Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(85)
—Qué hombre tan sexy. Podría pasarme todo el día acariciándote —suspiró.
—El deseo de acariciar es propio de los cambiantes. —Salvo que él a menudo se había preguntado cómo sería acariciarla hasta que ella… Sintió como si unas cuchillas se le estuvieran clavando en el cerebro. Y unas estrellas blancas danzaron delante de sus ojos.
La sonrisa de Brenna se esfumó.
—Judd. Tus ojos… has despedido un centelleo rojo oscuro durante un instante.
El color de la sangre, un recordatorio visual de lo que le sucedería a su cerebro si continuaba por ese camino.
—No es nada. Cuéntame qué se te ha ocurrido.
Brenna se puso de puntillas para posar el dorso de una mano sobre su frente.
—No son imaginaciones mías. Tu temperatura es más alta de lo normal.
Aquello era un efecto colateral de la cantidad de energía que estaba empleando para bloquear la disonancia, así como para acelerar el proceso de curación de sus heridas; estas habían desaparecido gracias al trabajo de Tamsyn, pero su cuerpo continuaba reparando los desgarros internos.
—?Puedes culparme? —preguntó en lugar de contarle la verdad—. Estás frente a mí diciéndome que deseas acariciarme.
Brenna rompió a reír, un sonido ronco y sexy. Al tiempo que bajaba la mano de nuevo hasta su pecho, hizo amago de morderle.
—También me gustar morder.
—?No te preocupa que pueda devolverte el mordisco?
Ella abrió los ojos como platos.
—Oh, espero que lo hagas.
Una sucesión de imágenes atravesó sus escudos fragmentados. Sus dientes cerrándose sobre la sensual curva de su pecho, la seductora suavidad de la parte interna de su muslo. Las imágenes era explícitas, perfectas…, había tenido mucho tiempo para pensar en lo que deseaba hacer. Pero aunque pudiera sobrevivir a ello…
—No estás preparada. —Brenna se había exigido demasiado con Greg, se había herido a sí misma. Judd no estaba dispuesto a hacerle lo mismo.
Brenna frunció el ce?o y luego hizo algo inesperado: se alzó y le mordisqueó un lado de la mandíbula con sus afilados dientes.
—?Cómo lo sabes? Tal vez lo que pasó es que era el hombre equivocado.
Judd la asió del cabello y no fue consciente de que tiraba de él.
—Te dije que no me recordaras ese incidente.
Ella le clavó las u?as en el pecho.
—Entonces haz que lo olvide.
Los celos y el instinto posesivo se abrieron paso violentamente para convertirse en las fuerzas imperantes en su mente. Judd se sorprendió al ver que su otra mano estaba sobre el cuello de Brenna y que se amoldaba a él para asirla. Su contacto fue suave, muy suave. Se aseguró de que así fuera, pero ella estaba sin duda en su poder. Aunque a Brenna no pareció importarle, a juzgar por la sonrisa que se dibujó en sus labios y que era toda una invitación. Judd se inclinó y mordisqueó de forma pausada su labio inferior.
27
El corazón de Brenna se aceleró con su contacto mientras él liberaba su labio.
—?Quieres que pare?
—No —susurró—. Bésame también el cuello. El no me ha tocado ahí.
Su mano descendió hasta posarse en los hombros de Brenna, luego se inclinó para saborear la piel de su cuello. Suave, sedosa, puramente femenina. Brenna enroscó los dedos en su cabello.
Dolor y placer combinados.
La disonancia era constante en aquel punto. Fracturadas esquirlas de cristal atravesaban su córtex cerebral en un círculo vicioso. Pero el placer… el placer era mayor. Jamás había experimentado sensaciones tan increíbles. Entonces Brenna emitió un débil gemido de necesidad y el placer se multiplicó hasta que apenas pudo sentir ya el dolor.
Una parte de él sabía que aquello era peligroso. Si no era consciente del dolor, si no aceptaba la advertencia y retrocedía, no solo podría dar rienda suelta a su habilidad, sino que la disonancia podría causar un da?o permanente a sus tejidos neurales. Pero sumergido en el intenso sabor de la sensualidad de Brenna, no poseía la capacidad de comprender aquellas peligrosas verdades.
Trazó un sendero de besos por su cuello y la línea de su mandíbula antes de retornar a sus labios. Los tenía entreabiertos, y los ojos cerrados. Puso su boca sobre la de Brenna aceptando su invitación. Sintió una explosión de calor. Pura necesidad sexual. Judd tenía de nuevo la mano en su cuello y sintió que el agitado latido de su corazón se aceleraba.
Pero Brenna no se apartó. De hecho, le rodeó con los brazos y se puso tensa. El cuerpo de Judd sabía lo que ella deseaba a pesar de que nunca antes la hubiera tocado de un modo tan íntimo.
Liberándola de su posesivo abrazo, la cogió cuando ella saltó para envolverle con sus piernas. Retrocedió mientras la sujetaba con firmeza, pero no se dio la vuelta para apoyarla contra la pared. Porque Brenna estaba temblando, asustada.
Judd puso fin al beso y, parpadeando para disipar la negrura que se abría paso en su visión, alzó una mano para retirarle el pelo de la cara.
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