Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(62)



—Es un asesino, no un sanador. —La voz de Riley se volvió más grave, asemejándose a un gru?ido. Le dolía que, por su culpa, sus generosos y comprensivos hermanos se hubieran vuelto tan viscerales en su odio hacia la raza psi.

—Riley…

—Vas a ver a Sascha —le ordenó.

—Basta —espetó Judd con un inconfundible deje dominante—. Intimidarla para que vea a alguien no servirá de nada.

Riley dio un paso al frente con actitud agresiva.

—Nosotros lo llamamos cuidar de los nuestros. Tú ya has aportado tu granito, así que piérdete. Nadie te quiere aquí.

Brenna sintió que se le encogía el estómago. Si Judd hubiera sido un cambiante, aquellas palabras habrían sido motivo suficiente para comenzar una pelea. Una buena pelea. Y después de haber visto la expresión de sus ojos cuando había hablado de ejecutar a Greg, no estaba tan segura del control de Judd. Retrocedió con discreción, o eso esperaba, rozando el muslo de Judd con los dedos. Tenía los músculos en tensión, preparado para atacar.

—Brenna es muy capaz de cuidarse sola —dijo él—. Si queréis ayudarla, dejad de hacer que se sienta una inútil a la menor ocasión.

Brenna se estremeció por dentro ante el tono glacial de su voz. Ah, estaba cabreado, aunque lo ocultaba tras un velo de pura arrogancia psi.

—Tiene razón. —Miró a Riley mientras posaba la mano sobre el muslo de Judd, todo músculo, todo calor. Este no se había relajado lo más mínimo—. Los dos tenéis que parar antes de que me asfixiéis. Tú también —le dijo a Hawke.

Arrugas de tensión enmarcaban la boca del alfa.

—Hasta que descubramos qué tramaban las hienas, las reglas siguen vigentes. Te has convertido en un símbolo de la fuerza de los cambiantes: si alguien logra deshacerse de ti, se desatará una guerra. Así que quédate en la guarida o dentro del perímetro interno.

Aquello escocía, pero dio su conformidad, decidiendo librar las batallas de una en una. En aquellos momentos, eso entra?aba impedir que sus hermanos y Judd se hicieran pedazos entre sí.

—Pero tienes que enviar a Drew de vuelta a San Diego y reasignar a Riley para que no pase tanto tiempo en la guarida.

Sus hermanos profirieron sendos gru?idos y Hawke levantó la mano para hacerlos callar.

—Eso son asuntos de familia. Los necesito aquí.

—Entonces quiero una habitación en el otro extremo de la guarida —insistió obteniendo la fuerza del ángel oscuro que tenía a su espalda—. O juro que me mudo otra vez a la ciudad.

Andrew soltó una ristra de exabruptos.

—Estás siendo…

—No sigas —le amenazó Judd con absoluto sosiego.

El hermano mediano de Brenna se quedó inmóvil.

—?Cómo sé que no la estás…? —Su voz se fue apagando hasta que ella profirió un grito estrangulado al sentir cómo su rostro se deformaba en una máscara horrorizada.

—?Que no me está qué? ?Controlando? —preguntó con un nudo en la garganta a causa de la angustia—. ?Es eso lo que piensas de mí…, que no tengo agallas a no ser que un psi me obligue a tenerlas?

—No era mi intención…

—?Pues no deberías haberlo dicho! —Decidió transformar el desgarrador dolor en cólera—. Necesito que me apoyéis, no que minéis mi confianza. ?Sabéis quién es la única persona de esta habitación que nunca me ha hecho sentir una inútil? Es Judd.

Andrew inspiró bruscamente como si le hubiera propinado un pu?etazo. Riley fue el único que respondió:

—Quédate con este apartamento. Es el más seguro en términos de situación. Nosotros buscaremos unos camastros en la sección de los soldados.

Acto seguido se marchó sin darle la oportunidad de responder, obligando a Drew a irse con él.

Hawke tanteó a Judd con la mirada.

—Voy a enviar a otro a que cubra por el momento la región de la caba?a.

—Entiendo.

El alfa se marchó a continuación.

Brenna estaba sola al fin, salvo por el asesino que tenía a su espalda.

—Necesito que tú también te marches.

Notó contraerse los músculos del muslo de Judd bajo la palma de su mano.

—Yo sé lo que ellos ignoran.

Brenna puso fin a aquel contacto íntimo, a pesar de que su cuerpo deseaba explorarlo, experimentar la sensación de tener su sólida forma apretada contra ella, y se dio la vuelta.

—Hablaré muy pronto con Sascha. Te lo prometo.

Aquellos fríos ojos psi le sostuvieron la mirada.

—Estaré en la guarida si me necesitas.

—?Adonde fuiste ayer? —Parte de la ira que había sentido afloró a la superficie.

—A un lugar seguro.

Brenna frunció el ce?o.

—La guarida es segura.

—No para mí. —No cuando estaba inconsciente y era incapaz de defenderse—. Muchos creen que yo maté a Timothy.

Nalini Singh's Books