Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(79)



Distraído por las suaves curvas del cuerpo de Brenna, Judd estuvo a punto de pasar por alto la importancia de sus palabras. Le hirvió la sangre, el corazón se le aceleró… y una atroz punzada de dolor envolvió su mente en una maligna avalancha. Podía soportar los efectos físicos, pero no podía controlar la necesidad de su cerebro psi de apagar ciertas secciones para protegerse. La cuenta atrás había comenzado.

—Dejadme —prosiguió Brenna— y regresad a la guarida hechos una furia. Judd y yo podemos acampar en la caba?a… todavía está habitable.

—No. —Andrew cruzó los brazos.

—No más jaulas, Drew —dijo Brenna con voz queda—. Te quiero, pero se acabó. Hasta que Enrique me raptó jamás se te habría ocurrido intentar encerrarme.

Reprimiendo por la fuerza el punto crítico de la disonancia, Judd levantó la vista.

—Soy muy capaz de mantenerla a salvo. —Ninguno de los componentes críticos de su mente habían quedado aún comprometidos.

Brenna volvió la vista por encima del hombro y su expresión no era nada feliz.

—Puedo cuidar de mí misma. El que un cabrón me pusiera las manos encima en una ocasión no significa que este indefensa.

—La cuestión es discutible —dijo Riley—. Todo el mundo sabe que jamás dejaríamos a Bren a solas contigo en la caba?a, aunque para eso tuviéramos que llevarla a rastras de los pelos hasta la guarida.

Judd asintió.

—Podemos poner en marcha la misma operación desde la guarida. Eso supondrá que los tres tendréis que actuar como si os hubieseis peleado.

—Yo ya vivo sola en el apartamento familiar —murmuró Brenna, obviamente comprendiendo la verdad de las palabras de Riley—. Vale. Pero te juro —fulminó a Andrew con la mirada— que si intentas meter la nariz en mi vida una vez más, no respondo de mis actos.

Su hermano esbozó una amplia sonrisa.

—Sabía que me querías.

A Tamsyn no le agradaba lo más mínimo que Judd se marchase, pero él quería regresar a su territorio, el cual conocía con la minuciosidad de una Flecha después de pasar meses explorándolo en soledad. Brenna tampoco estaba convencida, pero después de farfullar algo sobre los hombres tercos y duros de mollera, le empujó al asiento del pasajero cuando él hizo amago de ponerse al volante. Andrew y Riley se habían marchado varios minutos antes a fin de dar peso a la idea de que habían tenido una pelea con su hermana.

—Te veré ma?ana en vuestro cuartel general —le dijo Brenna a Tamsyn desde el coche.

—Yo no estaré allí. —La sanadora hizo una mueca—. Los ordenadores son un galimatías para mí.

—Yo sí me pasaré —agregó Nate desde la puerta, sin aparar la vista de Judd—. Allí nos vemos.

Judd hizo un gesto conciso preguntándose si llegaría el día en que los gatos dejaran de considerarle una amenaza. Lo más seguro era que no. Eso demostraba su inteligencia… porque él era una amenaza, una gran amenaza.

Habían comenzado a recorrer marcha atrás el largo camino de entrada cuando Judd vio a dos ni?os peque?os salir corriendo de detrás de Nate y Tamsyn. El macho de los DarkRiver cogió a los ni?os y dijo algo que hizo reír a su compa?era y a los peque?os. Judd apartó la mirada. Esa no era su vida y nunca lo sería. Pero aun sabiéndolo, Brenna había dejado muy clara su voluntad.

?Y si más tarde decidía cambiar de opinión?

La oscuridad, la maldad que habitaba en él sacó los dientes. Esa noche, tal vez esa noche, podría dejarla libre. Después de eso, Brenna tendría que matarle para escapar de él.

—?Judd? ?Has oído una sola palabra de lo que he dicho?

Se volvió hacia ella esforzándose por pensar de nuevo de un modo racional.

—Ya no hay duda de que se trata de un lobo.

—?Qué? —preguntó mientras abandonaba el camino de entrada y conectaba la navegación aerodeslizante automática, lo cual era posible gracias a que las carreteras de la zona estaban equipadas con chips de posicionamiento. Con las manos libres, guardó el volante en su compartimiento y se volvió hacia él—. ?De qué estás hablando?

—Del asesino de Timothy.

—?Qué tiene eso que ver con tu ataque? —Brenna sacudió la cabeza—. De todas formas, tanto índigo como tú podríais estar equivocados. Es posible que los psi tengan a alguien infiltrado.

Sabía que Brenna necesitaba un lugar seguro, necesitaba confiar de forma implícita en su gente. Pero no podía hacerlo, no si tenía que estar alerta.

—Estás sacando conclusiones infundadas, Brenna. El cuerpo fue hallado en la guarida, en un lugar apartado del que ningún psi tiene conocimiento.

—Vosotros podéis teletransportaros a grandes distancias —insistió.

—Sí, pero hemos de tener una imagen mental clara de nuestro destino. —Golpeteó suavemente el borde de su asiento con el dedo, un gesto que reprimió de inmediato, pero que en ningún caso debería haber surgido de él. Los psi no hacían esas cosas—. Aunque alguien de mi raza hubiera obtenido esa información, teletransportarse suele dejarnos agotados; la energía utilizada es directamente proporcional a la distancia recorrida. No se encontró el más mínimo indicio de la presencia de un psi en kilómetros a la redonda de la guarida.

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