?as sobre escudos y sobre bajarlos. —Parecía confuso—. Nos hipnotizaron para preparar a los que no lo hicieron.

—Danos un minuto, Kevin. —Después de colocarle de nuevo la venda en los ojos, índigo se enfrentó a la mirada de Judd. Este se?aló hacia la puerta.

Una vez fuera, la teniente se apoyó contra el vehículo en el que Judd había llegado a la caba?a.

—?Control mental? —preguntó con la espalda erguida.

Judd sacudió la cabeza.

—Más bien programación. Para mantener un control mental completo ha de establecerse un vínculo permanente entre el psi que controla y la víctima, y dicho enlace consume energía. —Judd nunca había traspasado ese límite, pero le habían ense?ado los aspectos técnicos. No le cabía la menor duda de que habría terminado utilizando ese conocimiento de haberse quedado en la Red. Era una verdad que el fantasma aún no había comprendido—. Si no quieres que eso te deje sin recursos —prosiguió—, puedes programar a alguien para que haga ciertas cosas. Los pros y los contras en comparación con el control mental son los mismos en ambos casos: la víctima no puede desviarse del plan establecido y no lo hará. Las hienas no se habrían echado atrás aunque se hubieran enfrentado a lobos armados.

—Menudo desastre. —índigo dio una patada a la nieve—. Si han llegado hasta las hienas, no sabemos a quién más podrían haber influenciado.

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