Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(74)



—No son tan profundas —masculló Judd con voz pastosa pero comprensible.

—Estate callado. —El tono de Tamsyn era puro acero—. Podrías ser un gato… te estás muriendo desangrado, pero te niegas a reconocerlo.

Nate entró en ese momento con un peque?o maletín metálico.

—Julián sigue dormido. Román se ha despertado, pero Kit le mantiene entretenido.

Tamsyn hizo un gesto y comenzó a limpiar la sangre del brazo de Judd en tanto que Brenna hacía lo mismo con la del pecho. Al menos había dejado de sangrar; se estaba coagulando más rápido de lo que habría creído posible solo minutos antes.

—Garras y dientes de un cambiante lobo, si no me equivoco —dijo Tamsyn mirando a Brenna en busca de confirmación.

—Sí. Un lobo completamente transformado. —No sabía si eso cambiaba algo, pero parecía ser el tipo de cosa que una sanadora querría saber.

—No debería ser un problema, pero le inyectaré un antibiótico de todas formas. Judd, ?eres alérgico a algo?

Judd negó lentamente con la cabeza.

—Puedo tolerar el antibiótico.

—Menos mal que no somos contagiosos —apuntó Nate apoyado contra la encimera— o no tardaría en salirte pelo por todas partes.

Brenna levantó la cabeza de golpe con la intención de decirle que se dejara de bromas, cuando se percató de que estaba tratando de distraer a Judd del dolor atroz que debía de estar sintiendo. Aunque mirándole cualquiera lo diría.

Habría crecido rodeada de hombres duros; Riley era un teniente de los SnowDancer y cuando Andrew no estaba haciendo de ni?era con ella, controlaba el volátil sector de San Diego en nombre de Hawke. Su padre también había sido soldado. Pero incluso sus hermanos habrían hecho al menos una mueca, y sabía sin la menor duda que habrían soltado una buena ristra de palabrotas y, casi con toda probabilidad, empezado una pelea con Nate para impedirse pensar en su piel destrozada.

Judd no. El estaba inmóvil como una estatua.

Mientras limpiaba la sangre tocó sin querer el borde en carne viva de una herida. El estómago se le encogió como si el dolor fuera suyo.

—Lo siento, cielo.

Que no dejara traslucir nada no significaba que no sintiera dolor. Era imposible que los psi fueran capaces de bloquear todos sus receptores del dolor.

La mirada de Judd no abandonó la suya ni un solo instante. El contacto era intenso a pesar de la progresiva niebla que le empa?aba los ojos, pero Brenna lo mantuvo, incapaz y reacia a dejar que sufriera en la fría soledad de un psi sumido en el Silencio.

—Voy a empezar a darte puntos —dijo Tamsyn rompiendo la palpitante conexión—. Te estoy poniendo un antiséptico.

Brenna tenía la mano sobre el pecho de Judd mientras limpiaba la última mancha roja, y ni siquiera estando tan cerca notó que se estremeciera. Eso iba más allá del control; resultaba aterrador. ?Cuánto había tenido que sufrir Judd para conseguir un domino tan férreo sobre sus respuestas físicas?

Vio a Tamsyn sacar la pistola de dar puntos.

—?Espera! ?No vas a anestesiarle? Esos puntos duelen.

—Los psi reaccionan de forma extra?a a las drogas, incluyendo los anestésicos. Sascha y Faith se anestesiaron a sí mismas sin ayuda de ningún producto. —La sanadora miró a Judd a los ojos—. ?Puedes hacerlo?

El asintió brevemente.

—Sí.

Judd cerró los ojos y se quedó completamente inmóvil. Brenna ni siquiera podía escuchar su respiración.

Tras entregarle a Nate la toalla ensangrentada, Brenna agarró la mano de Judd y observó mientras Tamsyn reparaba los da?os musculares con una diminuta pistola de puntos de uso interno.

—Se te da muy bien.

—Tengo el título de medicina. Supuse que podría consolidar mis dotes con buenos conocimientos y equipo para no gastar mi energía curativa de forma innecesaria —explicó; su tono de voz denotaba un tinte sombrío, como si estuviera recordando alguna ocasión en que no hubiera bastado con sus dotes para salvar una vida—. Y ya sabes cómo es esto… podemos ayudarnos mutuamente con ideas y estrategias, pero en realidad las dotes de las sanadoras cambiantes solo funcionan bien dentro de la especie animal a la que pertenecemos. Ni siquiera puedo utilizar mi don para llevar a cabo un reconocimiento a Judd.

Brenna asintió.

—?A qué te referías con lo de las drogas?

—Hum. —Le entregó una delgada linterna metálica a Brenna—. Enfoca eso aquí para que pueda ver lo que hago.

Sin soltar la mano de Judd, hizo lo que Tamsyn le pedía. El haz de luz definió cada desgarro, cada trozo de piel destrozada. La preocupación hizo presa en su interior, pero se aseguró de que no le temblara el pulso.

—Tiene algo que ver con sus habilidades y con la forma de procesar la energía —respondió Tamsyn retomando el hilo de la conversación—. Por eso el jax les afecta tanto.

La explicación de Nate fue más brusca:

—Las drogas les joden los poderes. Sascha se niega a probar siquiera la cerveza o el vino.

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