Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(76)
La respuesta de Nate fue un gru?ido. Brenna frunció el ce?o. Era cierto que los machos depredadores tendían a ser exageradamente protectores con respecto a sus compa?eras, pero sin duda Judd se había ganado ya el respeto del gato.
Irritada, estaba a punto de ventilar sus sentimientos en voz alta cuando Judd la miró y sacudió la cabeza de forma apenas perceptible.
—Esta es su casa. —Bajó la voz para que solo ella le oyera—. Tiene una compa?era e hijos que proteger y yo soy un intruso.
—Ayudaste a sacar a Sascha y a Faith de la PsiNet. Has sido su amigo —replicó entre dientes, rabiando por lo injusto de la situación.
—No. —Judd retiró la mano de la de Brenna—. Siempre he actuado en mi propio provecho.
—Tú no eres así. —Se negaba a consentir que él intentase convencerla de lo contrario.
Con los ojos clavados en los de Brenna, las motas doradas adquirieron un tono ambarino.
—?Un asesino que cuida de su propio pellejo? Es justamente lo que soy, Brenna. Preferiría morir antes que hacerte da?o, pero ?y a los demás? Podría matarlos sin inmutarme. Nací para eso.
Brenna sabía que debería alegrarse de que Judd hubiese reconocido sus sentimientos hacia ella, pero aún estaba cabreada por la intransigencia que demostraba con respecto a todo lo demás cuando entró en el cuarto de estar alrededor de las siete de la ma?ana del día siguiente. Judd estaba intentando abrocharse un botón de la camisa azul vivo que cubría su pecho vendado. Incluso estando herido, era tan hermoso que se le secó la boca y se sonrojó. El hambre era desgarradora y la sedujo para que avanzara.
—Déjame a mí.
Tenía que dolerle el brazo. Y no quería ni imaginar lo que debían de dolerle las heridas del pecho. Si hubieran sido un poco más profundas…
—Brenna.
No la detuvo, pero su tono dejaba entrever un lado dominante que reconoció demasiado bien al haber crecido rodeada de hombres aquejados de esa misma faceta chovinista.
—Nunca te he visto vestido con otro color que no sea el negro. El azul te queda bien.
Le abotonó la camisa sobre los vendajes con sumo cuidado. La prenda no le quedaba demasiado holgada, ya que su constitución era algo menos musculosa que la de Nate. Su psi tenía un cuerpo creado para el sigilo y la velocidad, un arma bien calibrada… que se moría de ganas de acariciar. La idea de pasar las manos por los tersos y poderosos contornos de su cuerpo hacía que le temblaran los dedos.
Una mano masculina le rodeó la mu?eca.
—Tenemos que hablar de esto antes de que lleguen tus hermanos.
Las lágrimas le atenazaban la garganta.
—Tenemos tiempo para tomarnos una taza de café.
—No, no lo tenemos. Hace un rato que Nate hizo las llamadas, de modo que tienen que estar al llegar.
Brenna sabía que el macho de los DarkRiver había pospuesto el momento tanto como le había sido posible, pero deseó que hubiera sido para siempre.
—Solo una taza —intentó convencerle.
Judd tiró de la mano para obligarla a que le mirase.
—?Por qué estás evitando el tema?
Las motas doradas de sus ojos brillaban con viveza y no eran imaginaciones de Brenna; centelleaban de verdad. Antes de que pudiera preguntarle qué significaba eso, se escuchó un gran alboroto en la entrada y sus hermanos irrumpieron en el cuarto de estar seguidos por Nate y por Lucas.
24
El rostro de Riley adoptó la expresión inescrutable de un cazador al ver la mano de Judd aferrando la mu?eca de su hermana.
—Te juro por Dios que si no dejas de tocarla te…
—?Tú qué? —exigió saber, apartando la mano pero solo para poder encararse con Riley—. ?Terminarás el trabajo que empezaste anoche?
—?De qué co?o estás hablando? —Andrew extendió el brazo como si quisiera agarrar a su hermana y arrastrarla a su lado.
Judd se puso de pronto delante de ella, se había movido tan rápido que Brenna se quedó boquiabierta.
—No puedo dejar que la toques en tu estado actual.
Brenna miró desde detrás de Judd y vio que Drew apretaba los dedos en un pu?o.
—Es mi hermana. Quien le hizo da?o fue uno de los tuyos.
—Sea como sea, no os dejaré acercaros hasta que no os controléis —dijo con voz fría, implacable, peligrosa.
Se escuchó un coro de gru?idos.
—?Cerrad el pico! —gritó Brenna—. ?Todos vosotros!
Sus hermanos la miraron sobresaltados. Los gatos permanecieron en los márgenes de la habitación, seguramente evitando intervenir a menos que hubiera peligro de que corriera la sangre.
Judd echó un vistazo por encima del hombro.
—No lo hagas —le ordenó a Brenna con absoluta arrogancia masculina.
—?No le des órdenes, psi! —espetó Drew.
Brenna estaba harta. Pasó por delante de Judd sin miramientos para detenerse frente a su hermano mediano, al que golpeó con el pu?o en el pecho.
—?Sabes lo que me está advirtiendo que no haga? Acusaros a Riley y a ti de atacarle.
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