Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(60)
La puerta del ba?o se abrió al cabo de aproximadamente diez minutos. Brenna apareció envuelta en una toalla de felpa azul que solo le llegaba a la parte superior de los muslos y que parecía correr un grave peligro de caerse cada vez que respiraba.
—Me olvide de coger mi ropa —repuso sonrojándose—. No quería ponerme de nuevo esa bata.
Dado que le era difícil pronunciar palabra, Judd se limitó a asentir. Ella entró tímidamente en la estancia y comenzó a recoger ropa de la cómoda. Alcanzó a ver fugazmente algo de encaje amarillo pálido cuando sacó sus cosas del cajón superior y se ordenó apartar la vista. No había razón para que invadiera su intimidad.
—?Quieres que salga?
Brenna le miró por encima del hombro, con los ojos como platos.
—Quédate. Haces que me sienta segura.
—No es lo que suele sentir la gente cuando estoy cerca.
Ella se encogió de hombros y Judd tuvo que contener el impulso de utilizar sus poderes para sujetar la toalla que, no le cabía duda, estaba a punto de bajársele.
—No tienes por costumbre abrazar a gente histérica después de haber perdido por completo los papeles.
??Abrazar?? Precisó de un esfuerzo considerable para obligar a su mente a volver al buen camino.
—He dicho que hablaremos de ello más tarde. Vístete antes de que tus hermanos decidan echar la puerta abajo.
Brenna regresó de nuevo a la cómoda y cogió un par de vaqueros y un jersey azul. Sus piernas estaban prácticamente desnudas en su totalidad y por mucho que se esforzaba en no mirar, no podía apartar la vista de ella. Su piel parecía tan suave como la de sus labios, tersa y sonrosada por el calor de la ducha.
Una aguda punzada le atravesó la columna, lo bastante intensa como para hacerle ver chiribitas en los ojos. Por irónico que resultara, logró aguantarla empleando las mismas herramientas que le habían proporcionado para soportar un interrogatorio bajo tortura. Sabía que estaba pisando hielo quebradizo; ese día había estado a punto de matar sin pensárselo dos veces. Aquella falta de disciplina indicaba una severa degradación de componentes fundamentales de su condicionamiento. Aun sabiendo eso, no podía evitar que sus ojos se recrearan mirándola, que su cuerpo se tensara con una necesidad desconocida para él.
Brenna se dio la vuelta sin previo aviso, con la ropa apretada contra su pecho. Sus senos desbordaban la parte superior de la toalla captando su atención.
—Puedo sentir cómo me miras.
—Imposible.
Esa toalla iba a abrirse. Si ella movía las manos, caería al suelo. Judd decidió que, después de todo, no utilizaría sus poderes para impedir que eso ocurriera.
Brenna frunció el ce?o.
—?Estás diciendo que no soy digna de admirar?
—Yo no quería decir eso.
?Era su piel igual de suave en todas partes? Tan… apetecible.
Una segunda punzada le atravesó la columna originándose en el tronco cerebral y descendiendo desde allí al resto del cuerpo. Estaba ideada para incapacitar a un psi normal, pero él era una Flecha.
—Tienes esa expresión masculina en los ojos.
A pesar de la batalla que estaba librando para aislar el dolor, de pronto se le ocurrió que aquello podría resultarle angustioso a Brenna después de su reciente crisis.
—Te pido disculpas. No pretendía hacerte sentir incómoda.
Brenna tenía ganas de reír.
—?Por qué no?
Regresó al ba?o contoneando exageradamente las caderas. Maldita sea, aquel hombre tenía el don de la oportunidad. Ella se sentía tan atractiva como una rata sicótica y él la miraba de esa forma.
Como si deseara lamerla de arriba abajo.
Se estremeció. Puro deseo masculino, eso era lo que había visto en aquellos ojos de psi; visceral, ávido y dominante. Apretó los muslos cuando las imágenes asaltaron su cabeza. El intentaría imponer su dominio en la cama, de eso no le cabía la menor duda. No dejaría que le acariciara hasta… después. A aquel hombre le gustaba tener el control. Menos mal que ella no era una tierna florecilla.
—Perro ladrador, poco mordedor, Brenna Shane —farfulló dejando caer la toalla y poniéndose las braguitas sobre la carne sensibilizada a causa tan solo de sus pensamientos. ?Qué sucedería si él la tocara de verdad ahí? Inspiró de golpe haciendo que sus pechos se elevaran—. Un desastre, eso es lo que soy.
Ese día le había quedado claro que podía coquetear con cualquiera, pero ponerse manos a la obra hacía que se derrumbara. Lo que no lograba entender era por qué había ido a por Greg…, era un comportamiento de lo más extra?o por su parte. Claro que había estado cabreada con Judd, pero no era propio de ella intentar dar celos a un hombre utilizando a otro. Y Greg no era su tipo. A pesar de todo, no se había merecido lo que le había hecho.
Se estremeció mientras se preguntaba en qué estado le había dejado la cara. él apenas le había rozado los labios cuando sintió que la engullía una oscura oleada de virulenta locura, densa y asfixiante. Lo único que podía recordar era ver a Greg retroceder tapándose la cara ensangrentada con las manos. Al igual que su intento de cobrarse venganza, la desproporcionada respuesta no tenía sentido.
Nalini Singh's Books
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