Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(47)
Pero ni siquiera el kenjutsu era suficiente para un tq al borde del colapso. Expandió los sentidos a fin de comenzar a recopilar información. El no era un cambiante, por lo que podría haberle resultado difícil identificar las especies exactas, pero alguna de las hienas se había transformado en su forma animal.
Había veinte en su radio de búsqueda y muchas de ellas iban armadas. Necesitaba echarle un vistazo más de cerca a esas armas.
Tomó rápidamente una decisión. Judd se aproximó utilizando lo que había aprendido en Sapporo para controlar el manto de agotamiento que lo envolvía y mantener su cerebro en funcionamiento. Una vez se posicionó en la trayectoria de una de las hienas que se encontraba en su forma humana, se apoyó contra otro árbol e hizo aquello que solo los de su subdesignación podían hacer. Difuminó su cuerpo haciéndose invisible. Se afirmaba que ese aspecto de su habilidad derivaba del mismo núcleo del que surgía el don de los psi-c; que, en efecto, estaba distorsionando en el tiempo.
?Concéntrate.?
Los patrones de pensamiento erráticos eran un signo de un colapso inminente. Logró poner su mente bajo control justo a tiempo. Una hiena macho pasó por su lado, con un arma colgada a la espalda y otra en las manos. Comenzaron a formarse migra?as localizadas tras sus párpados, pero mantuvo la invisibilidad hasta que el invasor estuvo lo bastante lejos. A continuación se concentró en salir de la zona caliente sin dejar rastro.
Una explosión tuvo lugar media hora más tarde.
Brenna oyó el estallido antes de ver la espiral de humo que ascendía hacia el cielo. El impulso de dirigirse en esa dirección era tan abrumador que tuvo que apretar los dientes para reprimirlo. Su familia no había criado a una loba estúpida. El fuego no se extendería gracias a la nieve. Además, el bosque estaba tratado con sustancias retardantes anti-incendios y ella no contaba con las armas ni con el apoyo necesario para acabar con todo el grupo de aquellos malditos carro?eros.
Pero la frustración que le producía la impotencia no era lo peor; le aterraba que hubieran atrapado a Judd. Entonces él salió del bosque y Brenna corrió a su encuentro posándole la mano en el brazo cuando lo alcanzó.
—?Qué ha pasado? —Se tomó un segundo para echarle un vistazo—. ?Judd, tus ojos!
Eran completamente negros, no se podía apreciar ni los iris ni las escleróticas.
—Han volado parte de la caba?a —dijo haciendo caso omiso del grito de Brenna—. Teniendo en cuenta el enorme estruendo, es muy probable que las patrullas de los SnowDancer estén ya de camino.
—?Ya lo sé! —Mientras la preocupación se imponía a la conmoción, escudri?ó su pálido rostro—. ?Quiero saber que te ha pasado!
—He utilizado demasiada energía —respondió de forma cortante.
—Cuando me has sacado de allí. —No se trataba de una pregunta. Todas esas semanas de sesiones curativas con Sascha le habían ense?ado alguna que otra cosilla sobre cómo funcionaban las habilidades de los psi—. Porque no te dejé entrar en mi mente… Tengo razón, ?verdad?
—No tenemos tiempo para discutir ahora ese tema. —Se?aló con la cabeza en dirección a la caba?a mientras sus ojos comenzaban a recobrar su aspecto normal—. Mis conocimientos tácticos me dicen que hace ya mucho que se han ido las hienas. Deberíamos volver allí para recibir a quienes lleguen.
Judd comenzó a moverse y ella corrió para alcanzarlo.
—?Puedes arreglártelas? Tus ojos…
Judd la miró de reojo con absoluta arrogancia masculina y el lobo que moraba en su interior sintió ganas de gru?ir.
—Es algo que suele pasarle a los ojos de los psi cuando hay de por medio un gran gasto de energía… Soy muy capaz de dar el parte de rigor.
—Debería aprender a no expresar mi preocupación en lo que a ti respecta —farfulló Brenna.
—Sería lo más aconsejable.
Mientras le clavaba la mirada ce?uda en la espalda, Brenna decidió concentrarse en algo que no le hiciera sentir ganas de sacar las garras.
—?Cómo me sacaste de allí?
—Teletransportándote.
En la mente de Brenna se hizo un silencio absoluto, el frío vacío del miedo más atroz.
El que Judd tuviera esa capacidad significaba que era un telequinésico. Un tq muy poderoso. Igual que él, que el carnicero.
—?Cuándo pensabas decírmelo? —Sentía que su corazón era como un bloque de hielo.
—Nunca —respondió cortante—. No eres racional en lo relativo a los psi-tq y tus prejuicios influyen en los demás.
Brenna no comprendía qué era lo que estaba insinuando, pero sabía que no era ningún cumplido.
—Esto es entre tú y yo, nadie más.
Judd se detuvo y se volvió hacia ella; un hombre de belleza perfecta y férreo control.
—No, Brenna. Se trata de ti, de tu familia, de todo el clan. Si empiezas a despreciarme todos te seguirán.
—?Desde cuándo te importa lo que piensen los demás?
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