Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(42)




?Jamás te metas en una situación en la que tu posición pueda ser descubierta.

?Pero si estás atrapado en dicha situación, nunca admitas nada.

?Mantén el control sobre tus reacciones físicas aunque te encuentres bajo coacción y niega todas las acusaciones. Negarlo todo es la clave para proteger al escuadrón.

?Niégalo todo.?



Era una de las primeras cosas que le habían ense?ado después de que le arrancaran de su familia y le llevaran a unas instalaciones de adiestramiento. Pero hacía mucho tiempo que había dejado de huir de la verdad.

—No se trataba de un sue?o, sino de un recuerdo. —Se preparó para recibir el horror, el asco y el rechazo de Brenna.

Ella alzó las manos y las posó sobre su pecho.

—?Por qué ese hombre?

Judd le dijo la verdad; no pensaba defenderse con hipocresías y mentiras.

—Su nombre figuraba en una lista que me dio Ming LeBon.

—?El consejero LeBon? ?Las Flechas trabajan para el Consejo?

—No. —Esa nunca había sido su razón de ser—. Que el escuadrón esté directamente a las órdenes de LeBon se debe a que él es una Flecha veterana más que a su rango de consejero. Las Flechas son una fuerza independiente de la política y poder económico. Sin embargo, el hombre que me has visto matar no entra?aba una amenaza para nadie salvo para Ming. Tuvo el desafortunado honor de interponerse en un asunto de negocios del consejero.

—Tú no lo sabías. Confiaste en tu líder. —Extendió los dedos sobre su pecho y comenzó a acariciarle—. Es lo que hacen los soldados.

—Yo era un asesino, Brenna —dijo rechazando bruscamente su intento de encontrar bondad en él—. Me daban objetivos, me comunicaban el método elegido para darles muerte y ponían un plazo. Nunca hice preguntas sobre quiénes eran o lo que habían hecho.

—Entonces, ?cómo averiguaste lo del tipo con el que estabas so?ando?

—Cuando llevaba una a?o operando con el escuadrón —tarde, demasiado tarde—, por fin comencé a hacer preguntas. Las respuestas que recibí no me parecieron veraces, así que me puse a investigar. —Lo que descubrió había cambiado su identidad: de ser un soldado leal a un asesino a sangre fría.

Era la segunda vez en su vida que le habían robado su identidad. Juró que no habría una tercera.

—En la PsiNet algunos sectores de la población llaman a las Flechas el ?escuadrón de la muerte?, pero nosotros creíamos que éramos la primera línea de defensa, que protegíamos a los nuestros antes incluso de que supieran que estaban en peligro. Ming cambió eso, nos convirtió en ejecutores.

—Entonces no deberías culparte —dijo con voz queda y resignada—. Tú…

—?Cumplía órdenes? —la interrumpió—. Eso es una excusa. Dejé de poner excusas el día en que me di cuenta de lo que yo era en realidad.

Brenna presionó la mano sobre su pecho y se apoyó sobre el codo, con una expresión iracunda en los ojos.

—?En vez de eso vas a castigarte por ello durante el resto de tus días?

—Soy un psi…, no tengo remordimientos.

Un bufido muy femenino fue la respuesta que obtuvo.

—Entonces, ?por qué llamas pesadillas a esos sue?os?

—No entiendes lo que te estoy diciendo —repuso mirando fijamente aquellos extraordinarios ojos—. Yo era el sicario del Consejo. No hay nada bueno ni aceptable en eso. Solo puede calificarse de maldad. —Hizo una pausa—. Esto deja clara una cosa.

—?El qué? —preguntó Brenna, que aún no había acabado con él.

—Que no tienes que preocuparte de que Enrique dejara una parte de sí mismo en ti.

—Por supuesto que lo hizo…, de lo contrario no estaría teniendo esos sue?os.

—No, Brenna. Temías estar convirtiéndote en un monstruo. Pero ?has sentido esta noche las mismas emociones que cuando tuviste la visión de la muerte de Tim?

Brenna abrió los ojos como platos.

—Oh. —Apoyó de nuevo la cabeza sobre el hombro de Judd y respiró hondo varias veces—. Estaba viendo el sue?o de la persona que mató a Timothy, sintiendo sus emociones mientras pensaba en lo que iba a hacer.

—Todo apunta hacia esa conclusión.

El alivio la inundó como si se tratara de una riada.

—Yo… —Se estremeció.

—Lo sé —respondió de forma parca y desapasionada.

Lo más perturbador era que Judd, a pesar de que había acudido a ella esa noche, no la abrazó como habría hecho un varón cambiante en la misma situación. Y Brenna necesitaba que la abrazaran.

Pero Judd no era un cambiante. Nunca lo sería.





14


Kaleb leyó el sumario del informe que tenía sobre la mesa y alzó la mirada hacia su ayudante más veterana.

—?Estás segura de que no hay ningún error?

—Sí, consejero. —Los ojos de Silver Mercant eran de un extra?o color entre gris y azul y, al parecer, habían sido el origen de su nombre de pila. Kaleb se había encargado de averiguar aquel irrelevante detalle; no confiaba en nadie próximo a él al que no conociera a fondo—. He comprobado dos veces cada byte de información a la que fuimos capaces de acceder y descargar. Por desgracia, las instalaciones fueron atacadas antes de que decodificáramos las encriptaciones finales, pero tenemos suficiente para realizar una valoración concluyente. Alguien ha autorizado ya que se realicen en seres psi las pruebas del Implante P.

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