Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(86)
—?Por qué te da miedo el contacto físico?
Brenna había sido violada en el plano mental. Por supuesto que aquello tenía consecuencias físicas; una violación profunda de la psique era una pesadilla que la mayoría de la gente no podía ni imaginar, mucho menos soportar. Pero tenía la sensación de que había algo más tras el temor de Brenna.
Le temblaba el labio inferior y se le había formado una lágrima en el rabillo del ojo.
—No solo hurgó en mi mente —repuso en un susurro colmado de dolor.
Judd sabía que Enrique había infligido da?o a su cuerpo, que la había cortado y la había pegado, pero…
—?Abusos sexuales? —La ira corrió por sus venas como un glacial reguero de fuego.
—No lo que entendemos normalmente como violación —dijo clavándole los dedos en los hombros—. Eso lo hizo con mi mente…, entró por la fuerza y me obligó a ver cosas que no quería ver, metió en ella pensamientos que no eran míos, cosas que siguen ahí. ?Me lavo y me sigo lavando, pero no puedo sacarlas!
—Lo sé. —Dejó que el rostro de Brenna le acariciara el cuello mientras le pasaba la mano por el cabello—. Pero hizo otras cosas. —Actos que ella no había revelado durante las sesiones curativas.
Brenna hizo un gesto brusco.
—A él… le gustaba demostrar su control telequinésico introduciendo objetos dentro de mi cuerpo utilizando solo sus habilidades de psi.
En la mente de Judd se formó una ardiente neblina roja, que no fruto del dolor. Rechinando los dientes, se obligó a guardar silencio y a escuchar.
—Estaba muy avergonzada —susurró, notaba su mejilla mojada contra la piel—. Yo era una cambiante lobo… más fuerte, más veloz, desesperada… y no podía detenerle. A veces me desataba, pero me retenía usando la telequinesia de modo que pareciera que era yo quien no quería moverse… que estaba cooperando. Luego experimentaba con mis umbrales del dolor. La mayoría de las veces era a nivel mental, pero a veces… a veces decidía ver cuánto podía soportar mi cuerpo.
—No tienes nada de qué avergonzarte. —?Cómo podía habérsele ocurrido pensar tal cosa?—. Enrique era un tq cardinal y un asesino. Es él quien tiene toda la culpa.
Brenna le abrazó con fuerza.
—Estoy empezando a recuperar la confianza en mí misma, pero siempre que sucede algo de carácter sexual lo asocio con él. Parece que no soy capaz de romper esa conexión, aunque sé que no es racional. Sé que no todos los hombres son como él, pero…
—Lo que él te hizo tenía el dolor como finalidad. La finalidad de esto es el placer. —Incluso una Flecha rebelde conocía la diferencia.
Brenna siguió llorando en silencio de un modo desgarrador.
—Hizo que mi cuerpo sintiera placer, manipuló mi mente hasta que controló mis respuestas y me obligó a disfrutar de todas las cosas humillantes y degradantes que me hacía. —Su voz, apenas un susurro, estaba te?ida de vergüenza.
Judd deseaba que Enrique no estuviera muerto para poder torturar al muy bastardo. Le mantendría con vida, le haría sufrir. Se podían cortar distintas partes del cuerpo de un hombre sin ocasionarle la muerte durante días o semanas, si uno era paciente.
—Enrique era un tq —repitió— con un nivel medio de telepatía. Quería penetrar en tu mente, pero no logró alcanzar su núcleo interno, la parte que gobierna tus emociones. No poseía esa capacidad. Consiguió que tu cuerpo respondiera controlando tus terminaciones nerviosas.
Brenna se había quedado callada, como si estuviera concentrada en su explicación de los hechos.
—Tú siempre fuiste consciente de lo que estaba sucediendo, ?verdad?
Judd sintió un cálido aliento sobre su cuello.
—Era como si pudiera observar lo que me estaba haciendo, pero no impedirlo. Lo odiaba, aunque mi cuerpo hacía todo lo que él quería.
—Así que no hubo placer, solo una respuesta física.
—?No es lo mismo? —Brenna levantó la cabeza para clavar los ojos en los de él; las lágrimas habían dejado su mirada extra?amente cristalina.
—La orden no es la correcta. —Judd conocía la lógica, era algo que le habían ense?ado como parte del proceso de condicionamiento. Al ver que ella fruncía el ce?o, decidió explicárselo—. Si te digo que creo que tienes el cuerpo más hermoso que he visto en mi vida, ?sentirías placer?
Las mejillas de Brenna se encendieron.
—?Hablas en serio o solo de forma hipotética para demostrar algo?
—Pienso cada palabra que he dicho. —Brenna era una mujer suave, con curvas, exquisita. Era perfecta.
—Por supuesto que eso me haría feliz. —Le besó en la boca y fue algo tan inesperado que él tuvo que esforzarse por no perder el hilo de sus pensamientos.
—?Y si eso mismo te lo dijera un desconocido en un callejón oscuro?
—Saldría de allí corriendo tan rápido como me lo permitieran las piernas. —Torció el gesto—. Me estás diciendo que el placer lo dictan el corazón y la mente. Confío en ti, creo que eres increíblemente sexy, y por eso me das placer. Otro hombre, aunque pueda ser capaz de hacer que mi cuerpo reaccione, no me provocaría placer.
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