Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(55)
A Brenna se le secó la garganta en el mismo instante en que la chiquilla de ocho a?os, una ni?a cuya actitud sosegada a menudo la llevaba a creerla mayor, se dio cuenta de que la estaban observando. La pelota cayó al suelo y rodó hasta detenerse a los pies de Brenna. Con el corazón aporreándole con tanta fuerza que creyó que iba a magullarle las costillas, Brenna se puso en cuclillas y la cogió sin apartar los ojos de la ni?ita vestida con un mono vaquero y un jersey rosa de angora. Era una estupidez, pero le tenía miedo a Marlee.
—Hola —le dijo sin levantarse—. Qué pelota tan bonita.
Le lanzó suavemente la esfera azul brillante a la peque?a, que la agarró con las manos y la apretó contra su pecho.
—Me la regaló mi tío Judd —le explicó la ni?a, sin el menor rastro de la frialdad característica de los psi; Marlee y su primo Toby no habían llegado a concluir el condicionamiento bajo el Silencio. Para ellos las emociones no eran un enemigo, sino simplemente parte de lo que eran—. También me regaló un balancín, pero es muy difícil.
Brenna supuso que ambas cosas ayudaban a educar el desarrollo de sus poderes telequinésicos.
—?De veras? —Intentó sonreír; Marlee difícilmente podía hacerle da?o. Pero la lógica no era rival para el horror de sus recuerdos—. De hecho, estoy buscando a tu tío. ?Le has visto?
Marlee negó con la cabeza haciendo que sus trenzas se agitaran.
—Puedo mirar en nuestra red secreta, aunque no me dejan. Podría echar un vistazo si tú quieres —susurró suavemente pidiendo su permiso.
A Brenna se le encogió el estómago.
—Está bien. No quiero que te metas en un lío.
Marlee continuó mirándola con aquellos claros ojos verdes que había heredado de su padre, Walker.
—?Por qué no te gusto?
18
Aquella pregunta sin la menor malicia dejó a Brenna sin aliento. Se desplomó en el suelo con las piernas cruzadas y sintió que palidecía. ?Tenía razón Judd? ?De verdad era una auténtica intolerante?
—Creo que eres muy dulce, Marlee.
—Entonces, ?por qué no te gusto? ?Por qué? —La barbilla obstinada de la peque?a, un rasgo aparentemente típico de los Lauren, le resultaba dolorosamente familiar.
Brenna no podía mentir, no cuando el rostro de Marlee le exigía que fuese sincera.
—?Sabes por qué puedes mover una pelota sin necesidad de tocarla?
Las trenzas se balancearon de nuevo cuando Marlee asintió.
—Soy una tq. Aunque solo un poco. No puedo hacerlo tan bien como mi tío Judd.
Aquel recordatorio de Judd y de lo que este le había ocultado fue como recibir otro pu?etazo en el pecho. El no tenía derecho a hacer algo así. No debería haber mentiras entre ellos. Brenna tampoco tenía una razón concreta para aquella certeza.
—Claro. —Se obligó a relajar la mano—. Un hombre malo que podía hacer lo mismo, un tq muy poderoso, me hizo da?o una vez. Mucho da?o. Por eso a veces me dan miedo otros tq.
—Es una tontería. Algunos lobos se portan mal conmigo, pero a mí me gustan todos los demás.
—?Quién se porta mal contigo? —Frunció el ce?o, notando que se enfurecía. Los lobeznos podían ser un poco brutos cuando jugaban, pero abusar de otro era algo que no se toleraba bajo ninguna circunstancia.
—Algunos tontos. —Marlee se encogió de hombros—. Mi tío Hawke dice que como soy peque?a puedo hacerles da?o si ellos intentan hacérmelo a mí.
Brenna sabía que a Judd, a Walker y a Sienna se les había prohibido utilizar sus poderes con los SnowDancer.
—?Y lo has hecho?
—Utilicé la telequinesia para empujar a Kiki cuando intentó morderme —le explicó Marlee con una expresión traviesa—. Ella se puso a llorar y se chivó, pero la profe le dijo que le estaba bien empleado.
Teniendo en cuenta que los dientes de un lobo podían causar un da?o considerable a la fisiología más débil de un psi, Brenna estuvo de acuerdo.
—Yo también lo creo.
—Yo no voy a empujarte. —Marlee soltó la pelota y se detuvo delante de Brenna—. No tengas miedo de mí.
Ella asintió con un fuerte nudo en la garganta.
—De acuerdo.
Con una sonrisa en los labios, Marlee se inclinó y se abrazó fuertemente al cuello de Brenna, que comenzó a temblar mientras sujetaba aquel peque?o cuerpecito contra el suyo y dejaba que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
—No pasa nada, el hombre malo no te cogerá. —La ni?a le dio unas palmaditas en la espalda—. Mi papá y mi tío Judd pueden espantarle, y también Sienna.
Aquello solo sirvió para que Brenna llorase con más ganas. ?Cómo podía haber tenido miedo, ni por un solo segundo, de aquella ni?ita tan dulce y compasiva? ?De verdad era tan retorcida, tanto la habían da?ado?
Percibió un movimiento.
Levantó la cabeza de golpe y descubrió a Walker Lauren a unos pasos de distancia. A diferencia de su hija, Walker era un psi por excelencia: impasible, indiferente, frío. Pero cuando miró a Marlee dejó entrever un feroz instinto protector.
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