Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(49)


Hawke lucía una expresión sombría cuando miró la prueba condenatoria.

—Si la gente de Lucas estuviera detrás de esto habría hecho un trabajo mucho mejor ocultando su rastro. Puedo captar otro olor característico bajo el de los leopardos.

Los demás fruncieron el ce?o y Brenna vio que varios pares de ojos se abrían con perplejidad mientras trataban de analizar las distintas capas de olor para identificar la apenas perceptible estela a sudor de algo que no debería haber estado presente.

—Fue una manada de hienas —dijo Brenna rompiendo el silencio.

Todo el mundo dirigió la mirada hacia ella con imperante incredulidad.

—?Esos carro?eros? —dijo Drew al fin—. ?Estás segura?

Frunciendo el ce?o, rodeó a su hermano evitando con firmeza que su mirada descendiera más abajo del cuello. Drew, al igual que la mayoría de los cambiantes, se sentía a gusto con su desnudez. Lo antinatural era su propia reacción y ella lo sabía. Lo que sucedía era que no deseaba examinar los motivos…, le asustaba descubrir qué otras cosas había da?ado Enrique en su interior.

—No he perdido el olfato durante el secuestro, solo la mitad de mi mente.

Andrew se estremeció.

—Joder, sí que eres mezquina cuando te cabreas. Pero ?puedes culparme? Las hienas no se acercan a nada que pueda morderles.

—Tenemos que hablar —le dijo Judd a Hawke.

El alfa asintió bruscamente.

—Quiero que todo el mundo salvo Riley, Drew e índigo, empiece a hacer un reconocimiento del perímetro. Intentad captar el rastro de las hienas. Yo haré algunas llamadas, puede que tengamos suerte si las águilas rondaban por la zona.

—?Las águilas? —Brenna levantó la mirada como si pudiera ver alguna—. ?Cuántas?

—Un peque?o escuadrón. Han venido para asistir a una boda humana.

Era evidente que se habían asegurado de pedir permiso a Hawke antes de poner el pie, o desplegar las alas, en territorio de los SnowDancer. De lo contrario se les hubiera considerado enemigos y los habrían liquidado. Una ley severa, pero que proporcionaba estabilidad en el mundo agresivo de las razas depredadoras de cambiantes. Sin ella, la carnicería que tuvo lugar durante las Guerras Territoriales del siglo XVI jamás habría tenido fin.

Hawke miró a sus soldados.

—Marchaos.

Durante unos extraordinarios segundos el mundo se convirtió en una miríada de brillantes colores cuando los soldados se transformaron. A continuación, los lobos partieron en todas direcciones, sus patas se movieron veloces y en silencio sobre la nieve. El cuerpo de Brenna se quedó completamente paralizado mientras los contemplaba, tan fuertes, tan hermosos. La envidia era un odioso zumbido en su cabeza, un zumbido que tenía el poder de amargarla y llenarla de resentimiento; tal vez Enrique no hubiera acabado con su vida, pero había logrado mutilarla.

?No estás tullida, ni ahora ni nunca.?

El recuerdo le hizo apartar la vista de las esbeltas siluetas de sus compa?eros de clan y clavarla en Judd. El la estaba observando sin el menor rastro de arrepentimiento en su semblante. La cólera prendió de nuevo en ella, pero Hawke habló antes de que la furia la desbordara.

—Dime qué has encontrado.

Judd respondió con precisión castrense.

—Llevaban armas láser de última generación que no están de venta al público.

—?Suministradas por los psi?

—Es muy probable. Las fabrican las empresas psi.

Riley cambió de posición y eso captó la atención de Brenna; su hermano mayor no se movía al azar. Andrew era el más impaciente a nivel físico.

Hawke también había reparado en ello.

—?Hay algo que quieras a?adir?

—Para ser una raza que detesta las armas —comentó Riley—, parece que los psi poseen algunas muy avanzadas.

—?Qué te hace pensar que los psi aborrecen las armas? —preguntó Judd con una serenidad tan espeluznante que Brenna sintió ganas de echarse a temblar.

La mirada de Riley era lo bastante severa como para haber acobardado a alguien que fuera menos hombre que él.

—Nunca las han utilizado para liquidarnos.

—Solo porque un ataque abierto provocaría una gran agitación. Que la gente piense que se avecina una guerra entre los psi y los cambiantes podría desestabilizar la economía. —El tono glacial de Judd era similar a los colmillos de un lobo—. Por eso prefieren métodos más discretos y menos detectables para eliminar a los cambiantes.

—Como enfrentarnos con los gatos. ?Se creen que somos estúpidos? —Hawke sacó un reluciente teléfono negro del bolsillo trasero y marcó un número—. Lucas, puede que tengamos un problema —dijo al cabo de un minuto seguido de una breve pausa. A continuación el semblante del alfa se quedó extra?amente inmóvil.

Brenna aguardó en tenso silencio mientras Hawke escuchaba lo que fuera que le estuviera diciendo el alfa de los DarkRiver, muy consciente de la alarmante quietud de Judd, que se encontraba a su lado. Un tq. Alguien de la misma clase que el monstruo que la había torturado, que la había quebrado.

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