Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(50)



?Te estás comportando de un modo estúpido y pueril?, le dijo una parte de su mente. No, no era así, replicó otra parte, una que había sido maltratada y desgarrada.

—?Cómo de grave? —preguntó Hawke, con un tono salvaje que devolvió a Brenna al presente—. ?Tengo que retirar a mi gente? —Otra pausa—. Prueba con las hienas. Te veré tan pronto como puedas arreglarlo.

Puso fin a la llamada y se guardó de nuevo el teléfono en el bolsillo.

—También les han atacado —aventuró Judd.

—Alguien ha intentado llevarse a tres cachorros de una guardería de la ciudad.

—?Hay algún cachorro herido? —habló índigo al fin.

Hawke sacudió la cabeza.

—Ha sido en Chinatown, cerca de su cuartel general. Los peque?os se transformaron en felinos y se pusieron a rugir como locos. Una profesora y varios dependientes de las inmediaciones llegaron hasta ellos en cuestión de segundos, tiempo suficiente para que el agresor se perdiera entre el gentío. También tuvo tiempo de dejar una prenda de ropa.

Nadie tuvo que preguntar qué olor impregnaba esa ropa.

—Los gatos tienen que estar hechos una furia…, seguro que habrá algún que otro impulsivo que no piense con claridad —repuso Riley—. ?Estamos en alerta?

Hawke negó con la cabeza.

—Lucas dice que tiene la situación bajo control. Ha evitado que se divulgue la información y a los menores que están al tanto se les ha dicho que todo apunta a que se trata de una emboscada de los psi. Los tiene ocupados a todos intentando seguirle la pista al agresor, lo que debería evitar que se metan en líos.

—No está mal la cosa —se?aló judd—. Hace un a?o habría corrido la sangre.

—Tal vez sí o tal vez no.

Los gélidos ojos azules de Hawke eran casi plateados a la luz del día; Brenna nunca antes se había fijado en lo hermosos que eran. No se trataba de la clase de hombre que invitara a ser objeto de ese tipo de apreciación; era demasiado varonil, demasiado duro. Exactamente igual que Judd.

Un soldado. Un asesino. Un tq.

—Hay otra posibilidad que hemos de tener en cuenta. —Judd echó una ojeada a la caba?a y luego los miró de nuevo. Brenna entrevio algo en su expresión que le pareció extra?o—. Puede que no hayan sido los psi. Otros podrían haber accedido a esas armas, humanos y cambiantes incluidos.

Andrew gru?ó.

—?Tratando de salvar a tu raza, psi? ?Quién más se atrevería a entrar sin autorización en territorio de los SnowDancer y de los DarkRiver?

—?Qué sucedería si tendieses una trampa a los cambiantes dominantes de una región para enfrentarlos contra los psi?

Riley fue el primero en comprender.

—Que nos aniquilaríamos unos a otros dejando la región libre para que un nuevo clan dominante tome el poder.

—O un conglomerado humano. —Los sentidos de Brenna percibieron algo extra?o en la voz de Judd, al igual que lo había notado en su expresión, pero no conseguía dilucidar el qué—. El Consejo de los Psi ignora a los humanos. Los cambiantes no, pero aún los veis como a seres débiles. La Alianza Humana tiene acceso a una gran fuerza armamentística y a cuantiosos recursos.

Hawke se frotó la mandíbula.

—Si localizamos a las hienas tendremos un punto de partida. ?Tienes algo más?

—Sabían lo que se hacían… Habían realizado un reconocimiento lo bastante exhaustivo como para saber que la caba?a debía de estar supuestamente vacía.

—No tiene sentido. —La naturaleza pragmática de Riley se impuso—. Si lo que pretendían era iniciar una guerra territorial, ?por qué volar por los aires una caba?a aislada?

—Es un primer paso. —La voz de Judd sonaba distinta. Había algo cada vez más anormal y eso la irritaba—. Una ofensiva progresiva planeada y controlada hasta el más mínimo detalle —prosiguió al ver que nadie le interrumpía—. Tarde o temprano, sin importar lo que Lucas o tú hagáis, los clanes empezarán a atacarse mutuamente.

—Tiene razón —convino Andrew con reticencia, por decirlo de un modo suave—. Intercala una serie de peque?os episodios y el rencor aumentará de forma que cuando llegue el ataque gordo, ya no pensaremos con la sangre fría necesaria para solucionar las cosas dialogando.

—Quiero a esas hienas. —Hawke se volvió hacia Riley—. Tú te encargas de buscar aquí. Drew, índigo y tú escoltad a Brenna de vuelta a la guarida. Tengo que hablar con Judd.

—No necesito ni?eras —dijo Brenna con los dientes apretados sintiendo la aspereza de su lobo interior en la garganta—. Puedo regresar sólita.

—No —repuso Hawke con el tono inflexible del alfa que esperaba obediencia inmediata—. Si te tocan estallará la guerra. Eres un punto débil táctico.

Una mezcla de furia y rabiosa impotencia le cubrió la lengua.

—?Eso no son más que gilipolleces! Si se llevasen a cualquiera de las mujeres o de los cachorros el impacto sería el mismo.

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