Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(87)
Todo hombre tenía un límite. Judd suponía que había superado el suyo hacía semanas.
—Ha de existir una conexión entre un cuerpo y una mente libres. Sin esa conexión, no es placer, sino un pésimo remedo del mismo, algo que resulta doloroso.
Brenna guardó silencio durante casi un minuto.
—Nunca lo había visto de ese modo, pero tienes razón. Fue doloroso. Me destrozaba que mi cuerpo reaccionase en contra de mi voluntad, me dolió mucho tener que retraerme al interior de mi mente para sobrevivir. Sascha me dijo que es el instinto de supervivencia en su estado más primitivo, lo que hacen los seres vivos cuando no hay otra forma de escapar. A veces no consiguen regresar de ese estado catatónico.
Judd estaba fuera de control, aunque no dispuesto a arriesgarse a hacerle da?o a Brenna, de modo que volcó su ira en manipular un objeto inanimado. Detrás de ella, el sofá se elevó del suelo.
—Sí —dijo esperando que Brenna no lo notara—. Así que acepta el placer que recibes de mí. No está mancillado.
Ella esbozó una lenta y deslumbrante sonrisa.
—Eres maravilloso, ?lo sabes? Todo lógica y razón, pero maravilloso. —Una sencilla declaración que lo significaba todo—. Y más aún porque has estado sujetándome en brazos todo este tiempo sin quejarte. Y peso lo mío.
Judd se debatió si decírselo o no y optó por la verdad.
—Soy un tq. No me supone el menor esfuerzo cogerte en brazos.
El rostro de Brenna se ensombreció.
—?Estás utilizando la telequinesia para soportar mi peso?
—Sí. Eso es lo que soy. —Había llegado el momento de enfrentarse a ello—. Mira detrás de ti.
Ella volvió la cabeza con el ce?o fruncido y se quedó boquiabierta.
—?Estás haciendo que el sofá… y la mesa floten! —Se giró de nuevo hacia él—. ?Por qué?
—Demasiada energía. Tengo que liberarla de algún modo.
Brenna se revolvió y Judd supo que quería que la soltase. Dejó que se bajara preguntándose qué haría a continuación. Capaz de mantener bajo control sus emociones más peligrosas ahora que ella ya no le tocaba, hizo que los muebles volvieran a posarse de nuevo en el suelo.
—Levántame —le ordenó de repente.
—Brenna…
Ella retrocedió un par de pasos para darle más espacio.
—Hazlo, quiero sentir tu… energía, diferenciarla de la suya. —le dijo con expresión obstinada.
Judd comprendió de pronto que si alguna vez llegaba a ver en sus ojos que ella le temía, le quebraría sin posibilidad de redención.
—Quédate quieta. —Podía hacerlo aunque estuviera en movimiento, pero ella podría hacerse da?o sin querer si avanzaba cuando no debía y desviaba su energía telequinésica.
Entonces lo hizo.
—Judd. —Abrió los ojos como platos y se encontró suspendida en el aire, a unos sesenta centímetros del suelo.
—?Quieres que te baje? —No le costaba el más mínimo esfuerzo hacer aquello. De hecho, con ello disminuía la disonancia debido a la disciplina que requería manejar sus poderes telequinésicos.
—No. Súbeme más alto.
El obedeció. Para su sorpresa, Brenna comenzó a reír.
—Parece que esté volando.
Brenna se hizo un ovillo y dio una voltereta obligando a Judd a intensificar su concentración a fin de compensar el equilibrio de fuerzas. En aquellos instantes, él era su Flecha personal, un esclavo que haría aquello hasta que ella quisiera con tal de oírla reír.
—?Haz alguna otra cosa! —le pidió risue?a cuando se irguió de nuevo.
Judd comenzó a ejercer presión sobre sus piernas. Al cabo de un segundo, Brenna comprendió y cooperó cuando él la puso en posición horizontal. Ahora realmente parecía que estuviera volando. La expresión de su cara era una mezcla de regocijo y sobresalto.
—De acuerdo —dijo al poco tiempo—. Es suficiente. No quiero dejarte agotado.
—Estoy bien —repuso haciendo lo que le pedía, porque ella se lo había pedido. No podía permitir que se estableciera una correlación entre sus poderes telequinésicos y la incapacidad para decidir de Brenna.
—Cielo, tengo planes para ese cuerpazo tuyo, y para que esos planes sean un éxito vas a necesitar de toda tu energía.
Judd se aseguró de que ella aterrizaba en el suelo con suavidad.
—?Te asustan mis poderes?
—No. —Brenna pareció un tanto sorprendida—. Creo que es porque él nunca hizo nada parecido a esto. A él solo le interesaba provocar dolor y humillación, no jugar.
Jugar. Otro concepto de los cambiantes.
—?Es eso lo que estábamos haciendo? —La contempló mientras cruzaba la habitación hacia él, llena de gracia, letal… Brenna Shane Kincaid podía destruirle, y sin embargo Judd no opuso resistencia cuando ella le posó la mano en el pecho.
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