Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(70)



—Entonces esperaremos.

Judd tomó posición al otro lado del claro nevado, trazando una línea invisible en la nieve. Línea que no fue traspasada cuando llegaron Hawke y sus tenientes. Brenna, que también había regresado, se posicionó a su izquierda mientras los demás lo hacían a su derecha, flanqueando a Hawke. El alfa de los SnowDancer dio un paso al frente.

—Lucas, más vale que sea algo importante.

Lucas avanzó un paso, como había hecho Hawke; su rostro era una máscara de furia.

—El clan de ciervos de los DawnSky ha sufrido un ataque. Han sido masacrados.

Hawke profirió un gru?ido.

—?Cuántos muertos?

—Nueve adultos y tres ni?os. —Las cicatrices de Lucas se volvieron más marcadas —. Habrían sido más, pero Faith tuvo una visión parcial y logró dar la voz de alarma. Mercy y Dorian se encontraban lo bastante cerca como para intervenir. Tamsyn y Nate están allí recogiendo los pedazos.

Judd observó a Sascha deslizar la mano en la de su compa?ero, apoyándose contra él aunque manteniéndose parcialmente detrás…, proporcionándole apoyo sin distraerle colocándose como un blanco visible. Los dedos de Lucas asieron los de ella.

—Fue una matanza planeada. Seis psi armados contra una manada de ciervos que había salido a pastar.

Gracias a haber vivido con los lobos, Judd sabía que los ciervos eran de los cambiantes más pacíficos que existían. También eran muy débiles en lo relativo a la fuerza física.

—?Por qué? —preguntó, aunque la experiencia le decía que la presencia de un sicario psi seguramente enfurecía al alfa de los leopardos—. El Consejo siempre tiene una razón…, piensan con mucha antelación. Van cinco pasos por delante.

La voz de Lucas era prácticamente un gru?ido cuando respondió:

—Fui al lugar de los hechos. Hubo un hábil intento de marcar los cuerpos como si hubiera sido obra de los lobos: parece que tenían armas que imitaban garras. Los cuerpos estaban desgarrados, pero un sutil olor se había quedado impreso de algún modo en dos de los ciervos. Mercy y Dorian debieron de interrumpir a los putos asesinos antes de que pudieran hacer lo mismo con los otros cuerpos.

—Si todos los ciervos hubieran muerto —apuntó Hawke, con un tono de voz áspero —, no quedaría nadie para se?alar con el dedo a los psi. Las culpas habrían recaído en nosotros.

—Cambiando así vuestra reputación de clan poderoso aunque justo por la de asesinos indiscriminados. —Judd dirigió una mirada a los centinelas que estaban detrás de Lucas—. ?Habéis localizado a alguno de los psi?

Mercy miró a su alfa y respondió solo después de que este se lo indicara con un gesto.

—Los vimos marcharse, pero tomamos la decisión de ayudar a los heridos en lugar de darles caza. Ocultaron su rastro como expertos y los ciervos están demasiado traumatizados para proporcionarnos las descripciones; son profesores y contables, no soldados.

—Y Faith, ?vio ella alguna cosa? — inquirió Judd, conociendo la reputación de la mujer como una de las mejores clarividentes dentro y fuera de la PsiNet.

Sascha sacudió la cabeza.

—No lo está llevando nada bien. Lo vio después de que hubiera empezado todo. Ha dicho que vio las consecuencias, no el acto en sí…, vio retazos de un futuro empapado en sangre.

Hubo un instante de silencio absoluto, acto seguido habló Dorian; su cólera era más evidente que la de los demás.

—Uno de los chicos creyó ver una insignia sobre el hombro izquierdo de sus uniformes. Serpientes. Al chico le aterrorizan las serpientes, por eso lo recuerda.

—Ahora tendrá esa fobia para siempre —repuso Sascha suavemente, pero con expresión colérica.

Lucas se volvió para rozarle el cabello con los labios.

—Sascha quería quedarse con los supervivientes, pero supuse que necesitaríamos la perspectiva de un psi. No sabía que él estaría aquí. —Se?aló a Judd con la cabeza, un gesto nada amistoso—. ?Alguna idea?

—Algunas. Dadme un minuto. —A fin de cuentas la muerte era su única habilidad—. Sé que el emblema de la serpiente pertenece a Ming LeBon, pero eso simplemente confirma la conexión del Consejo.

Una delicada mano femenina se deslizó en la suya y Judd sintió aquel contacto en cada célula de su cuerpo. Cuando bajó la vista hacia Brenna, esta le miró y sacudió la cabeza brevemente. El tiempo pareció detenerse en aquel instante, y Judd supo que ella le estaba diciendo que él no representaba solo la muerte. Estuvo a punto de creerla. Salvo que incluso en aquellos momentos era consciente de aquella monstruosidad que habitaba en su interior. Un solo descuido y podría abrirse paso para sembrar la muerte de forma indiscriminada en aquellos que le rodeaban. Hombres, mujeres y ni?os.

Si soltarle la mano, Brenna se volvió poniendo fin al extra?o interludio.

—Me gustaría ayudar —le dijo a Sascha.

—Creo que le harías mucho bien a los jóvenes.

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