Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(63)



—Lo superarán. —Cambió el peso de un pie a otro un par de veces antes de proseguir—: He hablado con Marlee.

Judd aguardó.

—Lo siento. No sabía que estaba siendo una arpía con respecto a los psi-tq. —Tragó saliva, pero no intentó romper el contacto visual—. Hay muchas cosas en mi cabeza que no tienen sentido, como el modo en que perseguía Greg. Ni siquiera me gusta ese tipo.

Algo oscuro dentro de Judd asomó la cabeza ante la mención de aquel hombre.

—Comprueba si Sascha y Faith tienen alguna idea nueva sobre lo que podría estar pasando. Yo investigaré un poco por mi cuenta.

Brenna se pasó la mano por el cabello.

—Lo haré. Pero lo de Greg…

—No vuelvas a mencionar su nombre delante de mí.

Ella se quedó boquiabierta.

—Sigues furioso —susurró.

Brenna se equivocaba. Si hubiera estado furioso las paredes estarían empapadas de sangre, el olor a carne humana impregnaría el ambiente.

—Haz esas llamadas.

Judd se marchó antes de que pudiera seguir con las preguntas. Las respuestas podrían hacer que se pusiera a gritar.

Sascha se volvió hacia Lucas mientras estaban en la cama pensando en la llamada que había recibido tan solo unas horas antes.

—Estoy preocupada por Brenna.

—Creía que habías dicho que se estaba recuperando.

El alfa de los leopardos la rodeó con el brazo instándola a tenderse sobre su pecho.

—Presta atención.

Pero Sascha estaba donde él quería que estuviera.

—Eso hago —repuso con una satisfecha sonrisa felina—. Háblame de la loba.

—No puedo. Es confidencial.

Lucas deslizó la mano sobre el trasero desnudo de su compa?era.

—Apuesto a que puedo hacerte hablar.

—No es momento para jugar. —Le mordisqueó la barbilla aunque tenía ganas de ronronear.

El alfa desplazó la mano hacia la parte baja de su espalda, que era lo que él entendía como comportarse.

—Cuéntame.

—No sé qué hacer. —Lo que Brenna le había contado aquella noche, en particular los repentinos cambios de personalidad y conducta, resultaba muy inquietante—. Me preocupa haber pasado por alto algún da?o causado a su psique. —Su don para sanar la mente aún era nuevo para ella, pues había estado reprimido por el Silencio la mayor parte de su vida. Gran parte era instintivo, pero la mente de Brenna había sido gravemente violada—. La mitad del tiempo no sé lo que estoy haciendo.

Lucas la estrechó con más fuerza.

—Tú la has hecho volver. No dudes de tus decisiones.

—No —discrepó—. Lo hizo ella sola. Su voluntad es como una llama inalterable que se niega a extinguirse, Lucas. Brenna debería estar muerta a estas alturas.

—Si ha sobrevivido a Enrique, entonces puede sobrevivir a su propia mente.

Sascha sepultó el rostro en la curva del cuello de Lucas y aspiró su aroma.

—No estoy segura. Faith me ha dicho que la mayoría de los psi-c en la PsiNet acaban volviéndose locos, y ellos están entrenados para enfrentarse a la presión mental. Brenna carece de ese adiestramiento.

Lucas le acarició la espalda de forma lánguida, desde el cuello hasta la curva de las nalgas. La forma de acariciar de una pantera.

—Puede que te sorprenda. No cabe la menor duda de que ha sorprendido a Hawke con su última proeza…, tuve una charla con él acerca del problema con las hienas. —La cólera que le provocaba el que alguien se hubiera atrevido a tocar a los cachorros endurecía su voz, pero también podía apreciarse cierto deje de diversión típica de un depredador.

Sascha sabía que tenía que estar causada por los aparentes problemas de Hawke con Brenna; los dos alfas aún no habían aprendido a llevarse bien del todo.

—?Qué ha hecho?

—La chica ha empezado a salir con el maldito psi.

Sascha levantó la cabeza de golpe.

—?Con Judd? ?Brenna está con Judd Lauren?

El gato lamió el cuello expuesto de su compa?era.

—Qué bien hueles.

Sascha trató de pensar con coherencia.

—Pero si él es muy frío.

—Los cambiantes sabemos cómo conseguir que los psi os derritáis.

Sascha no podía discutírselo cuando su propio cuerpo se estaba derritiendo. Pero mientras se entregaba a su gato, una parte de sí misma seguía preocupada. Algo grave le pasaba a Brenna, y el gélido hermetismo de Judd Lauren solo serviría para exacerbar el problema… El no podía darle a una mujer cambiante lo que necesitaba para sanar. Calor humano, cari?o. Afecto sin reservas.





20


Judd so?ó que mataba de nuevo, que veía sus manos cubiertas de sangre. Roja. La sangre era roja en un paisaje, por lo demás, monocromático. Fue entonces cuando se percató de que sostenía el corazón moribundo de Brenna en sus manos. Estaba latiendo, como una palpitante acusación de lo que había hecho.

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