Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(88)



—?Te arde la piel! —Le miró ce?uda—. ?Qué sucede? Y no me vengas con que no pasa nada. Tus iris son completamente negros otra vez… las motas doradas han desaparecido y ni siquiera puedo distinguir las pupilas. No… espera. —Arrugó la frente—. Los iris no son negros… ?son rojo oscuro!

—No es algo de lo que debas preocuparte.

El gru?ido que profirió Brenna sonó como si procediera de una criatura de un tama?o mucho mayor.

—Te juro que uno de estos días vas a cabrearme tanto que acabaré haciéndote da?o de verdad.

Judd alargó el brazo incapaz de resistirse. Su dedo descendió por la mejilla, a lo largo de la mandíbula hasta el cuello, asiéndola una vez más. Acariciándola, tranquilizándola.

—Entonces tendrías que buscarte otro cuerpazo.

Los labios de Brenna se movieron nerviosamente y apartó la mano de su torso para agarrar la mu?eca del brazo con que él la sujetaba.

—Muy gracioso, pero no me dejo distraer con tanta facilidad. Cielo, por favor.

Judd casi se había acostumbrado ya a que le llamase ?cielo?.

—?Por qué debería agobiarte a ti con ello?

—Porque, mi querido psi… —tiró de su mano y entrelazó los dedos con los de él—, eso es lo que hacen los amantes. Compartir.

—No somos amantes. —Tuvo que recurrir hasta el último resquicio de razón, porque el tacto de la mano de Brenna contra la suya estaba insertando emociones en él con la fuerza de un ariete.

—Judd.

Brenna era tan terca que podría haber sido una psi. Pero él lo era aún más; había aprendido a no revelar nada ni siquiera bajo la presión más extrema. Por eso mismo, la decisión de contárselo no tenía sentido.

—Cada vez que rompo el Silencio hay una reacción adversa; eso ya lo sabes.

Ella asintió con expresión solemne.

—Lo que Faith dijo acerca del dolor.

—Se llama disonancia y es algo gradual. —El dolor en su cabeza, en sus nervios, en todos sus huesos—. He de emplear cierta cantidad de energía para mantenerla a raya.

Brenna se soltó de su mano sin previo aviso.

—Hablando en plata: ?sientes dolor cada vez que te toco, cada vez que conectamos!

Judd le agarró la mano de nuevo.

—Es una reacción programada, y puedo sobrellevarla.

Esta vez Judd no permitió que se zafara cuando ella lo intentó.

—Y esa es otra —farfulló—, ?cómo es que eres tan fuerte? —No esperó respuesta—. ?Qué sucede si intentas deshabilitar el condicionamiento que causa la disonancia?

—No puedo permitirme desconectar esa parte del condicionamiento. —Eso era una verdad irrefutable—. Necesito las respuestas dolorosas, evitan que mate porque me indican cuándo estoy demasiado cerca de sufrir una reacción emocional que podría causar la activación involuntaria de mis habilidades.

—De acuerdo, pero ?por qué no puedes deshacerte de otras partes del Protocolo… para que no te produzca dolor sentir cosas que se encuentren por debajo de ese nivel de seguridad? —Se mordió el labio inferior y le dirigió una mirada llena de culpabilidad—. Le pedí ayuda a Laith para conseguir que rompas el Silencio.

Judd montó en cólera.

—Si quieres saber algo sobre mí, pregúntame.

—?Necesitaba consejo!

Esta vez, fue Judd quien se apartó. Cruzó la habitación y le dio la espalda a Brenna, apoyando las palmas contra la pared.

—No hay forma de romper el Silencio. No para mí. Me niego a convertirme en un peligro para ti o para cualquier otra persona. Esto… lo de esta noche… es lo más lejos que puedo llegar.

Brenna deseaba darle una patada a algo. En vez de eso, se colocó detrás de él y, tras titubear ligeramente, le puso la mano sobre su musculoso hombro. La piel de Judd ardía. Le dolía saber que su contacto le hacía da?o, pero también sabía que si dejaba de tocarle, le perdería en las garras del Silencio.

—Escúchame en lugar de hacerte el macho alfa conmigo.

—La jerarquía es un concepto de los cambiantes.

Brenna le rodeó la cintura con los brazos y se apretó contra su espalda. Entonces le mordió, un leve roce en su espalda desnuda. Judd no gru?ó como podría haber hecho un lobo macho, pero lo que hizo denotaba el mismo instinto dominante, y fue igual de delicioso y sexy. No quería un lobezno; deseaba a un hombre con colmillos. Y Judd los tenía.

Mirando por encima de su hombro, le lanzó una mirada sombría a Brenna.

—Continúa presionándome y puede que no te guste el resultado.

Algo chisporroteó bajo los dedos de Brenna, un millar de suaves y provocativos mordisquitos. Encantada, le besó la zona que ella había mordido. Judd apartó la mirada apoyando con fuerza las manos contra la pared que tenía delante. Aquello hizo que los músculos de su espalda se marcaran aún más.

—?Qué es lo que has hecho?

—Un uso controlado de mis habilidades tq. —Su voz era más glacial que nunca a causa de su máxima concentración.

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