Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(39)



—?Sanar? No soy un objeto roto que tienes que recomponer. ?Lo he hecho yo sola! —Se golpeó el corazón con la mano.

—Pero no has mantenido un contacto estrecho con ningún hombre fuera de tu círculo íntimo desde que te rescataron.

Salvo con él. Y él no podía tenerla bajo ningún concepto.

—?Lo que me dijiste ayer iba en serio? —dijo alzando la voz—. ?Que debería buscarme un simpático lobo y sentar la cabeza?

Judd luchó contra las crecientes incursiones de la disonancia, las afiladas cuchillas que le atravesaban el bulbo raquídeo y descendían por la columna.

—Eso sería precipitar las cosas.

—Ah, entiendo. Crees que debería follarme a alguien para superar mi mala experiencia. —Aquellas burdas palabras salieron disparadas de su boca como si fueran balas—. No, espera, son los hombres psi los que por lo visto me preocupan. Así que es a ti a quien debería…

—No lo digas. —Sus dedos sujetaban la barbilla de Brenna a pesar de que no recordaba haberlos puesto allí—. No —repitió cuando ella abrió la boca.

Brenna le sostuvo la mirada.

—?Por qué? Es a eso a lo acabas de intentar reducirnos.

—No existe un nosotros, Brenna. —No podía haberlo, no si quería que ella tuviera la vida que merecía—. Por algún motivo te sientes atraída por mí. Y sí —dijo cuando pareció que ella iba a responder con otra explosión colérica—, tú me tientas. Pero no significa nada.

—?Cómo puedes decir eso? —Cerró la mano sobre la mu?eca de Judd, pero no intentó que la soltara—. Mírate. No reaccionas así con nadie más. Solo conmigo.

—Lo sé. Y si continúo reaccionando de este modo, acabaré matándote a ti o a otro inocente.

Judd la soltó y retrocedió.

—?Matar a alguien? —El aturdimiento y la confusión sofocaron de un plumazo el arrebato de ira—. ?Por qué te preocupa eso?

Agarró su chaqueta de camino a la puerta y se puso las botas que se había quitado antes.

—Vete a dormir.

—?Judd! —Dio un fuerte pisotón contra el suelo—. Huir no va a solucionar nada.

El abrió la puerta y salió al frío. Peque?os copos de nieve caían sobre su pelo y el viento le azotó la cara desprotegida, pero apenas lo notó, pues seguía teniendo la mente puesta en la caba?a. Esa noche había estado peligrosamente cerca de romper el Silencio y sufrir un violento ataque de cólera. La cólera de un tq con los poderes secundarios que él poseía no era normal en ningún sentido…, lo había descubierto cuando era un muchacho de diez a?os de pie junto al cadáver de otro ni?o.

Tal vez dejar a Brenna no solucionase nada, pero la mantendría a salvo. A salvo de él. Había sido consciente de que si ella decía aquella última palabra, le presionaría demasiado. Continuó sintiendo la textura de su piel en las yemas de los dedos: cálida, suave, agradable al tacto. Rechinando los dientes, se internó en la noche invernal con la esperanza de que la nieve congelara el fuego que ardía en lo que debería haber sido el hielo puro e intacto de su corazón.

Brenna arrojó la bota contra la pared.

—?Hombres!

Contempló la posibilidad de salir corriendo tras Judd —era veloz aunque no pudiera transformarse en lobo—, pero descartó la idea en un arranque de furia femenina. ?Estaba harta de perseguirle! Bien podía perseguirla él para variar.

Salvo que dos horas más tarde Judd seguía sin dar se?ales de vida.

—Vale —dijo dándose media vuelta en la cama que se había apropiado— Si eso es lo que quiere, me iré ma?ana.

?Cómo se atrevía a decirle aquellas cosas?

?Tienes que examinar las razones que se ocultan tras esas emociones.?

Sus palabras se negaban a abandonarla por mucho que se esforzara en olvidarse de ellas. ?Era eso lo que estaba haciendo…? ?Utilizar a Judd para superar su propio miedo? Y tenía miedo. Todo el mundo creía que era muy valiente y fuerte porque había sobrevivido con la cordura intacta. Le entraban ganas de echarse a reír, pero no por algo ni remotamente parecido a la felicidad. Porque, tal y como le había confesado a Judd, y por mucho que él hubiera dicho lo contrario, estaba rota. Enrique había destruido su espíritu, había hecho de ella alguien receloso y reservado cuando antes era una persona que no dudaba en ofrecer su amistad, una persona de sonrisa fácil dispuesta a ver siempre el lado positivo de las cosas.

Ese día se enfrentaba al horror de que él la hubiera convertido en una mujer débil, que había estado dispuesta a utilizar a otro hombre para encontrar su propio coraje. Algo le decía que a Judd Lauren lo habían usado demasiadas veces. No necesitaba conocer los hechos. Veía la verdad en las sombras que se ocultaban en sus ojos; Judd esperaba que ella tomara lo que necesitara y luego se marchara.

Brenna se cubrió el cuerpo con la manta en un esfuerzo por mitigar el frío que sentía en el alma.

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