Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(82)



Ella no pelearía demasiado; Santano Enrique la había jodido bien. Decidió que, después de todo, no la mataría de una sobredosis. Sus dedos se curvaron al imaginar sus manos rodeando aquel esbelto cuello. Deseaba ver cómo la vida abandonaba aquellos ojos de bruja. Quizá en el instante justo antes de morir ella recordase la última vez que él tuvo las manos alrededor de su garganta.





26


Después de un día repleto de silencios y de conversaciones en voz baja, Brenna se detuvo junto a él. Judd estaba revisando los archivos que contenía el cristal de datos que el fantasma le había entregado. El objeto había logrado sobrevivir a la emboscada sin sufrir el menor da?o, oculto en el bolsillo posterior de sus pantalones negros.

—?Por qué sigues aún aquí? —preguntó Brenna—. Son las nueve de la noche.

Judd cerró el archivo y dejó su agenda electrónica.

—Ahora que tus hermanos están obligados a mantener la distancia, tu seguridad está en mis manos.

El observó su rostro iluminado por el tenue resplandor que arrojaban las lámparas cuya intensidad había bajado Brenna. Bajo su piel cremosa se percibía una delicada estructura ósea que resultaba enga?osa. Tenían un reluciente cabello dorado y unas pesta?as, de un tono más claro, tan largas que no parecían naturales.

Brenna le pilló mirándola embobado.

—Bésame.

El cerró la mano sana en un pu?o.

—Ya te lo he dicho… no puedes conseguir de mí lo que necesitas.

—Mentiroso. —Se apoyó contra la pared delante de él, menuda, curvilínea y llena de determinación—. Me deseas tanto que te estás consumiendo.

—No siento lujuria.

Si a Brenna no le hubiera aterrorizado tanto perderle por culpa de sus propios demonios, su voluntad, aparentemente inquebrantable, podría haberla desanimado.

—Eso es una mentira flagrante y lo sabes. —Judd tenía muchos secretos que no estaba dispuesto a compartir, pero ella estaba resuelta a sonsacarle al menos ese—. Aquel día cuando salí de la ducha prácticamente me estabas comiendo con los ojos. Te juro que si lo niegas no seré responsable de mis actos. —Y Judd le rompería el corazón.

él se levantó de un modo fluido, peligroso.

—No sabes lo que me estás pidiendo. —Pura y acerada resolución psi, pero Brenna estaba segura de haber visto chispear las motas doradas de sus ojos.

La excitación reverberó por toda su piel.

—Sé que las respuestas dolorosas asociadas forman parte del condicionamiento —comenzó—. Hoy he estado hablando con Faith…

—?Crees que me da miedo un poco de dolor? —Su voz bajó un decibelio, se tornó extra?a y más oscura—. ?Crees que no arriesgaría mi vida para romper las cadenas que aprisionan mi mente?

Brenna nunca le había visto así, su gélido control se iba transformando en lo que, según sus sentidos animales le indicaban, se trataba de la cólera más violenta inimaginable, tan pura que se palpaba en el ambiente.

—Entonces, ?qué? —se atrevió a preguntar, acercándose hasta quedar a tan solo unos pasos de él—. ?Qué tiene tanto poder sobre ti que estás dispuesto a rechazar lo que hay entre nosotros? —Algo tan poderoso y más real que nada que ella hubiera sentido jamás.

—Yo no soy como Faith —dijo, como si fuera un muro—. Mi habilidad no es algo bueno. —Le pasó la mano por el pelo a Brenna sin previo aviso, haciendo que inclinara la cabeza hacia atrás para dejar su cuello al descubierto—. Mi subdesignación no figura en ningún lado salvo en los archivos del Escuadrón de las Flechas.

El miedo le impregnó la lengua al darse cuenta de que había logrado hacer a?icos una parte crucial de los escudos defensivos de Judd; la cuestión era, ?podría manejar aquello que había liberado?

—Háblame de ello, Judd. Necesito saberlo. —Porque él era suyo. Incluso en aquellos instantes, en aquel lugar, su cuerpo ansiaba el de Judd, su oscuridad era un afrodisíaco… porque estaba convencida de que él jamás le haría da?o.

Entonces Judd habló e hizo pedazos todos sus esquemas:

—Podría matarte mientras practicásemos sexo —declaró dejando que ella irguiese la cabeza, pero sin soltarla—. Podría pararte el corazón, aplastarte la tráquea, cortar el riego sanguíneo a tu cerebro. —Sus gélidas palabras la golpearon como si fueran disparos a bocajarro—. Y si no, tal vez podría abrirte el cráneo o la cavidad torácica. Hay muchas formas de matar con un simple pensamiento… Por supuesto, sería mucho menos refinado que si lo hubiera planeado, pero el resultado sería el mismo: tu cadáver dentro de una bolsa.

Brenna se quedó completamente petrificada. En aquel momento casi estaba dispuesta a salir corriendo. Aquel hombre no era el Judd que conocía. Aquel hombre le daba pavor.

—No puedes manipular la mente de un cambiante de ese modo —susurró desesperada por encontrar una solución.

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