Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(61)
Enrique nunca la había besado. Para él no había sido más que un animal al que torturar y con el que experimentar. Una rata de laboratorio. Se le revolvía el estómago solo de pensar que la última vez que había adoptado forma de lobo había sido delante de él. De algún modo había averiguado cómo forzar la transformación, humillándola al arrebatarle lo más preciado para ella y convertirlo en dolor y en una especie de violación psíquica que jamás creyó que pudiera existir.
—Brenna.
Ella se sobresaltó.
—Ya voy.
Se sacudió de encima los recuerdos para terminar de prepararse y a continuación comprobó que tenía bien el cabello. Los cortos mechones eran otra marca que él le había dejado, una marca que odiaba ver en el espejo.
Judd estaba de pie prácticamente en la entrada y Brenna casi se tropezó con él. Hizo todo lo que pudo por no refugiarse de nuevo en sus brazos.
—Estoy lista. —Le brindó una sonrisa radiante.
Judd la miró con la concentración absoluta de un cazador.
—No tienes por qué fingir delante de mí.
Brenna tragó saliva y dejó que la sonrisa se apagara.
—Entonces, por mis hermanos. Por Hawke. Ya les he roto el corazón una vez. No volveré a hacerlo. —Le destrozaba ver la furia y el dolor en sus ojos, el sufrimiento de aquellos hombres que no habían sido capaces de proteger a quien amaban—. Miente si es necesario —le dijo a Judd—, pero no les cuentes lo grave que ha sido.
Sabía que había sido muy serio, una pesadilla que había aplastado sus esperanzas de normalidad.
—De acuerdo. Pero no pretendas fingir que no ha pasado nada —le ordenó—. Con eso solo conseguirás preocuparles más.
Brenna decidió hacerle caso.
—Muy bien. —Vio los desgarrones en el jersey negro de lana cuando él se dispuso a abrir la puerta del dormitorio—. Lo siento.
—Ya te lo he dicho, son cortes superficiales. Lo más seguro es que a tus hermanos les tranquilice ver que has hecho sangrar a un psi.
Brenna rió y él abrió la puerta en ese momento. Andrew estaba discutiendo con Riley, pero se quedó inmóvil en cuanto ella salió de la habitación. Judd era como una sombra silenciosa a su espalda. Hawke fue el primero en acercarse a ella.
—Tienes buen aspecto, Bren.
—Me siento bien.
Buscó el confort en su mano cuando él la ahuecó sobre su mejilla. El alfa dirigió la mirada de sus ojos azul ártico por encima de la cabeza de Brenna.
—La has hecho volver.
—No había ido a ninguna parte —mintió por ella con la absoluta serenidad típica de los psi—. Habéis confundido un peque?o percance con un episodio degenerativo.
Hawke frunció el ce?o.
—Ha sido mucho más que un peque?o percance.
—Bren —interrumpió Drew poniendo fin a la caricia de Hawke cuando arrastró a su hermana a sus brazos—. Greg jura que no te ha tocado. ?Lo ha hecho?
Sabía que si respondía de manera afirmativa, la vida de Greg estaba sentenciada. Como lo habría estado si no hubiera calmado a Judd. La reacción de su psi, por otra parte, era algo muy distinto. No había sido un acto condicionado por el Silencio.
—Greg no ha hecho nada —respondió—. Simplemente ha tenido la mala suerte de ser el primer hombre con el que he intentado algo de carácter sexual desde el secuestro.
Su hermano la soltó.
—Nunca te había visto así.
—Y no volverás a verlo.
No tenía otra explicación que darle y esperaba que él no insistiera. Entonces su hermano abrió la boca para decir algo, pero Judd se le adelantó.
—Sascha y yo hemos estado preparándonos para una recaída así, aunque no creíamos que fuera a suceder de un modo tan brusco.
—?Qué? —Riley se acercó y rodeó a Brenna con el brazo haciendo que se diera la vuelta para apartarla de Judd.
—Tu hermana tiene una voluntad de hierro. —Los ojos color chocolate del psi se enfrentaron a los de Brenna—. Durante las sesiones solo se permitió llorar o liberar sus emociones de forma contenida.
—Aumentando así la presión —concluyó Brenna, que se zafó de su hermano y se colocó de nuevo junto a Judd—. Debería haber hecho caso a Sascha.
La sanadora le había pedido que asimilara y aceptara que la habían herido, que la habían violado del modo más sádico, que habían vaciado su mente y luego la habían llenado de cosas que no le pertenecían, que habían torturado su cuerpo. Pero Brenna simplemente había deseado pasar página, recoger los fragmentos de su vida como si esta nunca se hubiera deshecho en mil pedazos.
—Puedes planteárselo cuando llegue —le ordenó Hawke—. No tardará.
—No —replicó sin pensar. Al ver la expresión cautelosa en sus rostros, atemperó el tono de su voz—. Necesito tiempo para poner en orden mis pensamientos. Judd puede ayudarme en caso de que sea necesario.
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