Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(89)



Peligroso, Judd era peligroso. Una vez más su cerebro trató de decirle algo importante, pero estaba demasiado concentrada en lograr que Judd entendiera.

—Solo escucha, ?vale? —Prosiguió antes de que él pudiera interrumpirla—: He estado hablando bastante con Faith. Ella piensa que tal vez el Silencio no sea malo del todo.

—El Protocolo da carta blanca a los sociópatas. —Palabras cortantes por su brutal frialdad.

Brenna se estremeció.

—Casi sentí que me cortabas. —La sensación había sido la de un cuchillo pasándole cerca de la piel. Le asustaba; Santano Enrique la había atormentado con sus escalpelos durante horas. En ocasiones no solo se había limitado a atormentarla.

Judd se quedó petrificado.

—Deja de tocarme. Estoy perdiendo el control.

Brenna percibió algo en su voz que la hizo obedecer. Le soltó y retrocedió un par de pasos.

Judd no se volvió mientras hablaba:

—Puedo causar da?os telequinésicos que simulen un corte, convertir mi voluntad en una afilada hoja, literalmente.

Brenna notó que se le formaba un nudo ante esa imagen.

—De acuerdo.

—No pretendía hacerte da?o —dijo, todos los músculos de su espalda volvieron a tensarse.

Su miedo se transformó en pura ternura. Dios santo, aquel hombre era más terco que una nula, se negaba a ver la verdad. Lo más probable era que pusiera fin a su vida antes que hacerle da?o, ?y él pensaba que tenía que convencerla de eso?

—He dicho que casi sentí que me cortabas. En realidad no lo has hecho.

—Ha estado cerca, Brenna. Demasiado cerca. Deberías estar huyendo, no tratando de convencerme de que ponga a prueba mis cadenas más de lo que ya lo he hecho.

—Esa es la cuestión —dijo apretando los pu?os para mantener la distancia.

El contacto era algo natural para ella, y su carencia era insoportable. Sobre todo en lo referente a Judd.

—Tal vez puedas elegir qué partes del Silencio quieres conservar. ?Dónde está escrito que tengas que aceptar o rechazar el Protocolo en su totalidad? Faith dice que las habilidades que aprendió bajo el Silencio le ayudan a combatir los colapsos ocasionados por las malas visiones.

—?Y Sascha?

Brenna suspiró aliviada; Judd la estaba escuchando.

—Ya conoces la respuesta. El Silencio fue perjudicial para ella; es totalmente opuesto a sus habilidades. Pero no para Faith…

Judd volvió por fin el rostro hacia ella. Su expresión hizo que se detuviera antes de acabar la frase.

—Si Sascha existe, es lógico que yo también lo haga.

—No lo entiendo. —Su instinto de cambiante la apremiaba a aferrarlo a ella por medio del contacto. La necesidad era tan fuerte que tuvo que obligarse físicamente a prestar atención.

—Soy justo lo contrario a Sascha. —Judd cruzó los brazos a la altura de ese hermoso torso que la hacía desear acariciarlo—. Ella sana; yo mato. Esas son nuestras habilidades.

La ira se abrió paso como un reguero de fuego en aquel momento de sensualidad aunque, por paradójico que pudiera parecer, avivó el hambre más profunda dentro de Brenna. Oh, cuánto deseaba a Judd Lauren.

—?Por qué insistes en verte a ti mismo de esa forma? Tú me ayudaste a recuperarme, ?lo recuerdas? —Judd había suministrado a Sascha su fuerza psíquica, a menudo se había quedado completamente agotado, pero al día siguiente aparecía de nuevo.

Con un gesto, Judd restó importancia a su comentario.

—Una habilidad menor. Matar es casi el único uso que puede dársele a mi habilidad principal. Para mí, el Silencio… en su totalidad… es necesario. Mientras que pueda someter mis emociones, no mataré. Es así de simple.

—No me lo creo.

—Has olvidado lo que les sucedió a aquellos que eran como yo antes del Silencio.

—No, no lo he olvidado. —La idea de que su hermoso, leal y fuerte Judd se pasara la vida solo en una celda era una pesadilla para ella—. Pero ellos se encontraban en el otro extremo: no poseían ningún control emocional en absoluto. Yo te pido que consideres que puede haber un término medio.

Algo emitió un pitido y sobresaltó a Brenna. Judd sacó un delgado teléfono plateado del bolsillo y habló de forma escueta y tensa. Lo único que a ella le preocupó fueron las últimas palabras:

—Estaré ahí tan pronto como me sea posible.

Brenna aguardó hasta que él colgó para preguntarle:

—?Dónde?

—Era índigo. Creen haber localizado a una de las hienas responsables de la explosión de la caba?a. —Recogió la camisa del suelo y se la puso—. Le tiene retenido en la caba?a.

—?Para qué te necesitan a ti? —Su ansia de contacto, de su contacto, se había convertido ya en un dolor punzante. Incapaz de resistirse, puso fin a la distancia entre ellos y se afanó en abrocharle los botones—. Los soldados interrogan a gente todo el tiempo.

Si no conseguían las respuestas adecuadas, hacían algo más que simples preguntas. Brenna aceptaba que era algo necesario; en su mundo, la piedad a menudo se confundía con debilidad. Razón por la cual los SnowDancer se aseguraban de que su imagen pública fuera una imagen de fuerza y ferocidad.

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