Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(52)



—No tengo por costumbre decir cosas que no pienso. —Pero no negó la acusación de Judd—. ?Qué ha pasado entre Bren y tú?

—No es asunto tuyo. —La respuesta le salió tan rápido que no tuvo oportunidad de medir sus palabras. El instinto. Algo que le había podido llevar a rehabilitación en la PsiNet. Pues ?qué era el instinto si no el precursor de las emociones?

—Soy su alfa. —Una imposición, una orden.

A Judd nunca se le había dado bien acatarlas.

—Como diría Brenna… no eres su guardián.

Hawke soltó un gru?ido.

—?Eres consciente de que Riley y Andrew te destriparán sin inmutarse si se te ocurre tocarla?

—Eso tampoco es asunto tuyo. —Los hermanos de Brenna le consideraban una víctima fácil. Era un error por su parte—. Pero te pido que cuides de ella durante el próximo día. —Hasta que él pudiera hacerse cargo de nuevo.

—?Vas a alguna parte?

La visión de Judd comenzaba a tornarse borrosa, los detalles se perdían a causa de la oscuridad invasora.

—Volveré dentro de veinticuatro horas.

Hawke no insistió, lo que resultaba sorprendente teniendo en cuenta lo que le gustaba mantener a raya a la familia Lauren.

—?Qué crees que dirá Brenna si le cuento que me has pedido que vele por ella?

—Lo más probable es que se ponga hecha una furia y te responda que puede cuidarse sola.

—Y así es. Pero me da igual lo que piense, aún no ha recuperado las fuerzas. —Hawke enarcó una ceja—. ?Quieres un consejo de hombre a hombre?

Judd esperó.

—Los lobos hembras se cabrean muchísimo cuando sus hombres no les ofrecen su apoyo en público. —Esbozó una sonrisa—. Vas a tener que arrastrarte de lo lindo para congraciarte de nuevo con ella.

—Lealtad. Eso lo entiendo.

Y Judd lo entendía de verdad.

Hawke ladeó la cabeza.

—Ahí regresa uno de los exploradores.

Judd no se molestó en malgastar más palabras. Se limitó a rodear la caba?a y a internarse corriendo entre los árboles. Tenía tres horas a lo sumo antes de que se produjera el colapso físico. A pesar de que deseaba atravesar el bosque como un rayo, adoptó una velocidad lo bastante moderada como para poder vigilar sus alrededores. Al carecer de sus sentidos psi, era menos aún que un humano.

Los psi estaban hechos para ser seres psíquicos. Verse privados de ese aspecto de su esencia afectaba al resto de sus percepciones. Su sentido del oído ya estaba comprometido, los sonidos le llegaban como amortiguados por una pared de agua, en tanto que su vista no era tan aguda como debería haber sido. Pero sí lo bastante para conducir.

Cuando llegó al vehículo que Brenna había olvidado a causa de su ataque de cólera, introdujo el código, abrió la puerta y se subió a él. Dado el estado de inestabilidad en que se encontraba, normalmente habría puesto el piloto automático, pero eso era imposible en aquel territorio. Las carreteras no eran más que meros caminos de tierra en la mayor parte de las zonas, carentes de los sensores informatizados instalados bajo la superficie necesarios para el procesador de navegación del vehículo.

Recurriendo una vez más a las lecciones que había aprendido en el inhóspito vacío de la antigua ciudad de Sapporo, se concentró profundamente en un punto determinado. El colapso físico se produjo apenas había alcanzado su destino. Su mente se apagó; a todos los efectos, se encontraba sumido en un coma irreversible.

Brenna se esforzó al máximo durante la carrera de regreso a la guarida, y cuando llegó estaba exhausta. Tras deshacerse de los dos que la acompa?aban, se dirigió hacia su cuarto. Por desgracia, puesto que Andrew vivía en el mismo apartamento, no pudo librarse de él.

—Menuda carrera, Bren. ?A qué ha venido eso?

Ella se giró rápidamente.

—No lo sé. Ya no sé a qué viene nada que proceda de mi mente o de mi cuerpo. Y aunque me lo preguntes un millón de veces, ?seguiría sin saberlo!

—?Qué es lo que te tiene tan cabreada? —Frunció el ce?o—. ?Es que tu nuevo novio no te besa como es debido? Ah, me había olvidado. Es un puto robot que no sabe besar.

Drew siempre había sabido cómo hacerla saltar, pero ese día no estaba de humor para juegos. Estaba cabreada, muy cabreada. Con Judd, con sus hermanos, con Hawke, con el maldito universo.

—Puede que no sea yo quien tenga un problema —dijo; algo mezquino y desagradable se apoderó de ella—. ?Por qué no te vas a buscar a Madeline y te das un revolcón? —Las mujeres jóvenes del clan eran muy sexuales, pero Madeline estaba muy cerca de traspasar el límite y convertirse en una prostituta—. Puede que un buen polvo me libre de ti.

La expresión de Drew era feroz.

—No eres tan mayor como para que no pueda lavarte la boca con jabón —replicó con voz serena y letal, un recordatorio de que su hermano mediano, por lo general tranquilo, era también un soldado de alto rango.

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